31 de diciembre de 2013

La otra cara (U láak’ táanich) / III: Metodología.

Las cuatro sesiones del taller teatral (del 17 al 20 de octubre) se caracterizaron por ser un proceso más sintético que exhaustivo, articulando el trabajo de dramaturgias actoral y de puesta en escena con la exploración de ejercicios que condujeran a las y los promotores juveniles a descubrir por sí mism@s y desenvolver las capacidades expresivas que poseen, tomando en cuenta la diversidad al interior del colectivo y yendo a la consecución de los objetivos trazados por Yaaxil.

Pedagógicamente hablando, se echó mano de algunas teorías llevadas a la praxis en el trabajo de grupos por Jacob Lévy Moreno, Kurt Lewin, Enrique Pichón-Rivière, Sylvia Schmelkes y Patricia Salazar Villava; en la recreación como cultura del bien-estar y respuesta al malestar de la cultura del que habla Freud, por parte de Pedro Fulleda Bandera, y en modelos educativos de intervención valoral, explorados por Greta Papadimitriou, Sinú Romo Reza, Bonifacio Barba, Paco Cascón, Silvia Conde y Paulo Freire, que se han empleado en la resolución noviolenta de conflictos y la educación para la paz y los derechos humanos en Iberoamérica durante las últimas décadas.

En el marco de lo que Ana María Aron, Neva Milicic, Josefina Martínez o Jorge Barudy llaman «la cultura del buentrato», se buscó construir un ambiente de cordialidad y camaradería que dio cabida a las diversas expresiones de cada una y cada uno de las y los adolescentes y jóvenes promotores; cuidando siempre la edificación, por decirlo de algún modo, de un encuadre de seguridad perfectamente definido que garantizó certidumbre y tranquilidad en cuanto a los límites del actuar colectivo e individual dentro de un espacio regulado.

Para la sistematización del proceso, se adoptaron los siguientes instrumentos y herramientas:

1) Plan de Trabajo.- Integrado por un conjunto de cartas descriptivas que sirvieron de guía para el desarrollo puntual del taller-acompañamiento sesión por sesión;

2) Bitácora Colectiva.- Acervo de bitácoras elaboradas individualmente por cada una y cada uno de l@s participantes del taller-acompañamiento, con sentido de colectividad y un objetivo doble: servir de referencia, de modo que pueda consultarse en cualquier momento que se desee a lo largo de la experiencia, y para integrar una sola memoria escrita del proceso mismo;

3) Diario de Trabajo.- Colección de apuntes personales del facilitador del taller-acompañamiento sistematizados en forma de diario o bitácora de lo realizado en las sesiones, con anotaciones inclusive subjetivas que expresen estados de ánimo, ya sean “positivos” o “negativos”, como estrategia de autocontención y amplitud del rango de tolerancia ante la frustración, y

4) Escala de Evaluación.- Instrumento basado en escalas de intervalos mixtas de Likert y Thurston, cuya aplicación en este caso tuvo un carácter relativamente subjetivo en tanto «los jueces» son cada un@ de l@s participantes partiendo de la percepción que tuvieron, por un lado, del propio desempeño y del de sus compañer@s; por otro, del trabajo del facilitador del taller-acompañamiento y de los contenidos de éste, y, por último, de la participación de la institucionalidad a lo largo del proceso mismo.

En términos estéticos, las cuatro sesiones de práctica escénica (26 de octubre; 9, 16 y 23 de noviembre) apuntaron a hacer del montaje un espectáculo que estructuralmente fuera muy similar a las representaciones del teatro didáctico latinoamericano con influencia brechtiana, expresado durante la segunda mitad del Siglo XX en la poética teatral de maestros como Augusto Boal, Osvaldo Dragún o Atahualpa del Cioppo, o de grupos como Teatro La Candelaria, Teatro Campesino o Mascarones; por mencionar solo algunas de sus múltiples variantes y guardando, claro, las distancias y las proporciones.

30 de diciembre de 2013

La otra cara (U láak’ táanich) / II: Descripción.

«La Otra Cara», taller-acompañamiento de herramientas teatrales básicas para la promoción y el ejercicio de derechos humanos, sexuales y reproductivos con perspectiva de género para adolescentes y jóvenes mayas, tomó su nombre del guion para teatro La otra cara de mi vida, escrito por los jóvenes Luis Alberto Ceh Ramírez, Jorge Israel Chan Cetina, José Santiago Hau Cool y Jesús Edgar Ucán Collí en el marco del programa de educación de Yaaxil financiado por la Fundación Kelloggy apoyado por IEPA, A.C. y la UCI-Red, del cual son beneficiarios.

Luis, Jorge, José y Edgar son gestores comunitarios de la Plataforma Juvenil del Sur de Yucatán y, al parecer, de entre las y los adolescentes y jóvenes que participaron en los módulos de formación del proyecto de Yaaxil, son también los más familiarizados con procesos de creación escénica por su cercanía, en el caso de Edgar y José, con la danza folclórica; de Jorge, con la experiencia, entre otras, de la puesta escena de El Rabinal Achí, bajo la dirección escénica de la maestra Lupita López, con IEPA, A.C., y de Luis, con el grupo de teatro Chan Dzunu’un, dirigido por la maestra María Luisa Góngora Pacheco.

Por su carácter nominal, «La Otra Cara» quiso invitar a pensar en una multiplicidad de sentidos: la máscara del actor, de la actriz; el rostro del Otro, del diferente; la alternativa, la segunda opción; la dualidad, ora armónica integralidad, ora conflictiva lucha de contrarios: el rostro verdadero. Por su carácter espacial, quiso tener una doble significación: la de facilitar a las y los adolescentes y jóvenes formados en el proyecto de Yaaxil el uso de algunas herramientas propias de las artes escénicas para hacer del teatro una tribuna privilegiada en la promoción y el ejercicio de sus derechos y, en consecuencia, la de acompañar el proceso de laboratorio, práctica y montaje en torno de la puesta en escena de La otra cara de mi vida.

Constó, primero, de cuatro sesiones de un taller teatral (del 17 al 20 de octubre), diseñadas para operar las dramaturgias actoral y de puesta en escena del texto dramático, abordar algunos aspectos teóricos propios del hecho teatral y experimentar un conjunto de dinámicas, juegos y ejercicios escénicos de sensibilidad, confianza, desinhibición y trabajo en grupo; después, de cuatro sesiones de una práctica escénica (26 de octubre; 9, 16 y 23 de noviembre), donde se afinó la operación de las dramaturgias actoral y de puesta en escena rumbo al montaje, y, por último, de una breve temporada de representaciones (del 25 de noviembre al 10 de diciembre), en gira por las comunidades de las cuales son originari@s las y los jóvenes promotores, donde ell@s mism@s pudieron verificar la puesta en juego de los recursos y herramientas brindados en el taller teatral y articulados en torno a la práctica escénica.

29 de diciembre de 2013

La otra cara (U láak' táanich) / I: Antecedentes.

Como parte de su compromiso con la promoción del desarrollo de las capacidades humanas, así como el libre ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, Yaaxil Tu Ser, Desarrollo e Integridad, A.C. (Yaaxil) llevó a cabo un programa de educación con adolescentes y jóvenes mayas para la promoción y el ejercicio de sus derechos humanos, sexuales y reproductivos, con financiamiento de la W. K. Kellogg Foundation (Fundación Kellogg) y el apoyo tanto de Investigación y Educación Popular Autogestiva, A.C. (IEPA, A.C.) cuanto de la Universidad Campesina e Indígena en Red (UCI-Red).

