22 de diciembre de 2007

Acteal, usted y yo...


El 22 de diciembre de 1997, en Acteal, municipio de Chenalhó, Chiapas, 45 indígenas (un bebé, 14 niños, 21 mujeres y nueve hombres) pertenecientes a la organización Las Abejas Sociedad Civil fueron asesinadas, asesinados, por paramilitares de extracción priísta que la mañana de ése día se movieron desde la comunidad Los Chorros con apoyo del presidente municipal, también priísta, Jacinto Arias Cruz, quien contó a su vez con una red de complicidades que abarcó a los gobiernos estatal y federal; priístas también.
La preparación de los trágicos acontecimientos en aquella víspera navideña habían sido denunciados con anticipación por periodistas, religiosos, defensores de derechos humanos y sociedad civil en general en medios de comunicación electrónicos e impresos, de modo que nadie podía llamarse a sorpresa de lo que sin duda fue, parafraseando a García Márquez, la crónica de una masacre anunciada.

Sin embargo, la mañana del 23 de diciembre, cuando estando preparándonos para un festival cultural en las calles de la ciudad de Querétaro nos enteramos de lo sucedido a través de la prensa escrita, la noticia cayó como un balde de agua helada en el que la impotencia pronto se acompañó de la indignación y la rabia contenidas a lo largo de los casi cuatro años de contrainsurgencia en Chiapas.

Aún así, la masacre, en la que resultaron también heridas unas 25 personas y otras cinco desaparecidas, no frustró las posadas, ni las cenas, ni las fiestas que despidieron al año y dieron la bienvenida al 1998 en que, ahora sí, la multimentada sociedad civil salió a las calles para “demandar” justicia, esclarecimiento del crimen, deslinde de responsabilidades, indemnización a las víctimas sobrevivientes y a los familiares de las víctimas mortales y castigo a los responsables intelectuales y materiales del homicidio que pronto fue considerado más bien un acto genocida.

A diez años de todo aquello sabemos que muy poco de lo poco que ya de por sí era lo anterior se logró. Los intelectuales que desde siempre han trabajado para “limpiar” las cloacas del poder no han dejado de tender velos de mentiras sobre lo que hizo posible que la masacre ocurriera y que se mantenga impune, lo que ha servido de espaldarazo a los “informes” y supuestos peritajes de las “autoridades” que debiendo arrojar luz para entender lo que pasó sólo han proyectado la sombra de la impunidad.

Libres han quedado entonces los principales responsables de lo que, por sus puestos, sabemos ya como un crimen de Estado: Ernesto Zedillo, expresidente de la República; Emilio Chauffet, exsecretario de Gobernación; Miguel Ángel Godínez, exsecretario de Defensa Nacional; José Ángel Gurría, exsecretario de Relaciones Exteriores; Mario Renán Castillo, exmando de la Séptima Región Militar; Julio César Ruiz Ferro, exgobernador de Chiapas; Homero Tovilla, exsecretario de Gobierno del estado de Chiapas; Uriel Jarquín, exsubsecretario de Gobierno del estado; Marco Antonio Besares, exprocurador general de Justicia del estado; David Gómez, exsubprocurador de Justicia indígena; José Luis Rodríguez, exdirector de Seguridad Pública estatal; Jorge Gamboa, excoordinador de las policías del estado, o Jorge Enrique Hernández, exsecretario técnico del Consejo Estatal de Seguridad Pública.

Como ninguno de estos personajes han sido siquiera llevados ante los tribunales y muchos de quienes sí han sido inclusive encarcelados por el crimen de lesa humanidad en Acteal son, al parecer, inocentes, no se puede hablar de una verdera indemnización a familiares de las personas asesinadas ni a sobrevivientes ni, mucho menos, de castigo a los responsables: sin justicia verdadera no hay restitución del daño que valga. Más aún, a la impunidad con que gozan estos hombres se sumó la repetición de esta misma historia sine talione por sus sucesores: los presidentes (perdón por el eufemismo) constitucional, de facto y legítimo, Vicente Fox Quesada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador; los gobernadores priísta, perrede-panista y perredista de Chiapas, Roberto Albores Guillén, Pablo Salazar Mendiguchía y Juan Sabines Guerrero, y la cauda de disfuncionales funcionarios públicos e impúdicos que legal, ilegal, espuria o legítimamente les acompañaron y acompañan.

