24 de marzo de 2017

Macario Muuch / 3.

Collage de Gloria Servan Triveño.
En este viaje aún hipotético de la fraternidad a la sororidad, en tanto aprendizaje-desaprendizaje de género, vamos a dar el paso, querido amigo, al segundo momento del proyecto; un momento en el que el viaje cronológico, de simple acumulación de tiempo, se permuta en un viaje-trayectoria de suma de experiencia: un viaje de madurez escénica. De allí que su, por decirlo de algún modo, segunda estación, sea hacia mediados del mes de agosto: mi cumpleaños de tablas.

El segundo momento, como te lo adelantaba en el apunte anterior, no es ya el de ponerme en manos de un director de escena; es decir, de un hombre; sino de una directora de escena, de una mujer. Mientras en el primer momento, el viaje era un tender un puente genealógico-personal, necesariamente masculino; en el segundo momento, me interesa que el producto estético se perfile hacia la nueva belleza y calidad técnica que le caracterizaría por su carácter femenino. Un neologismo inventado por Margarita Sanz que ella misma nos compartiera en el CUT me viene a la cabeza cada vez que pienso en esto: entrañabilidad.

La mirada femenina, que, insisto, pondrá un nuevo orden y una nueva belleza al juguete-montaje, irá haciendo acto de presencia aun desde el primer momento de la mano tanto de una directora de escena, como de una directora de arte; ella, la directora de arte, dotaría su propia estética incluso al producto escénico dirigido por Eduardo (López Martínez) hace casi dos décadas. Éstas mujeres son Alejandra Argoytia, en la dirección de escena, y Águeda León Martínez, en la dirección de arte.

Indispensable también será ir de la mano de Malky Castro Zavala. Este proyecto, Macario querido, no contendió en la categoría de Teatro para el Fondo Municipal de las Artes Escénicas y la Música 2017; lo hizo en la categoría de Interdisciplina. Su caracter interdisciplinar se lo dará, justo, el trabajo con Malky, con quien estaré bordando una expertise que tendrá como soporte el "darme cuenta" de cómo se mueve en mí ése entramado de cuerpos sutiles y centros de energía que soy.

No me basta con proponer un diálogo-cruzamiento con otra disciplina artística, mucho menos otra disciplina escénica, como podría ser el caso de la danza; me interesa acercarme al cuerpo por la línea de experimentación del movimiento: el movimiento preexpresivo, el movimiento somático, el movimiento vital expresivo. Y, en esto Malky, con su formación en el Sistema Río Abierto, en Argentina, y en IGECORET, reciéntemente; así como por su experiencia de casi 10 años en la praxis psicocorporal, es la cómplice-guía ideal. Esto también hace único este montaje de tu voz a otros que se hayan hecho antes.

Los momentos-etapas del proyecto van, por decirlo de algún modo, agregándose o desagregando conforme avanza su realización. Entre agosto y noviembre, cuando se estrena el proyecto como lo estoy proponiendo en el Fondo, corre el tercer momento-etapa. En este tercer momento se integraría a la palabra rulfiana, la respiración y cadencia de la lengua maya peninsular en una suerte de diálogo; ya no sólo genealógico, como en el primer momento; ya no sólo estético, como en el segundo; sino, también, entre por lo menos dos de los muchos méxicos que México es. Allí, la guía fundamental será Socorro Loeza.

Que el trabajo en/con la maya se integre hacia el tercer momento-etapa exige que éste se vaya urdiendo, cual hamaca, desde el inicio del proceso… o más o menos; así, pues, tendría que sentarme y planear con Soco la traducción y pronunciación de los textos en maya que se integrarían desde mucho antes del estreno en noviembre.

Lo que toca ahora, mi estimado, es reunirme con todas ellas de cara al trabajo que se avecina; pero, de eso ya te platicaré luego. Por lo pronto, sábete que llevo varios días pensando en que también será necesario contar con alguien que vaya acompañándome más de cerca para, por ejemplo, la sistematización de la experiencia y la asistencia del concepto escénico todo. Alejandra tendrá como asistente de dirección escénica a Alexandre Rossero; aunque no lo conozco como hombre de escena, Alejandra cuenta con mi confianza por entero y una de sus atribuciones es, sin duda, acompañarse de la persona que ella precise. No obstante, yo necesitaré a alguien de mi entera confianza también para que me acompañe y me haga un marcaje más personal.

17 de marzo de 2017

Macario Muuch / 2.

Ilustración: Gabriela Rodríguez Quirarte.
Te pienso de nuevo... últimamente, pensarte es cosa de todos los días. Macario Muuch, ¿por qué Macario Muuch?, me preguntas. Es una especie de guiño, digamos, lingüístico: muuch, como sabes, es una palabra en lengua maya que suele traducirse al español como "rana" o "sapo". A quien te conozca, luego de haberte leído de la mano y la pluma de Rulfo, sabrá que no es difícil imaginarte sentado en cuclillas como una rana o un sapo enorme aguardando junto a una alcantarilla a que salgan las (otras) ranas para apalcuacharlas, como dices, a tablazos por órdenes de tu madrina.