La Fundación Kellogg, según el Observatorio de la Cooperación Internacional para el Desarrollo en México, fue creada en 1930 por W.K. Kellogg para «ayudar a la gente a ayudarse a sí misma» por lo que desde su origen «se ha centrado en capacitar individuos, comunidades e instituciones para que resuelvan sus propios problemas» en el marco de «cuatro áreas de interés: salud, sistemas de alimentación y desarrollo rural, juventud y educación, y filantropía y voluntariado»; en su página web, la Fundación Kellogg refiere que su labor para América Latina y el Caribe se ha enfocado, desde la década de los cuarenta, en cuatro prioridades: Niños Sanos (Healthy Kids), Niños Educados (Educated Kids), Familias Seguras (Secure Families) y Participación Cívica y Equidad (Civic Engagement and Equity).

Si bien los proyectos apoyados por la Fundación Kellogg no parecen responder solo a una de estas prioridades y, asimismo, el programa de educación de Yaaxil cuenta con elementos que podrían ubicarlo en cualquiera de los cuatro rubros mencionados líneas arriba, puede asegurarse que su mayor incidencia será en el ámbito de la participación cívica y la equidad, pues, promueve la organización comunitaria de sectores vulnerables tanto por su edad (jóvenes) como por su género (mujeres) en un contexto identitario y de inclusión, coadyuva en el desarrollo del liderazgo natural de las y los promotores juveniles y busca la articulación efectiva con las organizaciones de la sociedad civil y las instituciones locales de gobierno.

En lo que a la articulación con otras organizaciones de la sociedad civil en torno al programa de educación para la promoción y el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de adolescentes y jóvenes toca, junto a Yaaxil caminaron, por un lado, IEPA, A.C., organización que «trabaja con y para niñas, niños y adolescentes, dedicada a generar espacios de participación para contribuir a la transformación y construcción de nuevas relaciones sociales, orientadas a la promoción de la libertad, la justicia, la paz, el respeto a los derechos humanos, sociales, económicos, culturales y ambientales, a través de la educación popular, la investigación participativa, el arte y la incidencia social y política» y la UCI-Red, organización que «impulsa el tejido de una red de comunidades de aprendizaje que se proponen la producción, gestión de conocimientos y la formación de personas y sujetos sociales para fortalecer procesos de autonomía social y alimentar la lucha por un mundo justo y humano», y, por otro lado, Teatro Hacia el Margen, una asociación civil constituida para el estudio, la creación y la difusión del arte escénico en los diversos aspectos que éste abarca, con un especial énfasis hacia los grupos social o culturalmente marginados, en la doble vía de llegar a ellos y traer su voz, y Tapanco Centro Cultural, un espacio independiente enfocado al desarrollo de las artes escénicas, la recreación y el esparcimiento, donde se gestan y/o acompañan lo mismo espectáculos diversos, que intercambio de experiencias escénicas entre los grupos artísticos y la comunidad donde estos crean, poniendo un fuerte énfasis en la construcción y consolidación de nuevos públicos.

IEPA, A.C. ha concentrado su accionar en cuatro líneas estratégicas: política pública, educación, reducción de riesgos de desastres y desarrollo integral de adolescentes y jóvenes; en esta última, contempla «el uso de propuestas metodológicas y técnicas basadas en el arte y otras estrategias lúdicas y creativas»; particularmente, las artes escénicas y el juego. La UCI-Red, por su parte, organiza su trabajo en los siguientes cuatro programas: la asesoría solidaria a organizaciones de la sociedad civil, la formación especializada y gestión del conocimiento, la consultoría en educación y procesos de planificación y el acompañamiento de procesos locales para la elaboración de futuros deseados y la lucha para una vida digna.

En Teatro Hacia el Margen, se parte de la creencia de que «ya es hora de ir modestamente hacia todos los márgenes para entregar la propia voz a quienes se ven obligados a habitarlos y hacer propias, también, sus propias voces», pues, sin tratar de hacer altruismo a la manera de las limosnas tradicionales ni de la bondad desinteresada, cree que «llegar a los márgenes, analizarlos y conocerlos, hacerlos propios y lograr una expresión conjunta significa participar en la salvación de un futuro que, para todos, se ve cada día más oscuro». Entre los objetivos primordiales de Tapanco Centro Cultural quiero resaltar, para el caso del proyecto de Yaaxil, los siguientes: a) Proporcionar a los grupos independientes espacios adecuados para desarrollar proyectos artísticos, desde la planeación hasta la  representación de los mismos, asegurando así que los proyectos obtengan las condiciones óptimas de desarrollo; b) Impulsar proyectos artísticos independientes y de vinculación social relevantes para la localidad; c) Ofrecer formación artística y cultural accesible a sectores vulnerables de la sociedad, y d) Ofrecer programas de formación y actualización de las artes y la cultura a artistas y sociedad civil en general.

El taller-acompañamiento «La Otra Cara» busca, aprovechando esta confluencia, brindar a las y los jóvenes promotores formad@s técnico-temáticamente en la promoción y el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, tal y como se comprometió Yaaxil con la Fundación Kellogg, un conjunto de herramientas teatrales básicas que puedan ser empleadas en la promoción y el ejercicio de sus derechos humanos mediante la experiencia concreta de realizar una práctica escénica susceptible de ser representada en las comunidades de las cuales provienen ellas y ellos mism@s, muy en la línea estratégica de IEPA, A.C. con base en el juego y la creatividad, en estrecha coincidencia con el objetivo del programa de acompañamiento de procesos locales para la elaboración de futuros deseados y la lucha para una vida digna de la UCI-Red., compartiendo la creencia de Teatro Hacia el Margen de entregar la propia voz a quienes habitan en los márgenes y hacer propias, también, sus propias voces e impulsando proyectos artísticos independientes y de vinculación social, como aspira Tapanco Centro Cultural.

24 de diciembre de 2013

70 centímetros de democracia.

Publicado en Milenio-Novedades de Yucatán, el 24 de diciembre de 2013.

El pasado 16 de diciembre se cumplieron 25 años de la desaparición forzada de José Ramón García Gómez; la primera que cometiera ése régimen criminal mejor conocido como salinato, cuyas administraciones se siguen sucediendo independientemente del color partidista que desgobierne en la gerencia general y las gerencias departamentales que algunos llaman presidencia de la república y gobiernos estatales de este país subastado al mejor postor en nombre de la ley.

No, el salinato no terminó el 1 de diciembre de 1994, cuando Ernesto Zedillo, también conocido como El Chacal de Acteal, recibió de Carlos Salinas de Gortari la banda presidencial diciéndole: “gracias, señor presidente”; más bien, allí inició la sucesión de administraciones ora priístas, ora panistas, ora perredistas, ya federales, ya locales, del salinato; y, allí también, continuó la cuota de sangre que el pueblo de por sí venía pagando, pero que a lo largo de 25 años ha venido en aumento por razones políticas y económicas sexenio tras sexenio.

Tengo conmigo, en un álbum de fotografías tan íntimo como la memoria que lo custodia, junto a los rostros de Sor Juana, Sacco y Vanzetti, Gandhi, Luther King, César Chávez, Meyerhold y Dení Prieto, la imagen de José Ramón micrófono en mano, una pequeña bocina cerca de los pies y arengando a quien pudiera y quisiera oírlo aquello de: “Nadie va a impedir que pueda ejercer mi derecho a expresarme en los 70 centímetros de democracia que a cada ciudadano le corresponden.”

¿Se imagina usted, improbable lector, lo que una decisión así significa? El salinato lo imaginó, no hay duda, y sus administraciones, incluyendo la más reciente, la de Enrique Peña Nieto, se han dedicado muy prolijamente a detener, desaparecer y asesinar a toda aquella persona que compartiera y fuera consecuente con el sueño de José Ramón.