Algo ha cambiado, sin embargo, en medio de todo. Hace diez años usted y yo compartíamos una indignación común, salíamos a las calles y protestábamos porque el acta de defunción dictada desde los centros del poder contra la autonomía y la resistencia de los pueblos indígenas no se viera cumplida. Hace díez años usted y yo llenábamos los diarios, revistas, programas de radio y telenoticieros con sesudas declaraciones “exigiendo” justicia o escribíamos canciones, poemas, cuentos o montábamos obras de teatro para que el olvido no hiciera mella.

Hoy, usted y yo, saludamos los megaplantones lopezobradoristas que bloquearon Reforma durante semanas y el desalojo de adherentes de La otra campaña que hicieron lento el tránsito en calles y avenidas por unos minutos. Hoy, usted y yo, acudimos a los mítines de AMLO en Tlaxcala para denunciar el fraude electoral mientras trabajadoras sexuales son reprimidas por el gobierno municipal petista, es decir, frenteampliopositor, de Apizaco, sin que usted ni yo digamos nada.

Hoy, usted y yo, vemos cómo el gobierno perredista de Chiapas reconoce al gobierno espurio federal panista y recicla a los funcionarios priístas que cubrieron las espaldas a los asesinos en Acteal, no nada más sin que el presidente legítimo diga nada, sino hasta dándole su respectivo abrazo navideño y compartiendo sus coronas de flores, y, usted y yo, nos quedamos de brazos cruzados… bueno, casi, porque eso no nos impide acusar a los zapatistas de reaccionarios (aunque usted y yo seamos quienes saludamos la llegada de un rector priísta a la UNAM) o de hacerle el juego a la derecha (aunque usted y yo hubiéramos sonreído por las veces que comieron juntos Carlos Slim y Norberto Rivera con AMLO).

Hoy, los familiares del bebé, los niños, las mujeres y los hombres en su mayoría ancianos asesinadas, asesinados, siguen esperando que se haga justicia, y los asesinos preparan, con la complicidad panista y perredista de los gobiernos espurio y legítimo, la nueva celada; mientras tanto, usted y yo…

15 de octubre de 2007

Todos somos guardianes de la Tierra.



“si el enemigo está globalizado, a globalizar la rebeldía”.


La Luna, cual signo de los tiempos avanza en su caminar desde su cara nueva al creciente mientras un mariachi yaqui, que en nada se parece a cualesquiera de los mariachis que antes hubiéramos visto y oído, le saluda en su paso por la noche. La dama de plata está feliz, y no es para menos; abajo, en su abrigo, la palabra germina en luchas que se multiplican, esperanzas que se suman, alegrías que se alimentan, utopías que se siembran, dignidad que se cosecha.
Casi 600 delegadas y delegados de 67 pueblos indígenas residentes en 12 países del continente que los invasores llamaron América han reescrito sus historias de resistencia y explotación, de rebeldía y humillación. Comenzaron las y los representantes de las naciones Achumani, Ahniyvwiya (cherokee), Lakota (sioux), Ndee (apache), Kuma (comanche), Naabeehó dine'é (navajo), Aqwesasne, Mohawk, Salish, Anisnawbe, Cayuga, Onondaga, Ojibwa, Hopi, Secwepme, Tuscarora, Ktnuxa, Cree, Creek, Gitxaan y dignas mujeres xicanas que tras refrendar su ser indígena también dieron su palabra, aunque en un principio se les había negado el espacio; todas de Estados Unidos y Canadá.
Siguió el turno a las naciones Mayo Yoreme, Maya, Binizaa (zapoteca), P’uréhpecha, Triqui, Tohono O’odham (pápago), Ñahñu (otomí), Chol, Tzeltal, Cuicateco, Rarámuri (tarahumara), Ñuu sávi (mixteco), Tzotzil, Tehua (tlapaneco), Mazahua, Nahua, Zoque, Cucapá, Kumiai, Tepehuano, Popoluca, Chichimeca, Cora, Pame, Amuzgo, Tlahuica, Concaá (seri), Guarijío, Coca, Paipai, Kiliwa, Wixárika (huichol) y la anfitriona Yaqui, de México; que antecedieron a las naciones Guaraní, Kekchí, Tarapacá, Maipú, Aymara, Kichwa, Mam, Lenca, Miskito e Inka de Centro y Sudamérica, para dar cuenta que la historia de despojo que protagoniza el sistema de explotación capitalista no respeta diferencias geográficas ni culturales: “No conocíamos la realidad de los pueblos del norte, pensábamos que por estar en países desarrollados no tendrían problemas; ahora vemos que sus problemas son como los nuestros”; confían los wixaritari Santos de la Cruz y Lauro Carrillo en entrevista con Carlos Aparicio, de Radio Bemba.
Día tras día, hasta la noche del 13 de octubre, 24 horas después de que los movimientos indígenas de arriba terminaran su encuentro por la victoria histórica de los pueblos indígenas del mundo, la palabra de los movimientos indios de abajo fue subiendo a encontrarse con aquellos en un murmullo común que fue juntando rabia y convicción: “Seguimos resistiendo y vamos a seguir –dice Yolanda Meza, indígena kumiai cuya comunidad en Baja California, La Zorra, está siendo invadida ya por un gaseoducto estadounidense- no lo digo débil, estoy segura de que así va a ser.”