Es un juego: báaxal... Sí, "juego" en maya se dice báaxal... eso creo. ¿Yo cómo me llamaría?, pues, no sé: ¿báaxalmáak?; algo así como quien hace el juego: "el jugador". ¿Sabías que en inglés, francés o alemán, tres modos distintos de pensar y decir los muchos mundos que es el mundo, "actuar" se puede decir igual que como se dice "jugar": play, jouer y spielen? Desde que lo descubrí no he dejado de pensar en que lo nuestro, lo tuyo y lo mío, pero también lo que hacemos muchas y muchos de mis colegas y yo, no es sino jugar. Y, bueno, parte del juego es jugar a que en la maya, aunque ya exista un palabra como balts'am para designar lo mismo al teatro como fenómeno escénico que al texto dramático y por metonimia de ida y vuelta al que lo encarna; jugar, decía, a que en la maya se pueda decir "actuar" igual que como se dice "jugar": báaxal.

Y, como de jugar (báaxal) se trata, parte del juego-laboratorio de exploración actoral consiste en sumar a la experiencia contigo el caminar que a lo largo de los últimos tres años he emprendido de la mano de una técnica psicocorporal que me ha servido para enriquecer mi propio training como actor jugando; sí, un caminar que ha sido, también, un jugar: el Movimiento Vital Expresivo, técnica propia del Sistema Río Abierto; fundado en 1966 por María Adela Palcos... del cual te hablaré más adelante con más calma y espacio. Y, en ése jugar, quiero ir haciendo una búsqueda sonora en la que toda la musicalidad del juguete escénico tenga como instrumento mi propio cuerpo y las muchas voces (y sonidos y silencios) que mi cuerpo es.

¿Cómplices? Sí que las tengo. Más que eso, compañeras y uno que otro compañero de viaje, de juegos. Al primero ya lo conoces: Lalo. En este diálogo con el Sebastián-actor de 1998 del que te hablé antes, que es también un diálogo con el tú-yo de hace casi 20 años, es fundamental verme y hablar con Eduardo; por eso he viajado reciéntemente a la ciudad de Cuernavaca, en Morelos; para retomar el trabajo con él. De la mano y la mirada de Lalo irá urdiéndose la primera capa de esta especie de cebolla escénica, la primera muñeca de esta mатрёшка performativa que tiene como punto llegada, si de viaje hablamos, el 16 de mayo: el cumpleaños número 100 de Rulfo.

No, allí no acaba el viaje contigo; allí comienza. Entre el 1 de febrero (y aún antes, desde que te vengo pensando en lo que lleva el Siglo 21 de estar andando), hasta el 16 de mayo, el viaje-juego consiste en reencontrarme contigo y, ya juntos, iniciar un nuevo viaje-juego. No ya el viaje-juego fraterno, de complicidad masculina, entre hombres: Eduardo, tú, yo; sino un viaje-juego sororo, de complicidad femenina. ¿Por qué? Porque tú y yo, querido amigo, estamos alienados en nuestra condición de hombres; somos ajenos de nosotros mismos, no sabemos todo lo mucho que somos: nos desconocemos. ¿No es verdad que a ti Felipa y tu madrina te completan? ¿Quién es Macario sin su madrina? ¿Quién es Macario sin Felipa? Pues a mí me pasa igual, querido: me siento incompleto, y, como tú, sufro mucho por ello; y, como tú, sólo encuentro paz y regocijo en mis felipas, y límite y acicate en mis madrinas.

La sororidad, querido Macario, es como la  fraternidad; pero, en lugar de que sea entre hombres, sucede entre mujeres. Para el cuidado entre mujeres también hay otra palabra: affidamento. Suena bien, ¿no?: cuidarse entre mujeres como se cuidan las mujeres. Sí, digamos que cuando Felipa te cuida, de algún modo, seguramente sin saberlo, lo que hace es affidamento; sólo que el affidamento es de ida y vuelta: de mujer a mujer. Los hombres no sabemos de affidamento, de cuidarnos como se cuidan las mujeres entre ellas; mucho menos de cuidar a las mujeres como ellas nos cuidan. Como que esa parte está en algún lado de nuestro ser escondida; junto, quizás, donde está escondida nuestra parte femenina que, se dice, también tenemos.