Aún así, uno prefiere caminar y llevar consigo los centímetros de democracia que a uno le toca y darse a la tarea de aprender a juntarlos con los de las y los demás; aprender de quienes al mirar hacia los lados hacia abajo miran porque abajo se están y, en ése su mirar, animan a que otros, quienes de una u otra manera padecemos el avance de las cuatro ruedas del capitalismo: la represión, la explotación, la burla y el despojo, nos miremos.

Por cierto: Feliz Navidad.

25 de noviembre de 2013

25 de noviembre.

Entre los arbustos, aun con el riesgo de ser descubiertos por algún fisgón, una pareja, hombre y mujer, copulan o, como dicen otros, hacen el amor. Ella está con un hot pants debajo de las rodillas que dejan ver el rosa de sus nalgas e inclina su torso hacia delante, de modo que él puede, como de hecho así sucede, tomarla por la cintura, bajarse igualmente su pantalón (aunque sólo lo suficiente para sacar el pene) y penetrarla por detrás.

Otro hombre, de unos treinta años o más, mira desde no muy lejos la escena, aprovechando también los arbustos que todo lo llenan y las penumbras que ya comienzan a bañar el lugar a esas horas de la tarde-noche. No dice nada, nada tampoco hace que no sea mirar. Mira, por ejemplo, las figuras humanas que tan excitante espectáculo le brindan y, claro, también sus movimientos; mira las piernas semi desnudas de la chica (quien no pasa de los veinticinco abriles) e imagina que el falo del personaje masculino es el suyo (al fin parece de su misma edad).

Mira también que la chica lo mira, y recuerda las historias de la literatura chatarra que día con día consume, donde mujeres que tienen coito se saben observadas y disfrutan del acto del voyeur que las admira, sabiéndose deseadas. La mirada de la chica, en cambio, no parece tener excitación alguna; más bien, algo así como un miedo que él, el fisgón, no logra entender se destila acuchillándole las pupilas.

¿Y cómo podría entenderlo? Él no sabe la historia de esa chica. Ignora, por ejemplo, que a eso de los siete u ocho años un tío suyo, aprovechando una fiesta de año nuevo y el alcohol que a raudales corría por las gargantas enrojeciendo los ojos y obnubilando las mentes, la tomó por la fuerza llevándola al cuarto de baño ante la mirada compasiva de sus primas que ya sabían, por experiencia propia, lo que le sucedería.

Como tampoco sabe que tiempo después, a unos cuantos meses de que se le presentara en sociedad con ese vestidito apastelado que siempre soñó y que ahora le avergüenza, su “novio”, un hombre también mayor, quien por su parte estaba casado y tenía hijos, la forzó a tener sexo a bordo de la micro que conducía por las noches en las colonias más solitarias; luego la pasó a sus colegas de chamba y tropelías, quienes “se la rolaron” cuidándose de que sus señoras esposas nunca se enteraran.

El hombre que fisgonea no sabe nada de esto, ni le importa. En cambio, entiende porque el personaje masculino, además de penetrarla, se fuma un cigarrillo y acto seguido lo apaga en las nalgas de la chica sin que ella pueda hacer nada… Nada, más que mirarlo a él, que todo lo mira, con unos ojos como de quien dice: “por favor, haga algo”.

Esas mismas palabras, “por-favor-haga-algo”, resuenan desde hace años en la mente de la madre de la muchacha, tiempos en que ésta le contó lo del baño y lo de su tío, su hermano, y resuenan más cuando se recuerda a sí misma con el miembro de uno de sus primos, mucho mayor también que ella, entre las piernas, contra su voluntad. Nada hizo entonces.

Nada hará tampoco ahora que su hija se suma al estadístico de mujeres violentadas sexualmente en este país donde el feminicidio en Ciudad Juárez, Chiapas, Veracruz o el Estado de México es cosa de casi todos los días; en Aguascalientes, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco o Morelos se va convirtiendo parte del paisaje urbano y en Baja California, Quintana Roo o Yucatán aumenta soterradamente bajo el silencio cómplice de medios de comunicación y autoridades.

La muchacha se ha soltado y corre, arañándose y acomodándose como puede las ropas. Se ha dejado olvidado el bolso con dinero y ningún taxista, ahora que ha llegado a la avenida, quiere subirla. El personaje masculino se ha echado a correr también, pero en sentido contrario, no sin antes tomar el bolso. El otro, el fisgón, se ha esfumado.

En casa, la madre interrumpe su atención puesta en los comerciales que la bombardean con chicas que muestran sus cuerpos semidesnudos para vender coches y bebidas, a razón de las noticias que hablan de una abogada asesinada en su casa quién hace cuánto: llevaba los casos de mujeres acosadas en sus trabajos. Piensa en su hija, quien trabaja en una Superama, filial de la firma Wall-Mart (campeona mundial en denuncias por hostigamiento sexual). Aprovecha para ir a la cocina, mira el block de hojas del calendario y arranca la que está encima para tirarla, echa bolita, al cesto de la basura. Da gracias a Dios por el término de un día más, un día cualquiera; en el cesto el número 25 de la hojita del día apenas y se nota.

24 de octubre de 2013

¿Ha jugado el zapatismo algún papel en la revaloración de la cultura maya?*


En uno de sus cuentos más emblemáticos, Juan Rulfo hace decir al entrañable personaje de Macario: “estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”.[1] Debo confesar (mal comienzo, diría mi abuela), que a mí me pasa más o menos igual: estoy sentado junto a ustedes aguardando a que salgan las palabras; que se acomoden unas al ladito de las otras y digan, todas juntas, un mi pensamiento sobre un tema del que muchas y muchos ya han hablado y escrito por montones.

No se crean que es fácil estar aquí esta noche con ustedes. En primer lugar, porque siendo este un evento enmarcado en un festival reivindicativo de la cultura maya a contrapelo del que organizan los señores del poder y de dinero y las damas que los acompañan, la primera pregunta que puede surgir es: “¿qué hace un huach que ni siquiera puede pronunciar correctamente el nombre de nuestra fiesta sentado en esta mesa sin mesa?”. En segundo lugar, porque si bien soy heredero de esa tradición un tanto cuanto juglaresca que en estas tierras se alimenta, por un lado, del balts’am maya y, por otro, del cómico de la legua español, no tengo las credenciales académicas para venir aquí y recetarles por las trompas de Eustaquio (Rockdrigo González dixit)[2] un mi chorema sobre el tema que nos convoca: el neozapatismo y su papel en la revaloración de la cultura maya.

Provocativo título el de esta mesa-panel, ¿no creen?; pues, parte de dos premisas: la una, que la cultura maya ha sido revalorada; la otra, que en su revaloración eso que Carlos A. Aguirre Rojas llama neozapatismo ha jugado algún papel. Como mero ejercicio, podría invitarles a que, para abordar esta provocación, diseccionemos la frase que nos convoca esta noche y, como dice el chiste que dice lo que dice Jack «El Destripador», nos vayamos por partes y nos preguntemos qué entendemos por neozapatismo, qué por cultura maya, qué por revaloración y si el primero ha jugado un papel en la revaloración de la segunda.

Dije: “podría invitarles”; sin embargo, de solo imaginar las expresiones en sus rostros ante lo que parece más una amenaza que una invitación, creo que por ahora (quizás después podamos armar un seminario para charlar sobre todo esto) lo mejor sería desistir de ello. No obstante, entre el titipuchal de ideas, recuerdos de notas, artículos guardados en el ordenador y necesidades personales, me vienen a la mente unos cuantos textos que hoy quiero aprovechar para compartir con ustedes.

