19 de junio de 2011

Limosna para la lámpara del aceite.


A los «hatajos de mastuerzos»
que este día mercantil del padre
tomarán las calles
para decir que tienen mucha madre.


Estoy sentado frente a la maquina que mi mamonería, y yo con ella, insiste en llamar ordenador, en lugar de computadora. Esto de llamar a las cosas, a ciertas cosas, por un nombre y no por otro, parece no preocuparle a mucha gente. Aunque don Antonio Alatorre, sabio como él era, no pudiera acostumbrarse a llamarles “carros” a los coches, justo por la cercanía anglófona del primer sustantivo cuando en español existe el segundo, para la mayoría de nosotros la distinción fonética, ligada a su raíz etimológica, importa menos que aquello que queremos decir. Es como Andrés, el mozo que pide limosna para la lámpara del aceite en La guarda cuidadosa: «Ya todos entienden –le dice al soldado que protagoniza el entremés cervantino– que pido para aceite de la lámpara y no para la lámpara del aceite», o séase, como dijeran los clásicos: que no sea mamón… como yo, cuando me siento frente al ordenador.

Seguro te estarás preguntando a qué viene todo esto. Y, bueno, pues a eso de llamarles a las cosas, a ciertas cosas, por uno y no por otro nombre. Ahí tienes, por ejemplo, el texto que Cencos ha difundido en un boletín de prensa como «documento preliminar» del Pacto por la Paz con Justicia y Dignidad y que la Red por la Paz con Justicia ha publicado en su sitio güeb bajo el mismo nombre: según algunas y algunos compas, a quienes ya se les tilda de “duros” en la lógica de clasificar las posturas políticas en categorías lácteas de ultra o light, ése texto contiene los acuerdos del pacto ciudadano que, a decir de Javier Sicilia el 8 de mayo, “firmaríamos” en Ciudad Juárez; pero, para el mismo Sicilia, ese documento, al que él llama la Declaración de Juárez, es una mera relatoría de lo que se discutió en las mesas de trabajo y «decir que eso es un pacto, es simplemente ridículo».

He leído el texto de marras, hijo, y, en efecto, es una relatoría; pero la discusión no es sólo por dilucidar qué nombre le ponemos a ese documento, matarile-rile-rón; sino, si recoge acuerdos que los-abajo-firmantes están obligados a cumplir o no. Mira, he leído también la carta que Javier Sicilia les envía a las y los caravaneros del consuelo, desde «algún lugar del cielo de México», ésa en las que les dice que no chinguen y que no mamen con su sospechosismo a lo Creel, y coincido plenamente con él en que no puede llamársele más que “documento preliminar”, porque hace falta entrarle a la revisión de la redacción y, más importante aún, someter esos acuerdos a consulta con quienes, víctimas directas e indirectas o no, caminamos los pasos de este incipiente movimiento desde diferentes rincones del país.

Pero, aunque Javier Sicilia dice que no, que «nada se ha desdeñado, simplemente cada cosa ocupa un lugar y con ellas vamos tejiendo un mundo», no comparto su descalificación para con los acuerdos a los que se comprometieron quienes suscribieron dicho documento, el mismo Sicilia el primero; porque la pregunta central sigue estando en el aire: el texto-relatoría del 10 de junio, ¿contiene o no los acuerdos y compromisos que constituyen el Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad? Según el Diccionario de la RAE, pacto, del latín pactum, se refiere al concierto o tratado entre dos o más partes que se comprometen a cumplir lo estipulado; ¿será por eso que Sicilia insiste en no llamarle pacto a un documento cuyos acuerdos parece que, como dice Octavio Rodríguez Araujo (La Jornada, 16/06/11), simplemente no le gustan?

Personalmente, hijo, creo que no. La radicalidad que se expresa en lo que ahora vamos llamando el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad es de un tipo muy otro a esa otra radicalidad que para “desatar” el nudo gordiano no sabe sino cortar la cuerda. Se trata de ir a la raíz del problema, de desvelar la dinámica que ha venido devastando el tejido social que nos sostiene… o que nos sostenía… y el problema, mi amor, es la violencia; el uso abusivo de la fuerza. ¿Recuerdas el taller de capacidades y competencias para la resolución noviolenta de conflictos con Francisco Nava? Paco nos decía, palabras más, palabras menos, que destruir lo puede hacer cualquiera, lo verdaderamente difícil está en construir; porque, construir algo precisa de nosotros mucha más fuerza que la que usamos para destruirlo. ¿Qué más radical que eso? ¿Qué más radical que resistir a la tentación de responder a la violencia con más violencia?

