4 de febrero de 2016

De ajolotes y sanguijuelas.

No hacía mucho que “Mitote”, el Taller Permanente de Artes Escénicas “Mitote”, se había subdividido entre quienes se quedaron el nombre del proyecto y quienes nos hicimos a la mar de una nueva aventura… Sí, bueno, hay para quienes ir a la mar es una aventura en sí misma y para quienes, como nosotres, la aventura misma es la mar… Nosotres, sí; no, nosotros; no, nosotras: nosotres… Aunque nos salgamos de las reglas ortográficas de la RAE; aunque les parezca a algunos y algunas, ellas y ellos sí, un despropósito… ¿En qué iba? ¡Ah, sí!: en la división de “Mitote”. Habíamos montado un collage de pequeños textos al que nombramos Amar, morir y soñar (Una pura y dos con sal), que estrenamos en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; ése lugar rebautizado por el turismo buenaonda como “Sancris”.

Las funciones en San Cristóbal habían sido un desastre; aún así, cuando por oficios de Jorge se abrió la posibilidad de que acompañáramos a la enésima ONG que entraría a territorio zapatista (o neozapatista, como dice Carlos Aguirre Rojas), nos lanzamos al todavía Aguascalientes de Oventic entusiasmades de presentar nuestro trabajo a las y los compas bases de apoyo del EZLN que allí se estaban con sus familias. Era el año de 1997. Las funciones en Oventic, a las que no se pudo quedar Jorge porque tenía que presentarse en un viacrucis representación de La Pasión, en el pueblo de su abuela materna en el Estado de México, salieron mucho mejor de lo que habían salido en San Cristóbal; era como si la montaña y sus hijas e hijos nos hubieran cobijado y, también, por decirlo de algún modo, bendecido: después de allí, cada función de Amar, morir y soñar… fue mejorando más y más.

Así llegamos a Valle de Xico, Estado de México; conocido también como Valle de Chalco; ése lugar rebautizado por el priismo neoliberal salinista que hoy habita en todos, o casi todos, los partidos políticos con registro legal, incluyendo, por supuesto, al PRD y a Morena (del PAN y el mismo PRI, ni hablar; fueron los primeros), como Valle de Chalco-Solidaridad. Allí se había llevado a cabo el experimento político-electoral del salinismo para desmantelar poco a poco la base social del cardenismo, o neocardenismo, aglutinado en el PRD: Valle de Chalco (o Valle de Xico, como prefieren, o preferían, llamarlo los viejos más viejos, nahuas para más señas) había votado a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y, por ende, en contra de Salinas de Gortari; era uno de los principales bastiones del perredismo, cuando el perredismo todavía era de izquierdas y su base social la integraban hombres y mujeres de muchos de los abajo que se caminan en este país. No fue extraño que allí, justamente allí, se echara a andar el programa social electorero por antonomasia del salinismo: Solidaridad. Sobra decir que en muy poco tiempo el bastión perredista se convirtió en privilegiado centro de operaciones del priismo más criminal… sí, más todavía. El broche de oro lo significó la visita papal de Karol Wojtyla, creo, en 1992: cuando nosotres nos presentamos allí, invitados por el Segundo Encuentro de Teatro Comunitario de la Región de los Volcanes, las calles sin drenaje y sin pavimentar contrastaban con la arquitectura del Centro Comunitario “Juan Diego”, con logotipo de Solidaridad en la fachada, y la réplica kitch de la Basílica de Guadalupe que visitara el hoy santificado Juan Pablo II.

“Mitote”, el Taller Permanente de Artes Escénicas “Mitote”, o Teatro “Mitote”, como terminamos diciéndole para simplificar diferenciándolo de “Mitote Jazz”, el experimentado y delicioso ensamble musical encabezado por Cipriano Arturo e Isabel III, se había echado a andar con un performance que recuperé de mis años de performancero en Torreón, con “Gresca”, el Taller Permanente de Artes Escénicas “Gresca”: Salud esqueletos. Luego vendría Amar, morir y soñar… y, con ella, nuestro andar solidario con cuanta lucha social, cultural y política nos invitara: la defensa de Tepoztlán contra el club de golf de Klant (¿o era Klandt?) -Sobrino, la caída de Carrillo Olea, la resistencia de los pueblos y comunidades indígenas contra la Autopista Siglo XXI, las elecciones autónomas en Tepoztlán y la recepción, también en Tepoztlán, de loas 1,111 zapatistas que marcharon de Chiapas a Ciudad Monstruo para ser testigos de la fundación del FZLN… Quizás lo de los 1,111 fue después; ya con… el nuevo grupo.