Originalmente, la palabra cultura significaba “cultivo de la tierra”; pero, luego, por extensión, se usó como “cultivo de las especies humanas”. Posteriormente, alternada con la palabra civilización, también derivada del latín, se empleó como oposición a salvajismo, barbarie o rusticidad, de suerte que alguien “civilizado” era también alguien “culto”. No es sino hasta con el romanticismo que se hace una diferencia entre civilización y cultura, reservando para el primer término el desarrollo económico y tecnológico, “lo material”, y, para el segundo, lo “espiritual”: el cultivo de las facultades intelectuales, dando cabida a lo que tuviera que ver con la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, etcétera.

Sin embargo, aún se entendía la cualidad de “culto” no tanto como un rasgo social, sino como individual. Las corrientes teóricas de la sociología redefinieron el término, entendiéndolo con un sentido más amplio, refiriéndose a los diversos aspectos de la vida social. En general, hoy se piensa a la cultura como el conjunto total de los actos humanos en una comunidad dada, ya sean éstos prácticas económicas, artísticas, científicas o cualesquiera otras, determinando que toda práctica humana que supere la naturaleza biológica es una práctica cultural.

La palabra cultura se emplea frecuentemente en el lenguaje común para designar a un conjunto más o menos limitado de conocimientos, habilidades y formas de sensibilidad que les permiten a ciertos individuos apreciar, entender y/o producir una clase particular de bienes, que se agrupan principalmente en las llamadas bellas artes y en algunas otras actividades intelectuales. Pero, según esta manera de entenderla, la cultura se convierte en patrimonio de unos pocos; el común de los mortales debe “elevarse” a los niveles donde está la cultura y, en correspondencia, se hacen esfuerzos para “llevar la cultura al pueblo”. Frente a esa concepción elitista de la cultura, existe otra noción, elaborada principalmente por la antropología, según la cual la cultura es el conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y de organización sociales, y bienes materiales, que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le permiten transformarse y reproducirse como tal, de una generación a las siguientes. A partir de esta concepción de cultura, deja de tener sentido hablar de pueblos o individuos “cultos” e “incultos”; todos tenemos cultura, nuestra propia y particular cultura.[3]

Creo que es importante remarcar el sentido reflexivo autorreferencial que tiene la definición de la cultura produciendo lenguaje, roles, símbolos, ritos, mitos e instituciones que producen la cultura; o sea, la cultura definida en términos de la red social que es definida en términos de la cultura. Como la sociedad que es “producida” a su vez por el individuo que es “producido” por la sociedad.[4] Por lo tanto, no existe “La Kultura”[5] (única, universal), sino las culturas (múltiples, diversas). Sin embargo, existen transversalmente dos grandes sistemas culturales antagónicos: la cultura institucional, oficial, dominante o hegemónica, que tiene un claro botón de muestra en el Festival Internacional de la Cultura Maya que organizan los tres niveles del poder Ejecutivo en Yucatán, y la cultura, popular y alternativa, que sobrevive y resiste, y que, entiendo, quiere expresarse en la Cha’anil Kaaj, la fiesta del pueblo, que esta noche nos convoca. A esta cultura se le denomina a menudo como cultura marginal (que está afuera de los márgenes o límites del espacio cultural o, de plano, en las alcantarillas o el subsuelo), subalterna (que no llega a cultura, es inferior, sub, y va después de la “verdadera cultura”), contracultura (que se opone o rechaza a la “verdadera cultura”, pues, se caracteriza por la protesta y la reacción, no por la propuesta y la acción) [6] o popular (que, o bien se ubica sólo en las capas bajas de la población, en la tradición y en el folclor, o bien se caracteriza por sus procesos y formas de producción circunscritas a lo artesanal y lo inacabado).[7]

Rudolf Rocker sostiene que la cultura no se crea por decreto; se crea a sí misma y surge (…) de las necesidades de los seres humanos y de su cooperación social. Los valores culturales no brotan por indicaciones de instancias superiores, no se dejan imponer por decretos ni vivificar por decisiones de asambleas legislativas o por potentados de las instituciones políticas de dominio; éstos sólo recibieron una cultura ya existente y desarrollada para ponerla al servicio de sus aspiraciones particulares de gobierno. Pero con ello, continúa Rocker, pusieron el hacha en las raíces de todo desenvolvimiento cultural ulterior, pues en el mismo grado que se afianzó el poder político y sometió todos los dominios de la vida social a su influencia, se operó la petrificación interna de las viejas formas culturales, hasta que, en el área de su anterior círculo de influencia, no pudo volver a brotar una sola chispa de verdadera vida.[8]

Por su parte, Ignacio Betancourt coincide en que la cultura es una dinámica naturalmente horizontal [que] no se puede otorgar o sustraer [porque] no es un objeto (…) ningún gobierno, por más paternalista o autoritario que sea, podrá determinarla en su totalidad (…) Se puede impedir su desarrollo, dificultar su evolución, eso sí, y las muestras de ello están a la orden del día: vaya, las y los artistas escénicos que a mediados de junio de 2013 entregaron sendas cartas al secretario de las Culturas y las Artes de Yucatán y a su jefe, el señor gobernador del estado, aún siguen esperando una respuesta formal y por escrito como lo demanda la Carta Magna que nos rige y que no sea la simulación de un diálogo que nada más buscará tenerlos tranquilos y sin hacer olas. Por ello, más que “llevarla a los ignorantes”, una sana labor gubernamental consistiría simplemente en propiciar condiciones para que la implícita heterogeneidad de toda sociedad pueda desarrollarse; se trata de no estorbar, no de imponer.[9]

Para Guillermo Bonfil Batalla, el problema es un asunto de control cultural, entendiéndolo como la capacidad de decisión sobre los elementos culturales. Como la cultura es un fenómeno social, la capacidad de decisión que define al control cultural es también una capacidad social, lo que implica que, aunque las decisiones las tomen individuos, el conjunto social dispone, a su vez, de formas de control sobre ellas.[10] Todo proyecto cultural, sostiene Bonfil Batalla, requiere la puesta en acción de elementos culturales. No sólo para realizarlo: también para formularlo, para imaginarlo. Los elementos culturales hacen posible al proyecto; también fijan sus límites, lo acotan, lo condicionan históricamente. En términos etnográficos, descriptivos, la cultura es una sola, abigarrada, contradictoria, híbrida si se quiere. Al analizarla en términos de control cultural, es decir, al introducir una dimensión política (decisión, control: poder) se definen diferentes niveles de relaciones entre sociedad y cultura trascendiendo la mera descripción; aparece entonces su composición en cuatro sectores:

a) Cultura autónoma: el grupo social posee el poder de decisión sobre sus propios elementos culturales, siendo capaz de producirlos, usarlos y reproducirlos;

b) Cultura impuesta: ni las decisiones ni los elementos culturales puestos en juego son del grupo social, los resultados, sin embargo, entran a formar parte de la cultura total del propio grupo;

c) Cultura apropiada: los elementos culturales son ajenos, en el sentido de que su producción y/o reproducción no está bajo el control cultural del grupo, pero éste los usa y decide sobre ellos, y

d) Cultura enajenada: aunque los elementos culturales siguen siendo propios, la decisión sobre ellos es expropiada.[11]