Jaime Luis Brito, a quien aprecio y admiro no sólo porque lo quiero como a un hermano, sino porque sabe decir lo justo con poco, escribe en su columna “Tiempos Modernos” (La Jornada Morelos, 13/06/2011) que la Declaración de Juárez es un segundo punto de partida del movimiento, un nuevo peldaño al que habrán de suceder más encuentros, reuniones, discusiones y, por supuesto, actores, porque la emergencia nacional que padecemos sigue siendo, lamentablemente, una realidad en el país; coincide así con Javier Sicilia en que el primer peldaño tiene como punto de partida el documento del 8 de mayo, la, digamos, Declaración de Tenochtitlan, y con ello, creo, ayuda a destrabar esta discusión… aunque, es verdad, ello no explica porqué Javier Sicilia nos llama, primero, a discutir un documento y, luego, habiéndose modificado, desconoce parte de su contenido a pesar de haberlo firmado.

Pero sí lo hace una segunda carta del mismo Sicilia que se ha difundido desde el 18 de junio en la página de “MX Hasta la madre” en Facebook; algunos de cuyos fragmentos te comparto por su importancia y claridad:
«Es verdad que en Juárez, a la luz de [los] 6 puntos, se pusieron al desnudo muchas otras demandas de orden social y político –los dolores de la nación son inmensos y los pendientes de los gobiernos para con ellos grandes--. Sin embargo, llevar al pacto ciudadano todas esas demandas no sólo implica dejar de lado lo que da el carácter moral al movimiento de la Caravana: el dolor de las víctimas, sino que es la mejor manera de darle armas a los gobiernos para que no cumplan nada. Si nos mantenemos unidos en los 6 puntos, no sólo podremos reivindicar a las víctimas y ejercer una presión sostenida para lograrlo, sino que también podremos llevar la caravana hacia el otro punto del país: el Sur. Lo contrario es entrar en la dispersión, perder el mínimo suelo –sin el cual las otras demandas legítimas que surgieron en Juárez y a las cuales se agregarán muchas más, serán sólo ilusión– y perder, en la fragmentación de las diferencias que se sobreponen a lo esencial de los acuerdos, la fuerza acumulada a lo largo de estos meses. La gratuidad, queridos hermanos, no [se] usa, no se engríe, no se ilusiona, no busca provechos de ningún tipo. Es simplemente, en su debilidad, una extraña fuerza que reivindica la vida, esa parte, como decía Albert Camus, que sólo sirve para existir y sin la cual lo humano pierde su dimensión más preciada –esa dimensión que el consuelo no ha dejado de mostrar–: la belleza de vivir en común; es también, al igual que la poesía, el más gratuito de los oficios, la inmortal fuerza de la pobreza. Si la perdemos en nombre de diferencias que pueden sobreponerse a lo esencial, habremos perdido lo más preciado, traicionado el dolor de las víctimas y nos habremos impedido transformar el corazón de los violentos.
«Vienen momentos muy difíciles: el diálogo con las diversas instancias de gobierno –un diálogo que a la luz de los 6 puntos debe ser tan exigente, como nuestra dignidad, y tan propositivo, como la justicia y la paz que las víctimas y la ciudadanía con ellas claman; y la Caravana hacia el Sur. Si no mantenemos vivo en el dolor transformado en amor, que es la unidad, si no somos capaces de vivir en esa pobre e inestable fuerza de su impotencia –porque el amor es hueco, apertura, acogimiento y don–, todo terminará tragado por la desmesura del poder y de los intereses más legítimos.
«A lo largo de estos días caminados a su lado no he dejado de pensar en esa profunda máxima de San Bernardo que deberíamos rumiar en estos tiempos difíciles y bajo la luz de esos dolores inmensos que hemos iluminado en el amor: ‹En lo esencial, unidad; en la diferencia, libertad; en todo, caridad›.»
Caminemos, pues, por los acuerdos de la Declaración de Tenochtitlan y trabajemos porque dichas demandas se cumplan como un primer peldaño; pero, entrémosle desde luego a la discusión en torno a la Declaración de Juárez, porque, de seguir teniendo por respuesta de los poderes republicanos y fácticos, incluyendo la panda de ladrones que habitan en las cuevas de los partidos políticos, las mismas ceguera y sordera de hasta ahora, aunque no muy le guste a nuestro entrañable Sicilia, lo firmado en Juárez bien puede ser la plataforma de lo que será el siguiente escalón de este movimiento: la desobediencia y resistencia civiles de quienes como él estamos hasta la madre y, u, o hasta el padre.

5 de junio de 2011

5 de Junio, 2009. 14:45.





El reloj y el calendario se detienen. Son las siete de la noche del 28 de mayo de 2011. Miro hacia atrás en el tiempo, hace dos meses la noticia del asesinato por asfixia de siete personas en Temixco, Morelos, comenzaba a prender la mecha de lo que hoy puede convertirse en un movimiento ciudadano que, como dijera Javier Sicilia, le restituya la dignidad a esta nación; entre las víctimas, lo sabes bien, estaba Juan Francisco, hijo del mismo Sicilia.