En “Mitote” se habían quedado, entre otros, un muchachito que se convirtió en el principal promotor de la división del grupo; él, junto con los demás que se quedaron, o con la mayoría al menos, argumentó que yo había sido una sanguijuela, sí, ésa fue la palabra que escogieron, que sólo había chupado y, por ende, aprovechádome de su creatividad, sapiencia y compromiso de lucha para beneficio personal. No todos estuvieron de acuerdo con aquél diagnóstico de quien tan pronto vio la ocasión se integró a las filas de un PRD que se caracteriza, justamente, por hacer todo eso de lo que me acusó sin probarlo nunca… bueno, tan nunca lo probó que un día, muchos años después, recibí carta suya para ayudarle en alguno de sus proyectos; yo, la sanguijuela… Me gusta el nombre: un día, cuando haga algún personaje queer, o cuir, para un unipersonal, así me bautizaré… O cuando monte un bar que mezcle lo kitch con lo minimalista en una onda hipster… Eso si no me gana el título Televisa para una de sus telenovelas: La Sanguijuela… ¡Ya sé!: Sanguijuelas & Ajolotes… o, Ajolotes & Sanguijuelas. No suena tan mal, ¿no?; sería un nombre con su toque, digamos, bartriano; culto, pues.

En el nuevo grupo nos quedamos Hernán, quien literalmente había sido expulsado por… aquél otrora muchachito (digamos que aquello de las purgas estalinistas como que se le daban)… Hernán, decía, Jorge, Fátima y yo… ¿se me olvida alguien?... creo que no. Dándonos a la tarea de ver cómo nos renombraríamos un día me topé con el maestro Tirso Clemente, quien impartía, o imparte, las clase de náhuatl en el CELE, creo que así eran sus siglas, de la UAEM… cuya dignidad, por cierto, hoy salió a las calles para encarar, confrontar, al poder de arriba. Habíamos coincidido en las oficinas que entonces tenía la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos en ¿Las Casas?

–Profe Tirso –lo interpelé–, ¿cómo se dice ‘actor’ en náhuatl?

El maestro se me quedó mirando apenas unos segundos y luego contestó de una manera que sólo he vuelto a escuchar, por su modo, en cuando le pregunto por alguna palabra en maya a don José Castro, papá de Malky: «Depende.» No alcancé a preguntarle: ¿Depende de qué? «Lo importante en las lenguas indígenas –dijo– es tejer una expresión que no sólo sea una acepción académica previa, de diccionario, sino que al decirla esté cargada del significado que uno le quiera otorgar. Para el mousieuale –la lengua nahua del pueblo al que el profe mismo se autoadscribe– importa menos tener una traducción de ‘actor’ que luego, como en el caso de ixeuayo, ‘actor’ en náhuatl clásico, nosotros usemos sólo como un sustantivo común que nos dice muy poco o nada; importa más expresar la idea que tenemos de lo que es ser un ‘actor’. ¿Para qué quieres saber cómo se dice?»

–Pues, para cuando alguien me pregunte en náhuatl quién soy, a qué me dedico, pueda decirle: soy un actor.

–Al otro, al que nos pregunte qué somos, a qué nos dedicamos, no le interesa un sustantivo común, le interesa saber cómo nos pensamos a nosotros en nuestro oficio; le interesa pensar con nosotros, escuchar lo que pensamos no sólo lo que decimos.

–Entonces…

–¿Qué quieres decir con eso de que eres un actor? Si yo te pregunto, ¿qué es un actor?; tú, ¿qué contestas?

–Un trabajador –dudo– de la palabra.

–¿De qué tipo de palabra? –preguntó–; un locutor, un orador, un declamador, un escritor también serían trabajadores de la palabra; pero, en cada uno de ellos se trata de una palabra distinta.

–No, ninguno de ellos… Ninguna de ellas… Una palabra encarnada; una palabra que se piensa pero al tiempo que se va pensando se va volviendo acción en un espacio de ficción: un trabajador de la palabra encarnada, hecha cuerpo, sobre el escenario.

–Mmm –musitó–. Puede ser Tlatul. Y, ¿por qué ‘trabajador’? –preguntó.

–Porque no sólo quisiera que se me viera como un actor de la escena, digamos, teatral; también aspiro a convertirme en un actor de la escena social… además, para dejar ver que ese ser actor que quiero ser va de la mano de una cierta reivindicación de clase.

Teketke –dijo–; que, además, resuelve perfecto la perspectiva de género, porque teketke se refiere lo mismo al trabajador que a la trabajadora.

Bueno, está bien; eso último quizás él no lo dijo así. Me explicó, sí, que teketke es multigenérico: trabajador o trabajadora o trabajadors: teketke. Y, así nos pusimos: Teketke Teatro.

Y, como Teketke Teatro, Hernán, Fátima, Jorge y yo recibimos a Rita, Azucena, Juan Manuel, Jaime, Lalo y Mayte, y nos fuimos al Tercer Encuentro de Teatro Comunitario de la Región de los Volcanes, que se celebró en Tlaxcala; para el Cuarto Encuentro fuimos a las reuniones preparatorias a Puebla, pero ya no a presentarnos… aunque participamos como espectadores en un Festival de Teatro Latinoamericano, también en Puebla, y yo, por mi parte, acudí a un Congreso Internacional de Investigación Teatral en Cholula.

Pero, antes; mucho antes; justo en el momento en que el profe Tirso parecía que ya no diría nada más, agregó: «Tlatul Teketke. Ese es el tipo de actor que quieres ser: un tlatulteketke

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