8 de junio de 2006

De crímenes de estado, futbol y bigotonas.


A Alexis















Palabras del Prof. Alfredo Velarde [audio].


El pasado miércoles 7 de junio, don Felipe Sánchez Carmona, papá del guardameta titular de la selección mexicana de futbol, pasaba, como luego se dice, a mejor vida. Don Felipe tenía, además de unos 54 años, una buena cantidad de kilitos que bien pudieron haber sido la causa del infarto fulminante que le arrebató la vida. Como cualquier muerte que se aprecie, las condolencias para uno de los mejores porteros que ha tenido el único club de futbol en México que no contrata extranjeros llovieron por todos lados, incluyendo un minuto de silencio en la ceremonia inaugural de la última copa del balompié mundial y la dedicatoria de una canción por parte del señor Amaury Pérez.

Si se hiciera una encuesta (ahora que están de moda) acerca de quién se enteró de que don Felipe había fallecido y quién no, seguramente un 99 por ciento de mexicanos habría contestado afirmativamente al primero de los ítems; porcentaje más alto, creo yo, de quienes se enteraron que el cantante italiano Tiziano Ferro, intérprete de éxitos no menos melodramáticos, había llamado bigotonas y feas a las mujeres nacidas entre los ríos Bravo y Suchiate.

Con un poco menos de enjundia que las condolencias a la familia Sánchez, la indignación de las bigotonas que se pusieron el saco y uno que otro lampiño que solidariamente les acompañaba se hizo escuchar (y leer) en medios electrónicos e impresos de casi todo tipo. Entre ellos, el berrinche del mediocre vástago de Jacobo Zabludovsky en su programa “De la A a la Z ” y el llamado fascista de la nada fea y algo bigotona Susana Zavaleta a quemar los discos de este intérprete, que más que cantar parece recitar (y muy mal) lo que algunos dicen son canciones.

Por las mismas fechas que el señor Ferro hacía sus capilares declaraciones, del Estado de México llegaban noticias de las violaciones y demás abusos sexuales que decenas de mujeres han padecido en manos de las policías estatal y federal en San Salvador Atenco y el penal de Santiaguito; que venían a sumarse a la nada enorgullecedora cifra de ser la entidad con más feminicidios en el país.

En Morelos, como en toda la república mexicana, las autoridades se enredaban en declaraciones que sólo les hacen ver como cómplices de la larga lista de crímenes de violencia contra mujeres en tierras zapatistas, que van desde el desprecio y el insulto hasta el asesinato y la desaparición. Pero eso a nadie le importó, incluidas la indignadas bigotonas.

Así también, el mismo día que el papá de Oswaldo Sánchez comenzaba a entregar cuentas al Creador, Ollin Alexis Benhumea Hernández, de 20 años de edad, llegaba a su cita con la muerte que desde el 4 de mayo el “gobierno del cambio” le agendó. Más de un mes en estado de coma se mantuvo este joven adherente de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y constructor de La Otra Campaña , luego de ser impactado por un proyectil tipo Spede-Heat Cn, fabricado por Defense Technology/Federal Laboratories como parte de las importaciones de armamento y equipo bélico que el gobierno mexicano hiciera el año pasado con 265 millones de dólares de los más de 6 mil millones que anualmente destina para presupuesto militar.

Alexis cursaba el cuarto semestre de economía y había iniciado sus estudios en matemáticas, mascaba más o menos el idioma ruso y llevaba poco más de diez años bailando danza clásica. Estaba en la Plaza de las Tres Culturas junto con su padre, Ángel Benhumea, cuando se enteró que la policía había emprendido una escalada militar en San Salvador Atenco que había costado ya la vida a un chico de 14 años y decidió, como muchas y muchos otros, trasladarse allá para llegar alrededor de la media noche.
Como hombre de danza y como universitario; es decir, artista, inteligente y sensible; Alexis optó por no quedarse de brazos cruzados y sumarse a la gente que nunca imaginó que el terrorismo de estado eufemísticamente llamado estado de derecho le cobraría la osadía de anteponer su dignidad a su comodidad. El impacto de la lata de gas lacrimógeno le provocaría doble fractura craneal y exposición de masa encefálica a lo largo de las más de diez horas que permaneció sin atención médica porque los “guardianes del orden” no permitieron que entrara ambulancia alguna y detuvieron al único médico que tuvo la valentía de arriesgarse a salir por ayuda.

Aún así, Alexis aguantó a ser trasladado a un hospital de la Ciudad de México, donde se le diagnosticó muerte cerebral. Pero, como los feminicidios en Morelos, el Estado de México o el resto del país, la muerte de Alexis pasó desapercibida por los medios de comunicación que dedicaron cientos de minutos y recursos humanos para cubrir el deceso del papá del arquero más caro de México y las insulsas afirmaciones del intérprete de la infumable “Tardes negras”.

Así están las cosas en este país, donde es más importante el melodrama que la justicia, la razón abre paso al chisme banquetero y la rebeldía se viste con minifaldas escocesas para goce de “gobernadores preciosos” y bichos de similar ralea.
Ollin Alexis Benhumea Hernández no ha muerto, lo mató el gobierno pero aún no ha muerto, y aún así, en medio de algoritmos, vocablos rusos, escritos de Marx y gran jetés nos mira con la esperanza de ver cumplido su sueño de un país nuevo y mejor. De nosotros depende que así sea.