15 de mayo de 2015

Maestro.

No traiciones la causa proletaria;
haz conciencia de clase, vive libre...
deja ya esa actitud, esa plegaria
de cobardes, que ruegan humillados
a las plantas de necios potentados.

Levántate y que vibre
tu palabra sonora.
Maestro: es la hora
de que todos los hombres explotados
sientan la rebeldía dentro del pecho.

No hay derecho
para que los menos
vivan ya de los más, de los de abajo;
ya el fruto del trabajo
solamente es de aquél que lo practica.

Maestro: levántate y predica
la misa roja que le enseñe al mundo
a derrocar a todos los tiranos,
y que en lugar de amos y de esclavos
todos nos veamos como hermanos.

Nicolás López Loera.

15 de mayo de 1939.

Clases de Nada.*

Nadie sabe qué cuentos cuenta,
ni a quién le cuenta cuentos,
ni para qué se los está contando,
ni cuáles cuentos que cuente
se le van a pegar a quién en la memoria.

José Ramón Enríquez.


1

Sentado a contraluz respecto a la ventana por aquello de los ataques de migraña, boina, anteojos oscuros y barba vueltos rostro, José Ramón Enríquez Alcázar, hijo de doña Berta Alcázar y de don Isidoro Enríquez Calleja, y por esa vía hijo también del exilio español y republicano para más señas, solía leernos, platicarnos o citarnos de memoria a Sor Juana, Gómez de la Serna, López Velarde, García Lorca, Valle-Inclán o Cervantes, y después preguntarnos ya no qué habíamos entendido, sino qué pensábamos. Era como llevarnos de la mano, ora Virgilio, ora Beatriz, por los círculos infernales o gloriosos, o ambos, de la creación; pero, antes del parto poiético, era condición indispensable hacer un alto y pensar acerca de qué pensábamos o, más todavía, pensar si estábamos pensando.

Aquellas clases que ni siquiera figuraban en los planes de estudio del Centro aquél que, para decirlo con el mismo José Ramón, es de Teatro porque antes es Universitario, venían a configurarse como el espacio en donde lo visto en todas las demás asignaturas encontraba sentido. Sin embargo, para soltarnos el micrófono, el maestro tenía que haber encendido un cigarrillo y consumirlo poco a poco hasta haber conformado a su alrededor un ambiente tan enrarecido cuan mágico, coronado por un anuncio que pegado en la pared prohibía fumar.

Si hubiera de entresacar de los recuerdos alguna imagen para ubicar en su justa medida aquellas clases que tenían lugar en los umbrales del siglo 21, creo que ésta de José Ramón Enríquez fumando bajo aquél letrero conjug[l]aría con justicia la actitud aparentemente ácrata de este discípulo confeso de Juan de Mairena por línea paterna y la amorosa disciplina de su quehacer pedagógico. “Cada año ‒nos decía‒ veo llegar ante las puertas de esta Torrecita de Rapunzel en que estamos a decenas de jóvenes cuyos ojos brillan de tantas ilusiones que traen dentro; pero basta que entren para que la mamonería que rezuma incluso en las paredes borren el brillo, las ilusiones... todo.”

Allí estaban, pues, letrero y maestro. El letrero, como expresión prohibicionista de la supuesta sana pretensión de alguien tan afecto a las reglas que esperaba que aquél circulito rojo cancelando la imagen de un cigarrillo encendido y debajo de él la palabra NO fuera suficiente para inhibir los “malos hábitos” propios y ajenos. El maestro, protagonizando, más que una manifestación de rebeldía, el vivo ejemplo de lo que Morin llama pensamiento complejo; haciendo visible lo invisible, provocando con su sola actitud una oleada de interrogantes que nos conducían a pensar y pensarnos radicalmente; característica ontológica de este arte y este oficio que son porque, parafraseando a Luis de Tavira, lo son en el presente de la presencia y la presencia del presente.

2

La primera vez que hablé cara a cara con José Ramón Enríquez y no ya sólo con su palabra en negro sobre blanco vuelta poesía, obra de teatro o choro político de indudable apuesta por los márgenes fue una mañana de tantas que tuvo el mes de agosto de 1997, mes en el que José Ramón cumple años de vida y yo de teatro, que es como decir lo mismo. Yo había llegado con el corazón latiéndome a toda marcha para ver la lista de las y los aceptados a cursar el diplomado de actuación en ese mismo CUT de paredes rezumantes de mamonería. La segunda ocasión él estaba entre el público que vio una de las funciones que dimos de Y la historia comenzó... en el Tercer Encuentro de Teatro Comunitario de la Región de los Volcanes. Al final de la representación me llamó. Aún recuerdo que mientras caminaba hacia su encuentro el corazón me latía igual que un año atrás.