Así, pues, además de Eduardo, quien nos hizo caminar juntos a ti y a mí en 1998, cuando el Zero estaba por cumplir sus 20 años de ¿existencia?, he comenzado a reunir un equipo de colegas que, según yo, me ayudarán a revestir de sororidad tu palabra. De sororidad, sí. En este juego-laboratorio en el que no sólo quiero explorar ése ser actor-personaje que, para decirlo con De Tavira, somos tú y yo en esta bifrontalidad que somos, sino también el actor-operador de la escena que propone Deleuze para ser retomado luego por Chevallier, quiero hacer un viaje también, por decirlo de algún modo, sexogenérico, y hacer un juguete escénico sororo: de hermandad femenina. ¿Es posible, tratándose de un texto claramente cargado de una sexualidad masculina? ¿Es probable, tratándose de un actor y no de una actriz? Mi hipótesis es que sí. Parto de la idea de que en cada ser humano está sintetizada esa diversidad que la mirada cisgenérica ha reducido a la coexistencia de un lado masculino y un lado femenino, donde uno de los dos lados ha terminando perdiendo frente al otro. Allí radica la diferencia de este montaje con otros que se hayan hecho antes de este mismo texto.

10 de marzo de 2017

Macario Muuch / 1.


Ilustración: Gabriela Rodríguez Quirarte.
Estoy frente al ordenador resolviendo algunos detalles de cara a la producción de mi proyecto personal más reciente: Macario Muuch. Escribo para mí, a modo de bitácora de trabajo, pero no solamente; escribo también para las y los improbables lectores y lectoras del rincón virtual que es Tlatulteketke... quien quita y en un futuro no muy lejano sean, también, espectadoras y espectadores del juego escénico que resulte cuando lleguemos a puerto.

Macario Muuch. ¿Cuánto tiempo has caminado hasta ahora para, por fin, poderte subir a las tablas? ¿Recuerdas cuando te llamabas Macario Mösiehuali y en lugar del maya en el que quiero hacerte latir ahora intenté que tu respiración fuera en el náhuatl de Tetelcingo? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? ¿20 años? No, los casi 20 años que llevamos caminando juntos, querido Macario, son los que se contarían desde el día aquél que me permitiste prestarte la voz con la guía de Eduardo, ¿te acuerdas? Sí, Eduardo López Martínez, mejor conocido en los submundos de la música que algunos llaman trova mexicana como Lalo "El Guajolote". Sí, Lalo; quien hiciera las tablas con Enrique Ballesté en Papá está en la Atlántida, de Malpica, bajo la dirección escénica de Jesús Coronado: la última aventura como actor de Enrique, antes de Blackout.

Quizás era necesario que viniéramos a Yucatán, querido amigo; o, que Rulfo, tu Juan Rulfo, llegara al centenario de haber nacido con más de 30 años de haberse muerto. No lo sé.

Sí, claro que pienso celebrarlo. De eso se trata el traerte de vuelta. La idea, como cuando te soñaba en mösiehuali, es que seas bilingüe y tu público, si bien pueda ser también de adultas y adultos, sea sobre todo de adolescentes. ¿Niñas y niños? No lo sé. Creo que terminará siendo algo así como un juego escénico para adolescentes y jóvenes "Clasificación B15". ¿Quién te manda andarte prendiendo con tanta fruición y asiduidad de los bultos esos que Felipa tiene donde tenemos solamente las costillas?

Sí, el proyecto inicial es un laboratorio; cuando lo registré para contender por un apoyo del Fondo Municipal para las Artes Escénicas y la Música, así lo presenté... bueno, a decir verdad, lo presenté tanto para Investigación como para Producción; a final de cuenta me trataron como si hubiera sido un proyecto de Promoción: me recortaron más de la mitad del apoyo solicitado y, como si ello no demeritara la calidad de los compromisos ofrecidos en el proyecto original, en la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad Capital Americana de la Cultura se limitaron a reducir el número de representaciones comprometidas.

De cualquier modo, estoy entusiasmado; la ocasión anterior que intenté traerte a las tablas de nuevo fue, no sé, ¿hace tres años?, y no quedamos. Ahora sí y vamos solitos, sin el David que mi admirada y apreciada Blanca Doménech escribiera en su Punto muerto. Ni modos. Esta vez, la exploración de mis propias masculinidades, cuestionando mi ser machista, te tiene sólo a ti como piedra de toque.

No, ése no es el punto de partida; el punto de partida es ir a tu encuentro. Desempolvándote, primero, y vistiéndome de ti, después, con la dirección escénica de Eduardo como guía. Un viaje; de ida y de regreso. De ida al Sebastián que fui hace casi 20 años, en 1998 (el año en que nació Adis Eduardo, mi hijo); al Sebastián que soy ahora, en 2017. Claro, no sólo me refiero al Sebastián actor; también hablo del Sebastián que es muchos otros sebastianes. Un Sebastián múltiple. ¿Un Sebastián esquizoide? ¿Un Sebastián interdisciplinar? Un Sebastián... Macario.

Sí, contigo de la mano, además de celebrar el primer centenario de tu autor, el próximo año (2018) celebraré dos décadas de caminar las tablas contigo y de ser padre... que ha sido otra manera de ser hombre. Sí, también, a mi modo, celebraré los 40 años de existencia del Grupo Cultural Zero, considerado por el investigador Donald H. Frischmann como uno de los colectivos teatrales más representativos del teatro popular mexicano en los ochenta y noventa. Pero eso, querido amigo, es harina de otro costal.