Ahora bien, estos sectores o, como dijera Juan Machín Ramírez, estos grandes sistemas culturales no conforman una realidad maniquea: blanco o negro, sino todo un espectro de tonalidades, incluso de diferentes colores. La regla, más que la excepción, es la interacción no lineal (violenta o no) entre ellos y, en su interior coexisten una pluralidad de subsistemas heterogéneos, se da una dispersión de los centros, multipolaridad de iniciativas, la reorganización cultural del poder multideterminada. En este sentido, las culturas han producido algunas formas/procesos estereotipados para producir seguridad. Se trata de contextos que, en manera estable y evidente, permiten el control de la alteridad. Uno de esos procesos es la representación social. La representación social está constituida por una imagen y un significado, y tiene como finalidad asegurar el control sobre la precisión de los fenómenos sociales (incluyendo su organización). Por lo tanto, todo lo que tiende a modificar una representación social produce incertidumbre e inseguridad. Dado que su tarea es la de resistir al cambio, no promoverlo, por consecuencia ella recupera la seguridad homologando la alteridad o expulsándola. Solamente de esta manera recupera el control: ignorando/negando la alteridad/diversidad-del-otro o ignorando la similitud que reside en toda alteridad.[12]

Creo que para reflexionar si el neozapatismo ha jugado o no un papel en lo que decimos es la revaloración de la cultura maya, podríamos empezar por preguntarnos si la presencia del neozapatismo (ojo: su presencia, no su irrupción pública; el llamado neozapatismo se fue construyendo a sí mismo en su interrelación con el mundo indígena que lo acunó cual caldo de cultivo desde principios de la década de los ochenta del siglo pasado y sin esa experiencia es imposible acercarse siquiera a entenderlo); preguntarnos si la presencia del neozapatismo, retomo, modificó lo que, por representación social, entendemos por cultura maya. Y cuando digo, “entendemos”, me refiero tanto a quienes se autonombran mayas cuanto a quienes nos autonombramos no-mayas: los otros; los que, como dijera la Mayor Ana María, «Somos iguales porque somos diferentes».[13] Preguntarnos, pues, si el neozapatismo ha incidido en los sistemas culturales simbólicos, rituales y míticos que las mismas culturas, en este caso las mayas y las no-mayas, producen para controlar la alteridad.

En forma muy simplificada y con toda intención paradójica, podemos decir que los mitos son sistemas narrativos que explican lo inexplicable, los ritos son sistemas de prácticas para controlar lo incontrolable y los símbolos son sistemas de signos para representar lo irrepresentable. Los símbolos, ritos y mitos sirven para enfrentar, resolviendo en el plano simbólico, las contradicciones sociales que no es posible resolver de otro modo, implican valores ocultos o implícitos importantes. Permiten a la comunidad, por un lado, la elaboración de la amenaza representada por el cambio y, por el otro, la posibilidad de reforzar la estabilidad organizativa del sistema al controlar el cambio. Trabajan como procesos de “regulación”: crean una representación (símbolo) y un mecanismo de control (rito), enmarcados en un gran relato (mito) que le confiere sentido.[14]

Hace casi 20 años, la noche del 31 de diciembre de 1993, el maquillaje con el que los paladines del neoliberalismo habían intentado ocultar la miseria, el despojo, la muerte, la burla y el abandono que servían de materia prima a la puesta en escena de un país que anunciaba con bombo y platillo su entrada al primer mundo, se descorrió. Había quedado al desnudo el aprendiz de virrey que muy pronto mostraría su talante gangsteril manchándose con la sangre de sus propios correligionarios; pero no solo el neotlatoani que despachaba en Los Pinos estaba siendo evidenciado, la podredumbre toda de una nación construida sobre el saqueo y el desprecio interminables de sus pueblos originarios también, de pronto, se descubrió sin el antifaz que velaba el gesto racista.

Pasamontañas, paliacates, fusiles de madera y un torrente de tinta esbozando lo mismo postmodernos escarabajos quijotescos fumando en pipa que viejos indígenas respondiendo con milenario silencio a todo lo que se les preguntaba ocuparon los espacios donde la palabra, el sentir, el quehacer y el pensamiento de aquellos pueblos primeros siempre habían sido expulsados. No obstante, la respuesta, aunque disfrazada por los medios capitalistas de comunicación, siguió siendo la misma y a las balas, la quema de las cosechas, el envenenamiento de las aguas, el robo del ganado, la persecución hasta el corazón de la montaña, le acompañaron la descalificación de los periodistas e historiadores a sueldo que encontraban el hilo negro de la supuesta impostura, las negociaciones que pondrían la mesa a las órdenes de aprehensión, los acuerdos que se firmarían para no cumplirse nunca, los silencios cómplices del nacionalismo con todo y moñito tricolor.

La miseria, el despojo, la muerte, la burla y el abandono, agazapados en medio de los discursos políticamente correctos, asomaron la cabeza de nuevo: “yo también soy zapatista –dijo  el virrey– mi hijo se llama Emiliano” y sentó las bases para que su sucesor militarizara el país y nos envolviera en una guerra de baja intensidad donde la contrainsurgencia y el combate al narcotráfico van juntitos de la mano. Sin embargo, por más miseria, despojo, muerte, burla y abandono que receten, los señores del poder y del dinero y las damas que los acompañan, precisan de montar, ellos sí, sus megalómanas imposturas, pues, con todo y las luces y el sonido con que saturan el paisaje, no consiguen acallar el silencio de quienes hoy y siempre les han puesto frente al espejo de su inocultable racismo.

En La larga travesía del dolor a la esperanza, un señor que a lo largo de estos 20 años ha convocado los enamoramientos y posteriores odios de quienes en su racismo lo adoptaron como rockstar para no mirar lo que la palabra indígena zapatista gritaba a los cuatro vientos, escribió algo que hoy, en vísperas del festival de Peña Nieto, Rolando Zapata y Esma Bazán, quiero compartirles.

INSTRUCCIONES PARA SER NOMBRADO “HOMBRE DEL AÑO”

1. Acomode, con cuidado, un funcionario tecnócrata, un opositor arrepentido, un empresario prestanombres, un charro sindical, un casateniente, un finquero, un alquimista computacional, un “brillante” intelectual, una televisión, una radio, y un partido oficial. Ponga en un frasco aparte y rotule: “Modernidad”.

2. Tome un obrero agrícola, un campesino sin tierra, un desempleado, un obrero industrial, un maestro sin plaza, un ama de casa inconforme, un solicitante de vivienda y servicios, lo poco de prensa honesta, un estudiante, un homosexual, un opositor al régimen. Divida tanto como le sea posible. Ponga en un frasco aparte y rotule: “Anti-México”.

3. Tome un indígena. Separe las artesanías y tómele una foto al indígena. Ponga las artesanías y la foto en un frasco aparte y rotule: “Tradición”.

4. Al indígena póngalo en otro frasco aparte y rotule: “Prescindible”.

5. Bien, ahora abra una tienda con un gran letrero que diga:

“México. Gran liquidación”

6. Sonría en la foto. Que el maquillaje cubra las ojeras que le producen tantas pesadillas.

Nota: tenga siempre a la mano un policía, un soldado y un boleto al extranjero. Se pueden necesitar en cualquier momento.[15]

Yo, señoras y señores, caramelos y bolitas, soy solo un cómico; en el Siglo XVII a los de mi calaña les pegaban en las puertas de sus casas letreros donde se hacía saber que nuestro oficio lo repudian clérigos y soldados, enoja a políticos y usureros y abjuran de él escribanos e hidalgos, porque nuestra bolsa es endeble, nuestro verbo maligno, nos acompañamos de poetas y otros menesterosos y, por si fuera poco, queremos vivir de nuestras artes malsanas. Además, ya ustedes se han dado cuenta, soy un huach sin remedio. ¿Cómo podría decirles cuál ha sido el papel que ha jugado el neozapatismo en la revaloración de la cultura maya? Yo no puedo hacer eso. Si acaso podría contarles del chingo de obras de teatro, canciones, poemas, películas documentales y de ficción, exposiciones, coreografías, instalaciones, performances, esculturas, pinturas, fotos y choros que motivados por el neozapatismo se han montado, cantado, respirado, filmado, presentado, bailado, articulado, operado, pintado, esculpido, tomado y escrito en un titipuchal de lenguas e idiomas para hablar, más que de la cultura maya, de las y los seres humanos, sus sueños, sus miedos, sus luchas, sus fiestas… de su dignidad.