Ese latido se repetiría muchas otras veces: en sus clases, cuando por su voz se colaban don Guillermo Orea para hacernos muecas con la mitad del rostro oculta al público, doña Ofelia Guilmáin aguardando el instante para irrumpir en la escena y romper plaza dándose sus mañas para ver los toros, Fernando Balzareti y Octavio Galindo, gallardos y espléndidos, animales de la escena, o el viejo y sabio maestro Retes que gritaba aquello de “abusados, maestros; abusados... no pasa nada”; en escena, cuando los trabajadores técnicos del CUT aún no dejaban que sus mezquindades propias de su falsa conciencia de clase fueran más grandes que su tierna complicidad para con el oficio teatral y habíamos podido llegar al estreno de los fragmentos del Moctezuma II de Magaña que José Ramón mismo había pergeñado con sumo cuidado (valga la redundancia) para examinar a la Generación 2000-2004, la última que cursó la asignatura de Genealogía del Actor que también él diseñara para llenarnos las alforjas dionisíacas de pánico equipaje.

Esa vez segunda, me preguntaba a mí mismo qué querría el maestro; ¿me compartiría un par de consejos para la próxima vez que me atreviera a escribir y a dirigir algo?... y el latido agarraba fuerza nomás de puros nervios… como cuando sonó la tercera llamada del día que estrenamos Guerrero en mi estudio en la blanca Mérida, siendo yo su asistente de dirección… o cuando acabó la primera función de Orestes o dios no es máquina, de Miguel Ángel Canto, para la que escribió el texto del programa de mano… o cuando terminé de leer su Tarantela y me descubrí llorando, conmovido todavía por los textos de José María Galán: “un beso en el ombligo de vez en cuando, y algo de lluvia de oro los fines de semana, valen por su mirada de ternura”…

3

―A ver, mi vida, recuérdame –dijo, poniendo fin a mis pensamientos–: ¿acaso tú no eres el pendejo que no llegó a su entrevista y por eso no entró al CUT?

―Sí, maestro; yo...

―Bien ‒me interrumpió‒, ya vete; sólo quería saber qué tan avanzado estaba mi Alzheimer.

* Publicada en PasoDeGato. Revista Mexicana de Teatro. No. 40.

Kaaxankilil, la experiencia terapéutica del Sistema Río Abierto en la Mérida de Yucatán.

A Malky Castro Zavala le gustaba bailar desde que era una niña, eso la llevó a estudiar danza contemporánea en el Centro Estatal de Bellas Artes de Yucatán; allí, fue descubriendo que «cuando me conectaba con mi cuerpo y mi movimiento, pasaban cosas dentro de mí; me sentía más lúcida, más creativa, más vibrante.» Así fue naciendo su interés por conocer y explorar qué era lo que le pasaba dentro suyo y, en ese buscar, conoce la Fundación Río Abierto, creada en 1966 por la terapeuta María Adela Palcos en Buenos Aires, Argentina.

Luego de tres años de una formación profesional directa con la misma María Adela y sus colaboradoras y colaboradores más cercanos, Malky regresa a México y, en especial, a su propia tierra, donde se da a la tarea de ir creando y participando en diversos proyectos para ir involucrando a otras personas a pasar por la experiencia del trabajo terapéutico que ella misma descubrió por la vía del cuerpo.

El Sistema Río Abierto, nos dice Malky, se basa en técnicas psicocorporales cuya finalidad es contribuir al desarrollo integral del ser humano; así que «después de un recorrido por el estudio del Sistema, decido continuar mi búsqueda; en ella, voy descubriendo muchas maneras de trabajar, de respirar, de estar presente conmigo y con otras personas. Esta búsqueda me permite desarrollarme aún más en mis totalidades: aprendo a darle paso a mi intuición y, a través de ella, a dejarme fluir.»

Así nace Kaaxankilil, un lugar y un tiempo donde las personas puedan expresarse con toda su grandeza, a partir del cuerpo en su totalidad; un espacio de búsqueda constante para alcanzar un estado de equilibrio físico, psíquico y espiritual que permita el desarrollo como seres humanos a quienes se acerquen a conocer su propuesta de trabajo. «Invitamos a la gente a expresarse a través del cuerpo y su movimiento, pasando por la experiencia del encuentro consigo mismo y con el otro, desde el juego, el baile.»