Libertad a presos ecologistas y políticos
Entonces, a la mar de palabras e historias colectivas engarzadas nación por nación, tocó el turno a los primeros acuerdos sobre los temas de guerra de conquista, despojo, desprecio y explotación de los pueblos, lo mismo que el cómo resisten, sus propuestas y demandas. En Oaxaca, en Santa Lucía del Camino para ser más específicos, lugar donde cayera asesinado el año pasado nuestro compañero Brad Will, documentalista de Indymedia Nueva York, y que reuniera a pueblos de Chiapas, Yucatán, Tabasco, Campeche y Oaxaca mismo, las demandas principales fueron la liberación de presas y presos ecologistas y políticos; detener la persecución a luchadores sociales y defensoras de recursos naturales y que fuera respetado el régimen de bienes ejidales, contrario al Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede).
Pero, como dijera el nahua Juan Dionisio, no todo es lamento, y entre sus propuestas se encuentran, por ejemplo, impulsar tequios, proyectos de autonomía y gestión y asambleas comunitarias; promover una educación distinta a la oficial, basada en la filosofía de la cosmovisión de cada pueblo para preservar las lenguas maternas y recuperar las formas de adoración y los ritos ancestrales, y tejer redes fraternas contra los desalojos que pudieran convocar a paros conjuntos en todo el país.

Boicot continental a las Olimpiadas de Invierno
En Magdalena de Kino, la subsede quizás más cubierta por los medios corporativos de comunicación dado la participación de la Comisión Sexta del EZLN y su delegado Zero, el Subcomandante Insurgente Marcos, un ingrediente significativo estuvo en la presencia de delegadas y delegados jóvenes de unas 21 naciones de los países del norte que llegaron a imprimirle dinamismo al Encuentro con sus cánticos, gritos de batalla, músicas y danzas aderezadas con declaraciones como: “si el enemigo está globalizado, a globalizar la rebeldía”, “todos somos guardianes de la tierra y si la destruyen nos destruyen”, “la tierra no se vende, con la vida se defiende”.
Las historias de despojo se repiten con detalles particulares, lo mismo que las propuestas; pero en esta subsede, abrigada por territorio Tohono O’odham, resaltaron las declaraciones de carácter abiertamente anticapitalista, como el rechazo a leyes y proyectos expansionistas del tipo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), luchar por una América sin fronteras y tejer una red de hermandad que incluya la construcción de medios alternativos de comunicación en contra de las fuerzas de ocupación de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, los cuales están emprendiendo actos de genocidio hacia los pueblos indígenas en colusión con corporaciones transnacionales.
Pero quizás la demanda que dará qué decir por su posible impacto mediático sea la de convocar a un boicot continental contra las Olimpiadas de Invierno que los malos gobiernos esperan celebrar hacia el 2010 en Columbia Británica, también conocida como Vancouver, territorio propiedad de la Tribu Tortuga que no ha sido cedido, mucho menos vendido, y que está significando una destrucción ecológica de la mano de carreteras y centros urbanos que, además, se traducirá en una inmensa e impagable deuda para las generaciones futuras.