Por otra parte, más que revaloración de la cultura maya, ésa que pueden poner en el frasquito que dice “Tradición”, les confieso que me interesa mucho más la revaloración de aquella o aquél a quien nombramos maya y se nombra maya, yoreme, tenek, tlahuica, tehua, tojolabal, totonaco, triqui, tzeltal, tzotzil, wixárika, yaqui, binizaa, zoque, kumiai, mayo, mazahua, mazateco, mixe, amuzgo, cora, cuicateco, chinanteco, chocholteco, chol, pericuri, guaycuri, cochimi, chontal, guarijío, coca, paipai, kiliwa, huasteco, huave, kikapu, cucapá, tepehuano, chichimeca, mame, matlatzinca, ñuu savi, nahua, ñahñu, tohono o’odham, pame, popoluca, p’uréhpecha, concaá, rarámuri, achumi, ahniyvwiya, lakota, ndee, kuma, naabeehó dine’é, aqwesasne, mohawk, salish, anisnawbe, cayuga, onondaga, ojibwa, hopi, secwepme, tuscarora, ktnuxa, creek, gitxaan, guaraní, kekchí, mapuche, tarapacá, maipú, aymar, kichwa, mam, lenca, miskito, inka…

Ustedes perdonen si no he podido a lo largo de este mi chorema responder a una sola de las preguntas que hice al principio y que así, con este cinismo, sin responderlas, me despida; no sin antes decir, copiándole a Javier Sicilia, que exijo justicia para Juan Francisco Kuykendall, la aparición con vida de Teodulfo Torres Soriano, la liberación de todas las presas y todos los presos políticos, por conciencia o injustamente, como el profe Alberto Patishtán Gómez, el castigo a todos los culpables por acción u omisión de feminicidio (empezando por el Estado mexicano) y que se respeten los Acuerdos de San Andrés… Aunque, bien mirado, sí puedo responder a una de ellas: “¿qué hace un huach que ni siquiera puede pronunciar correctamente el nombre de nuestra fiesta sentado en esta mesa sin mesa?” Nada, no hace nada; es solo un intruso que se coló porque se veía que la fiesta estaba buena y se antojaba y que, aprovechando que le invitaron, no le queda sino decir en la lengua de sus abuelas guachichilas: tlasokamati/muchas gracias.





* La presente ponencia se presentó en la mesa-panel «El neozapatismo y su papel en la revaloración de la cultura maya», llevada a cabo el 15 de octubre de 2013 en el marco del Festival Independiente de la Cultura Maya «Cha’anil Kaaj».
[1] Rulfo, Juan. «Macario», en Pedro Páramo. El llano en llamas. Planeta-De Agostini, 1985.
[2] González, Rodrigo. El profeta del nopal. Pentagrama, 1986.
[3] Bonfil Batalla, Guillermo. «Nuestro patrimonio cultural», en Pensar nuestra cultura. Alianza Editoral, 1992.
[4] Machín Ramírez, Juan. Calacas, chamucos y chinelos, fiestas tradicionales y promoción juvenil. Cedoj-Cultura Joven, A.C., 1999.
[5] Para Bonfil Batalla, ésta concepción sobre la cultura implica la jerarquización de las manifestaciones culturales dentro de un orden universal, o que se plantea como tal; de suerte que la cultura propiamente dicha se considera como un conjunto breve de temas y prácticas que pueden no formar parte del horizonte de preocupaciones de un individuo o una colectividad. («La querella por la cultura», en Pensar nuestra cultura).
[6] Machín Ramírez, Juan. Op. Cit.
[7] Varas, Alejandro; Betancourt, Fernando; Betancourt, Ignacio; Huerta, María Raquel. Una experiencia cultural de la sociedad civil. Unión de Vecinos y Damnificados «19 de Septiembre», 1995.
[8] Rocker, Rudolf. Nacionalismo y cultura. Alebrije, 1949.
[9] Varas, Alejandro. Et. Al. Op. Cit.
[10] Bonfil Batalla, Guillermo. «Lo propio y lo ajeno: una aproximación al problema del control cultural», en Pensar nuestra cultura. Alianza Editoral, 1992.
[11] Ibíd.
[12] Machín Ramírez, Juan. Op. Cit.
[13] Ana María, Mayor Insurgente. «Discurso inaugural del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo», en Chiapas, 3. Era, 1996.
[14] Machín Ramírez, Juan. Op. Cit.
[15] Marcos, Subcomandante Insurgente. «La larga travesía del dolor a la esperanza», en EZLN. Documentos y comunicados, 2. Era, 1995.

2 de octubre de 2013

Negligencia, modus operandi criminal.

(Publicado en Milenio-Novedades de Yucatán, el 1 de octubre de 2013).

Hace muchos años, como parte de un ejercicio de actuación en "Compañeros", el maestro Benjamín Gómez Jiménez, director del grupo en que iniciara mi andar por este oficio, nos preguntó por una palabra que representara lo que más odiábamos; yo respondí: negligencia. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra tiene dos acepciones: 1. Descuido, falta de cuidado, y 2. Falta de aplicación; y, bueno, a estas alturas es casi una perogrullada decir que la tragedia real tras los meteoros Manuel e Ingrid, protagonizada por la gente que vive en dos terceras partes del territorio nacional, es el padecimiento de la práctica de este vocablo proveniente del latín.

Práctica, sí; porque el grado de desastre alcanzado por Ingrid y Manuel no es resultado de ningún accidente natural, sino de un modus operandi cuyo coctel criminal tiene por ingredientes la corrupción, la violación de norma urbana, el hacinamiento irregular, la destrucción del ecosistema, el abandono, el desprecio, la explotación, el despojo y la burla por parte de todos los niveles de gobierno y sus cómplices en la iniciativa privada y las no pocas organizaciones del tercer sector que les sirven de cobertura dizque filantrópica. En medio de este caldo de inmundicia anti natura lo natural es, desde luego, el desastre.

La negligencia es pan nuestro de todos los días. Hoy, los reflectores están sobre las deficientes autoridades de las entidades con más daños y de las que se prestan a farsas televisivas que sacan raja de la tragedia; pero, de seguir vivos, los clásicos ya la habrían representado caminando soberbia a manera de alegoría. Un caso de esos sin reflectores es, por ejemplo, el de la irresponsable pasividad de las autoridades del estado de Yucatán ante el despojo que mediante el uso ilegítimo y arbitrario de la fuerza el Lic. Wilberth Mendoza, representante legal del Sr. David Peña, llevó a cabo en contra de Oasis de San Juan de Dios, A.C., albergue que desde hace más de 20 años se dedica a la atención y defensa de los derechos humanos de personas que viven con VIH/Sida.

La invasión, en connivencia con elementos de la Secretaría de Seguridad Pública, recuerda aquella incursión al Cerro del Chiquihuite con la que TV Azteca despojara a CNI de su Canal 40 en tiempos de Vicente Fox; solo que hoy, al demandar la atención del gobernador de Yucatán, los afectados no han tenido siquiera por respuesta el insultante “¿y yo por qué?” del hijo predilecto de Guanajuato. ¡Qué mal!

18 de septiembre de 2013

El Grito de don Porfirio.

(Publicado en Milenio-Novedades de Yucatán, el 17 de septiembre de 2013).