Desde su fundación hace casi 50 años, el Sistema Río Abierto se ha expandido a más de una decena de países como España, Italia, Uruguay, Brasil, Israel, Estados Unidos, Rusia, Alemania, Austria, Suiza y, por supuesto, México. En nuestro país, sólo existen tres experiencias de este tipo: Río Abierto México, en la ciudad de México, Distrito Federal; Río Abierto Laguna, en Torreón, Coahuila, y Kaaxankilil, que bajo la coordinación general de Malky tiene su sede en Mérida, Yucatán.

La presentación formal de Kaaxankilil ocurrió la mañana del pasado 17 de enero en el marco de lo que fue su primera Clase Masiva de Movimiento Vital Expresivo del año: «una a una, uno a uno, fueron llegando las y los invitados de honor al nacimiento de un proyecto que ya ha dejado de serlo para volverse realidad y que aún lo sigue siendo para proyectarse hacia un mañana de crecimiento, reflexión, descubrimiento, placer, confrontación y autoconocimiento armónicos.» Ahora, este sábado 16 de mayo, va por la segunda edición del 2015.

Las clases masivas de Movimiento Vital Expresivo son sesiones únicas en las cuales se genera «un clima de armonía, confianza y placer de estar juntos; de energía grupal que favorece y torna agradable lo que se hace: el descubrimiento que hacemos de nosotras y nosotros mismos como parte del encuentro y el contacto con las y los demás en un presente que se recrea con el movimiento del cuerpo, de las emociones.» Esa vez, nos cuenta Malky, 56 almas vibraron al ritmo de la música del siempre solidario y generoso Gerardo Avilés.

«La invitación es a movernos con la música, con las emociones, con los impulsos vitales; a, como dice Vicenzo Rossi, poner el cuerpo en un viaje hacia la propia identidad, hacia el centro de nosotras y nosotros mismos en medio de profundas y sutiles alianzas que no se expresan con palabras, pues, el movimiento es un puente entre las más altas frecuencias del pensamiento, del sentimiento, de lo bello, de lo verdadero, de lo sublime, y las más bajas frecuencias de la materia, de lo concreto, lo sólido, lo visible.»

Cada clase masiva antecede a la puesta en marcha de un proceso terapéutico que va más allá de la experiencia inicial de estas mismas clases, el llamado Grupo Abierto de Movimiento Vital Expresivo: un grupo mixto cuyas sesiones están organizadas en períodos de diez encuentros-sesiones cada uno «donde el descubrimiento y el trabajo sobre sí echa mano de la técnica psicocorporal de Movimiento Vital Expresivo como puente para que cada quien, de manera individual, llegue a sus propios darme cuenta, cómo estoy, qué necesidades tengo

El primer grupo abierto, llamado así para diferenciarlo de los grupos cerrados donde el trabajo terapéutico es mucho más profundo y personalizado y quienes participan en ellos se comprometen a mantenerse constantes y “presentes desde la presencia” de principio a fin de los procesos, se llevó a cabo del 31 de enero al 25 de abril, logrando convocar a hombres y mujeres de diversas edades, profesiones y condiciones socioeconómicas, provenientes incluso de entidades federativas, como Nuevo León, Puebla, Quintana Roo y el Distrito Federal; además, por supuesto, de Yucatán. El siguiente grupo abierto tendrá lugar del 30 de mayo al 8 de agosto y ya ha comenzado a registrarse la gente que quiere ser parte de él.

Kaaxankilil «es un viaje hacia tu interior, donde te vas descubriendo una y otra vez dándote la oportunidad de reconciliarte y amarte con todo tu ser. Kaaxankilil es una apuesta por la salud consciente que nos lleve hacia la armonía y nos permita seguir en la búsqueda de la expresión de nuestro ser potencial», pues, explica Malky, Kaaxankilil significa en maya búsqueda; pero, no una búsqueda cualquiera, sino una búsqueda constante, permanente: «en la maya, para decir encontrar se dice buscar porque la idea de hallazgo está en la misma búsqueda: uno encuentra porque busca y al encontrar sigue buscando.»

Ahora bien, lejos de esas experiencias hoy tan de moda que en nombre de una felicidad individualista desconectada de todo levantan bunkers para que sus mundos internos no se “contaminen” con la supuesta infelicidad de los que día a día se viven y sobreviven en el mundo de afuera, Kaaxankilil ofrece su experiencia a instituciones públicas, empresas del sector privado y organizaciones de la sociedad civil interesadas en el logro de sus metas y objetivos de la mano de una mejor calidad de vida de sus integrantes; así fue como la Sesión del B del Módulo Cero con la cual inauguramos el Seminario de Actu@cción: herramientas escénicas para la actuación social, de Sacbé, Circuito regional de artes escénicas, consistió justo en una de sus clases masivas.