Esta vez no estamos, sin embargo, en la Mérida de Yucatán celebrando el Día Mundial del Teatro, como hacíamos la noche que le arrancaron la vida a Juanelo, Jesús, Gabo, Julio César, Luis Antonio y sus tíos María del Socorro y Álvaro; estamos en la ciudad de Hermosillo, en Sonora, donde está por cumplirse el segundo aniversario de una tragedia cuya magnitud por el número y las edades de las víctimas convirtieron al Pitic en la Belén mexicana del siglo 21 y al 5 de junio en el nuevo día nacional de los santos inocentes.

Las luces del patio de butacas del Auditorio Cívico del Estado se apagan para dar paso a un video que es, a la vez, espejo: la toma apunta justamente a nuestros asientos. Así comienza Cananeas, obra escrita y dirigida por Sergio Galindo con los actuales integrantes del histórico TATUAS que fundara Óscar Liera. Al término de la función, nos ponemos de pie para aplaudir a estas dos agrupaciones de cómicos: el TATUAS y la Compañía Teatral del Norte, quienes bajo el lema “Menos Balas, Más Teatro” nos hacen aplaudirles también a los trabajadores que 105 años atrás fueron reprimidos brutalmente y a los de las muchas Cananeas que a pesar de empresarios, políticos y líderes charros que los someten siguen en pie de lucha.

Después de la segunda función, el teatro que abrigará a cada uno de los montajes que participamos en la Muestra Nacional de Teatro “De península a península” queda vacío. A tan sólo unas cuadras de allí, en una de las tiendas de la cadena Oxxo que al cumplir la regla capitalista de desplazar a la tradicional y por ello “incompetente” tiendita de la esquina contribuye con el desgarramiento del tejido social que padecemos, una familia entera es acribillada.

El reloj y el calendario siguen sin moverse. Así pasa la noche entera hasta que el día comienza a clarear. Duermes, tus ojos entreabiertos miran correr una a una las imágenes que habitan tu sueño, mientras las sábanas aguantan la respiración en medio de la llave que les aplicas torciéndolas entre tus piernas. Me visto y salgo a la calle donde la poca gente que ya ha salido de sus casas habla las mil y una versiones de porqué fueron asesinadas las personas de la víspera.

Mi paso me lleva a la plaza Emiliana de Zubeldía y sus naranjos; en especial a un pequeño santuario de cruces enmarcadas en una suerte de corral, como una gran cuna. El grito de Roberto Zavala, papá de Santiago de Jesús, que diera título a la crónica de Diego Enrique Osorno: Nosotros somos los culpables, retumba en mi cabeza: «yo también», me digo… Me callo… No quiero que mi ruido interior rompa el silencio que los 49 angelitos de la Guardería ABC se merecen; no quiero que empañe la sentencia del juicio ciudadano que hoy mismo, dentro de unas horas, se dictará al Estado mexicano desde la Plaza de la Constitución de la ciudad de México, sede de los Poderes de la Unión.

El veredicto, por denegación de acceso a la justicia, establecer el criterio de que las niñas y los niños no son sujetos de derecho, omisión al legislar, falta de asignación presupuestaria y negligencia, es: culpable.

De su condena, por falta de más espacio destaco lo siguiente:

1) Modificar el esquema de subrogación de guarderías del IMSS, así como de cualquier otro modelo de cuidado infantil que sea contrario a la Constitución y los tratados internacionales firmados y ratificados por el Estado mexicano;

2) Desarrollar una política pública a todos los niveles de gobierno que tutele de manera específica los derechos de la primera infancia, niñez y adolescencia, bajo la estricta observancia de que infantes, niños, niñas y jóvenes son sujetos de derecho;

3) Finalizar los juicios para determinar la responsabilidad de los servidores públicos involucrados en las conductas señaladas, de manera que se amplíe la acción penal contra todos los presuntos responsables acorde con las denuncias presentadas;

4) Construir un memorial donde están las instalaciones de la Guardería ABC para honrar la memoria de los niños y las niñas víctimas, así como garantizar la protección y tratamiento de los 104 niños y niñas que están lesionados, atendiendo de manera integral la afectación al plan de vida de sus familias, generando las condiciones para la atención económica, médica, sicológica y de cualquier índole necesarias, y

5) Aprobar y publicar para su entrada en vigor la Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil.

Hoy, mientras te escribo estas notas torpemente pergeñadas, es 4 de junio; la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por Javier Sicilia, comienza su marcha rumbo a Ciudad Juárez, «centro del dolor, la impunidad y la guerra» (Pietro Ameglio dixit). El reloj y el calendario continúan, no obstante, suspendidos: sigue siendo 5 de junio de 2009 y dan las 14:45.


Foto tomada de Taringa!