Mientras escribo estas notas, escucho a lo lejos el sonido de los juegos pirotécnicos; probablemente son, pienso, los que enmarcan los vítores que a su vez secundan la representación del “Grito de Independencia” en la plaza principal. Como ahora estoy en la Blanca Mérida, la de los hoteles, avenidas y estatuas que en su mayoría glorifican a quienes sometieron a los pobladores originarios de estas tierras a fuego y hierro, quien lleva la voz cantante es el gobernador del estado de Yucatán, el señor Rolando Zapata; pero no puedo evitar imaginarme en otras plazas, en otras representaciones, en otros “gritos”.

Pienso, por ejemplo, en la representación primigenia de “El Grito”, la que protagonizara Porfirio Díaz siendo presidente de México en el primer centenario del “inicio de nuestra Independencia” un día antes de la fecha marcada como la histórica por la sencilla razón de que era su cumpleaños. Y, pienso, nos pienso a todas, a todos, en un “todos” donde obviamente no estamos todas ni todos, repitiendo a lo largo de un poco más de cien años la representación del cumpleaños de don Porfirio.

Pienso, también, en algunos de esos “gritos” no oficiales.

Uno, cercano en el tiempo, de maestras y maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, abrazados por una informe sociedad civil donde uno puede encontrar de todo: estudiantes de la UNAM, el IPN, la UACM o la UAM; trabajadores del SME o de la Cooperativa Pascual; militantes con registro y adherencia, según sea el caso, a Morena o a La Sexta, y un largo etcétera de “güevones”, “nacos”, “groseros” y “revoltosos” que “solo buscan desestabilizar el país” (tan estable que está, ¿qué no?) por la defensa, no de sus derechos y conquistas laborales, sino de “mezquinos privilegios” (inconcebibles en una nación libre y soberana donde los privilegios de nadie tienen cabida, ¿verdad?).

Otro, tan lejano en el tiempo como lo pueden estar 45 años de distancia, dado por Heberto Castillo dos días después de una histórica Marcha del Silencio que congregó a más 250 mil personas en la capital de este país y unos días antes de que el ejército federal (cuyos cien años de constitucionalismo celebramos hoy con bombos y platillos olvidando el asesinato de Jaramillo, las represiones de 1968, los “vuelos de la muerte” durante la mal llamada Guerra Sucia durante los 70 y 80 y otro también largo etcétera) entrara a punta de bayoneta a Ciudad Universitaria, primero, y al Casco de Santo Tomás, después.

Cada vez son más las voces que están de acuerdo en que hace 203 años no hubo ni “Grito” ni, mucho menos “Independencia”; sin embargo, a pesar de que son muchos los otros gritos que en esta suave patria se gritan, ningún otro grito convoca el fervor y la defensa por sus representaciones como el del cumpleaños de don Porfirio. ¿Acaso a alguno de esos hombres que para cuando salga mi nota habrán desfilado por el país lo han disfrazado de policía federal para la salvaguarda de algún otro grito, como el de las niñas y los niños de la Guardería ABC, como el de las centenares de mujeres asesinadas en todo el territorio nacional, como el de las y los presos injustamente o por conciencia, como el de las decenas de miles de personas desaparecidas?; creo que no.

3 de septiembre de 2013

La fiesta brava de una contrarreforma educativa aprobada de panzazo.

(Publicada en La Sexta Chilanga, la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), Rebelión.org, La Jornada Morelos, El Periodiblog (Rep. Dominicana/Venezuela), 3i-Tercera Información (España) y, en su versión corta, Milenio-Novedades de Yucatán).

Hacia finales del siglo pasado, en mitad de una charla con las y los otrora integrantes del grupo de teatro Ser Undocumented de la Universidad de California (UCLA), que habían visitado el estado de Morelos para tener una residencia artística con quienes entonces éramos parte del Grupo Cultural Zero dirigido por Eduardo López Martínez, salió a colación que ambos colectivos habíamos llevado a cabo sendas prácticas escénicas con un detalle en común: el uso de la corrida de toros como metáfora de la relación de explotación entre las clases dominantes y dominadas. En la performance de Ser Undocumented, el torero era la Estatua de la Libertad y el toro un migrante; en nuestro sketch de carpa callejera, el torero era un patrón y el toro un trabajador.

Quince años después, en medio del linchamiento mediático de que han sido diana las y los maestros que se manifiestan en contra de las llamadas “reformas estructurales”, especialmente las que significan una contrarreforma en términos educativos y laborales, y, sobre todo, después de la represión orquestada entre los desgobiernos federal y de la ciudad de México el pasado 1 de septiembre (el #1Smx), no puedo evitar pensar en la misma metáfora. Sin embargo, lejos de suponer que el toro son las y los profes que una vez más salen a la calle para, como ellas y ellos dicen (y dicen bien), dar lección de dignidad, el toro es la así llamada sociedad civil o, en su defecto, la ciudadanía.

Quienes me conocen saben que en cuanto a la así nombrada fiesta brava, soy oriundo de Villamelón; no obstante, creo entender que cuando el torero cita al toro para que éste lo embista se dice que echa mano del engaño; el engaño, según entiendo, suele ser el capote o, posteriormente, la muleta y con éste se consigue que el astado entre a la jurisdicción del diestro las más de las veces humillado. A principios de 2012, Mexicanos Primero, cofundada y presidida por uno de los también cofundadores de Fundación Televisa, Claudio X. González Guajardo, citó a la sociedad civil para que ésta entrara en su jurisdicción y como engaño empleó un largometraje documental dirigido por Juan Carlos Rulfo y Carlos Loret de Mola: ¡De panzazo!

La película, con guión del mismo Loret de Mola, se erigía paladín a favor de una educación de excelencia y, por ende, lanzaba luz sobre una verdad incuestionable: la deficiencia de nuestro modelo educativo; solo que enfocaba sus baterías aparentemente críticas y supuestamente objetivas en contra de las y los maestros y se cuidaba de no decir absolutamente nada del papel de alienación y sujeción que Televisa, empresa de la que González Guajardo fue vicepresidente  corporativo, ha jugado a favor de ésa misma deficiencia desde que “El Tigre” Azcárraga Milmo reconoció ser “un soldado del PRI”.

Para que ¡De panzazo! calara hondo en el ánimo ciudadano González Guajardo aprovechó el caldo de cultivo que prevalecía por la justa indignación tras la proyección, tres años antes, de Presunto culpable, segundo documental del abogado Roberto Hernández con producción suya y de su esposa, la también abogada Layda Negrete; Presunto culpable había desvelado, para quienes no suelen ver las uñas sucias de la miseria (Benedetti dixit), la podredumbre del aparato de justicia en México. Así, el secretario de educación de facto peñanietista, mientras el titular de jure debe estar echándose unos chincholes como cuando la firma de los Acuerdos de San Andrés, no tuvo más que llevar agua a su molino e iniciar con ¡De panzazo! un linchamiento que el #1Smx rindió sus frutos.

Estamos viendo lo que, para decirlo con Gramsci, se llama hegemonía cultural de la clase dominante: cuando “los propios intereses corporativos (…) superan los límites de la corporación de un grupo puramente económico y [se convierten] en los intereses de otros grupos subordinados”, se alcanza la fase más estrictamente política de la hegemonía; hegemonía que “no puede dejar de ser también económica [pues] no puede no tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica”.

¡De panzazo! fue para Mexicanos Primero el capote con el cual la clase dominante de este país metió a la informe sociedad civil, vuelta toro, al engaño de los intereses corporativos de la clase dominante, los mismos que desde los medios de “información” capitalista se aliaron con lo peor de la clase política para ocupar la Presidencia de la República, hasta hacer que su hipócrita discurso por una calidad educativa, bajo las directrices neoliberales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sirviera de ariete en la descalificación a ultranza de las y los trabajadores de la educación articulados en la CNTE y se volviera hegemónico.