María Herrera Páramo, directora del Instituto Municipal de la Mujer de Mérida (2012-2015), con el cual Malky viene colaborando desde hace dos años, recomienda en el vídeo institucional de Kaaxankilil conocer y estar en la experiencia de las técnicas psicocorporales: «Para mí es un modelo de atención que deberíamos estar haciendo todas las instituciones públicas como parte de una prestación hacia una calidad de vida para las y los trabajadores de cualquier lugar.»

Como completo ideal al trabajo de búsqueda personal que se hace mediante el Movimiento Vital Expresivo, Malky misma emplea la técnica psicocorporal del Masaje Terapéutico que, al concebirse desde el Sistema Río Abierto como una relación de ayuda «que permite a la persona conectar con las propias necesidades emergentes en medio de la autoobservación», puede ser:

a) Masaje Circulatorio: Reequilibra la energía redistribuyéndola en todo el cuerpo a través de canales energéticos, dirigiéndola de las zonas más cargadas a las menos cargadas redistribuyéndola en todo el cuerpo, y

b) Masaje Correctivo: Destraba zonas a las que la persona no llega por sí misma, removiendo obstáculos o bloqueos y reacomodando la postura; con la posibilidad de poder ver cómo ésta puede influir en la postura de la persona ante la vida.

Queda, entonces, abierta la invitación para ser parte de esta experiencia terapéutica que al parecer es única en su tipo en Mérida, Yucatán; lo que explica que el cupo de 50 personas para el sábado esté a punto de completarse. Así que si usted busca relajarse un rato, energizarse otro o simplemente estar y sentirse bien, no estaría nada mal que se acercara a conocer la propuesta de Kaaxankilil, un proyecto que muy pronto se irá consolidando como un referente ético, profesional e innovador para quienes mediante el desarrollo de su potencial deseen alcanzar una condición de salud integral consciente en una búsqueda constante hacia la autorrealización; quien quita y se da cuenta que ya también usted se va encontrando porque se busca y, al encontrarse, se sigue buscando.

Aprendiz de balts’am.

Mi hijo y yo llegamos a tierras del Mayab en octubre de 2008. Somos migrantes dentro de nuestro propio país y, aunque muchos y muy entrañables sean nuestros lazos con los otros lugares de los cuales venimos, poco a poco nos hemos ido enamorando de Yucatán al grado de poder decir junto con Serrat que somos del lugar donde comemos.

Cuando mi terapeuta me invita a responder la pregunta: ¿quién soy?, no busco cómo hacerlo porque la verdad es que no sé quién soy y lo mejor que puedo hacer es decir cómo me llamo, cuántos años tengo, quiénes son mi gente, cuáles son mis herencias y a qué me dedico. Sin embargo, para mis amigas y amigos, y para quienes no lo son, en Yucatán soy un huach o, como alguna vez dijera una alumna mía, un extranjero nacional.

Suelo decir sin ambages, por una historia personal que sólo gente cercana a mí conoce, que mi hijo me salvó; no lo hizo solo, a mi lado estuvieron siempre mi padre, mi madre, mi hermano, mis hermanas, la mujer que era mi compañera y algunas y algunos buenos amigos, incluidos dos o tres de mis maestros; ahora puedo decir, sin cultivo, que Yucatán también me salvó.

Sin que ello, insisto, pueda definirme, soy un cómico; por “cómico” no quiero decir que me la paso contando chistes misóginos y racistas en el escenario, sino que me considero heredero de un oficio que dadas las extranjerías (mías y de quienes como ellas y ellos soy) ha adoptado a la escena como patria y matria. Y, en tanto cómico, llegué a estas tierras a compartir los dudosos saberes y pensares que traigo conmigo.

Sí, llegué, según yo, a enseñar; no obstante, a lo que llegué fue a aprender y hoy tengo la certeza de que más que maestro he sido alumno de mis alumnos. Esas cosas pasan por acá.

El maestro José Castro, papá de mi pareja actual, explica que en Yucatán se dice buscar (el verbo es kaaxan) en lugar de encontrar porque para la maya la idea de hallazgo está en la misma búsqueda: uno encuentra porque busca y al encontrar sigue buscando; uno busca para buscar, no para encontrar.

Así, porque como dijera Kavafis, lo importante del viaje a Ítaca es el viaje mismo más que llegar a Ítaca, yo en Yucatán me estoy buscando y he buscado que apenas soy un aprendiz de balts’am que sigue buscando, testigo privilegiado de las propias búsquedas de mis alumnas y alumnos.