La faena continúa y las y los cómplices de González Guajardo en el poder Legislativo hacen lo propio cual obediente y leal cuadrilla, aprobando las “reformas estructurales” en materia laboral y de educación que, abrigado por las Fuerzas Armadas, su cómplice (acaso su títere) en el Ejecutivo defendió de nuevo el pasado 1 de septiembre; claro que, como se dice desde unas escuelitas muy otras, zapatistas para mayor muina de algunos González y no pocos Guajardo, falta lo que falta.

30 de agosto de 2013

Carta de Emma Callender, codirectora artística de Theatre Uncut.

Dearest Sebastian,

I hope this finds you well and happy. I am so sorry that it has taken me until now to get in touch personally to say how incredibly happy and overwhelmed I am to learn of all of the important things you managed to do with Theatre Uncut last year. We work so hard, for no money, so often our time is taken with the immediate demands of the project. I want to say how impressed I am with the work you created and how humbled I am that the material we helped to create made an impact so far away from our home. I know Yucatan from spending time there with friend from DF so the images I have of your performances made me smile so deeply.

I'd love to hear whether you've been able to use the plays further since November, I really hope so.

We also have a new collection of plays being released on the 1st September. The provocation we have set the writers this time is "Do we all get more right wing in hard times?" they have all been written by writers with English as a first language this year, we realised we needed some further support to be able to sustain the international scripts, so hopefully we'll be able to build on that next year.

I'd love to make more of a connection with you also, to hear more about your work, and whether there are ways we can work more directly together.

So I look forward to hearing from you and send you my deepest respect.

All the very best,

Emma.

23 de agosto de 2013

Teorías Teatrales / III: Aquí vamos de nuevo.

En mi apunte anterior, comienzo a dar cuenta de la asignatura Taller de Investigación: Siglo de Oro, Época isabelina y Clasicismo francés de la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, misma que imparto por tercera ocasión; en este otro apunte, quiero compartir que por segunda vez daré el curso de Teorías Teatrales, asignatura no seriada que en el mapa curricular de la ESAY-Teatro viene a ser algo así como el cuarto curso de una Línea Multidisciplinar conformada por una suerte de trenza cuyos hilos arrancan en Lectura y Redacción (Textos Teatrales) y Taller de Mirada y Visión para terminar en Taller de Producción, pasando por: Análisis de Texto Dramático, Teorías Dramáticas, Taller de Realización de Producción, Teorías Teatrales, Optativa I, Promoción y Difusión de Espectáculos, Gestión y Producción Ejecutiva, Pedagogía I, Optativa II, Pedagogía II, Didáctica del Teatro y Optativa III (donde las optativas suelen abarcar cuestiones de dramaturgia, dirección escénica y espacios y teatralidades liminales como la performance).

El objetivo general de la asignatura, mencionado anteriormente en el apunte «Teorías Teatrales / I: Entre la obra de arte total de Wagner y el legado de Los Meininger»reza así: «El alumno analizará las distintas teorías sobre la puesta en escena de Europa y América que se han desarrollado desde finales del siglo XIX hasta la época actual a fin de identificar sus correlaciones y discrepancias.» Y consta inicialmente de cuatro unidades: 1. El siglo XIX y los albores del siglo XX, del Gesamtkunstwerk al Wor-Ton-Drama2. El surgimiento del Director de Escena: De Los Meininger a los Teatros de Arte, 3. Ruptura y Vanguardia y 4. Teatro Épico, Vanguardia y Performance. Sin embargo, como menciono en «Teorías Teatrales / I», hago una especie de fusión entre las unidades 1 y 2, y, al tiempo en que abordaremos «las ideas que dieron origen a las formas teatrales del siglo XX a fin de sentar las bases para una genealogía de la puesta en escena contemporánea», analizaremos «el cambio que supuso la aparición del director de escena para determinar su verdadera influencia en el desarrollo del teatro», para enfatizar que la génesis de las teorías teatrales que estamos revisitando no sólo se debe a la tarea intelectual de un personaje iluminado, que es como generalmente vemos a nuestros maestros del teatro del siglo XX, sino a su experimentación práctica en un espacio y un tiempo que les permitió a los grandes directores-pedagogos del siglo pasado contar con la complicidad de otras individualidades que en el quehacer colectivo participaron del hecho escénico bajo su guía y/o su influencia.

Esta fusión nos permitirá centrarnos sobre el aspecto de identificar las correlaciones y discrepancias entre las teorías de las corrientes teatrales del período que nos ocupa, como se quiere en el objetivo general de la asignatura; sobre todo, a partir de sacar el estudio del Teatro Arte de Moscú (Moskovskij Chudozestvennyj Teatr –transliteración de: Московский Художественный Театр–) de la Unidad 2 para iniciar con él la Unidad 3, empatando la revisión del «Sistema Stanislavski» con el pase de revista de la herencia que representa la experiencia de Vsevolod Emilievic Meyerhold; punto crucial tanto de ruptura cuanto de vanguardia en las poéticas que marcaron el siglo XX, desde la «Patafísica» de Jarry y el «Teatro de la Crueldad» de Artaud hasta la liminalidad de la Performance, pasando por el «Teatro Didáctico» de Brecht, el «Teatro de Gesto» y el «Cuerpo Poético» de Lecoq, el «Teatro Pobre» de Grotowski, la inagotable experimentación escénica de Kantor, la diversidad poiética de Brook, «El Método» del Actor's Studio, la radicalidad ideológica del teatro de creación colectiva en América, el avant-garde en el Théâtre du Soleil y el «Tercer Teatro» de Barba.

Sobre los criterios de evaluación, partiré de lo marcado en el plan de estudios; pero me interesa, por decirlo de algún modo, imbricar algunos elementos como en el Taller de Investigación. Así, pues, para las dos evaluaciones parciales los porcentajes de los criterios de las mismas quedan como sigue: 1) Puntualidad y asistencia: 10%, 2) Participación: 10%, Ejercicios y trabajos escritos: 40% y Exposiciones: 40%. Es importante señalar que esta vez los ejercicios y trabajos escritos deberán estar registrados en una especie de bitácora personal de la materia, partiendo de la noción de que estamos revisando una serie de poéticas que de algún modo son, para decirlo con el maestro José Ramón Enríquez, la tradición teatral que tenemos por equipaje; dicho con otras palabras: el legado de experiencias de que se nutre la posible poética que en un futuro quizás podamos llamar nuestra. Se trata, pues, de hacer un recorrido que no solo sea teorético, sino también poiético; acorde con la lógica multidisciplinar de la trenza curricular en que se ubica dentro del plan de estudios de la Licenciatura, trenza que engarza las teorías teatrales del drama y de la escena con las prácticas pedagógicas y productivas del hecho escénico.

Como ya se sabe, cada evaluación parcial conforma un 20 por ciento de la calificación final; es decir, el 40 por ciento de la evaluación total, y el 60 por ciento restante de la evaluación total deviene de la evaluación ordinaria que, en el caso de esta asignatura, se integra como sigue: 1) 20%, de la participación expresada en la puntualidad y la asistencia en la recta final del curso; 2) 40%, del promedio resultante de las dos evaluaciones parciales, y 3) 40%, de la sistematización final de los apuntes vertidos en la bitácora personal... bitácora electrónica. Cabe puntualizar que desde esta bitácora estaré enlazando algunos de los apuntes de las y los estudiantes, siempre y cuando ellas y ellos me lo autoricen; por lo pronto, la mayoría de ell@s han decidido restringir la lectura de sus bitácoras al universo del mismo curso y solo dos o tres permitirán que haya lectorxs extern@s de sus apuntes.