“Nuestra lucha no es sólo nuestra, ni es nada más la lucha nuestra”
A hora y media de la ciudad más grande y poblada del planeta, la sede de San Pedro Atlapulco acordó traer a esta plenaria en Estación Vícam un enérgico repudio a la escalada represiva del gobierno federal y en particular militarización y paramilitarización del país, tanto en zonas urbanas como rurales; demanda a la que sumaron la exigencia de liberación inmediata a las y los presos políticos de San Salvador Atenco y Oaxaca. Así también, rechazan la imposición de megaproyectos como el Plan Puebla Panamá; resisten contra las acciones de las empresas transnacionales que promueven el uso de semillas transgénicas, agrotóxicos y biocombustibles que a la larga dejarán desiertos verdes donde no pueda existir más vida que la de sus monocultivos, y enfrentan igual la monopolización de nuestras fuentes de vida, principalmente nuestras aguas y montañas, como lo muestran las luchas contra la gasolinera Milenium 3000, en Cuautla (dos de sus defensores fundamentales, Jonathan González y Silvia Espinoza perdieron la vida recientemente en un accidente que no se descarta haya sido un atentado).
Si en Magdalena de Kino las y los delegados enfatizaron el despojo y la explotación como resultado del sistema capitalista, en Atlapulco la voz primera no dejaba de señalar que no sólo los pueblos indios han padecido el embate de éste modelo económico; que la lucha por la defensa de nuestros recursos naturales, nuestras culturas, nuestra cosmovisión, nuestras autonomías tiene que ir a la par de las luchas de otros sectores: obreros, estudiantes, amas de casa, artistas, intelectuales, etcétera, y por ello insisten en que los resolutivos del Encuentro sean tomados en cuenta para la elaboración de un Plan Nacional de Lucha.

Derecho consuetudinario a la comunicación
Finalmente, desde el corazón de la meseta tarasca y asiento destacado del Congreso Nacional Indígena, la subsede bajo cobijo ñahñu en Santiago Nurío, Michoacán, acordó traer su palabra colectiva vestida de acuerdo para denunciar la manipulación de los partidos políticos, que en aras de resultar ganadores en procesos electorales suplantan a las asambleas comunales convirtiéndolas en asambleas generales sólo con fines electivos.
Se reconoce que las nuevas generaciones “hemos tomado conciencia de quienes somos luego de que sufrimos discriminación”, de que en las escuelas “nos prohíben nuestra lengua” y que los sacerdotes o pastores dicen que “nuestras danzas son pecado.” Así, destaca como propuesta constante hacer los esfuerzos para hacer y crecer medios alternativos nuestros: el derecho consuetudinario a la comunicación, como dijera en su momento Ernesto Argüelles, voz y comisión de las Autoridades Tradicionales de los Ocho Pueblos de la Tribu Yaqui.

La Declaración de Vícam
El velo de la noche asoma tras seguir al padre Sol en su carrera por el cielo. El sudor ha pegado en las pieles, morenas, blancas, rosadas y café con leche, el polvo que caracteriza a Estación Vícam. El ciclo se cierra. El hermano rarámuri Francisco Palma Aguirre, el Subcomandante Insurgente Marcos y Mario Luna, secretario de las autoridades tradicionales en Vícam, comienzan el dibujar del glifo de su palabra.
En representación del Congreso Nacional Indígena, Palma Aguirre lee la llamada Declaración de Vícam: “Somos descendientes de los pueblos, naciones y tribus que primeramente dieron nombre a estas tierras, que nos nacimos de nuestra Madre Tierra y mantenemos un respeto sagrado hacia quien nos provee la vida y nos guarda en la muerte; en consecuencia manifestamos ante el mundo entero que defenderemos y cuidaremos con nuestra vida a la Madre Tierra”.
El temazcal mañanero comienza a hacer estragos en los cuerpos que no están acostumbrados a ser paridos por segunda o tercera vez y la impaciencia, característica de más de uno de los observadores, comienza a hacer mella.
“El dolor sufrido por el ataque de los invasores apoyados en falsos argumentos de exclusividad cultural y arrogante presunción civilizatoria con el fin de despojar nuestros territorios, destruir nuestras culturas y desaparecer a nuestros pueblos no ha terminado; por el contrario, crece día con día. [Pero] Junto con el dolor y la pesadilla que provoca el capitalismo salvaje crece la resistencia y la indignación de nuestros pueblos.”
En un costado, una hilera de bicicletas aguardan donde alguna vez quizás sólo hubo caballos; por allá, decenas de casas de campaña que formaron parte del paisaje yaqui en estos cuatro días comienzan su regreso a las mochilas y éstas a las espaldas de las y los asistentes.
“Rechazamos la destrucción y el saqueo de la Madre Tierra a través de la ocupación de nuestros territorios para la realización de actividades industriales mineras, agroempresariales, turísticas, de urbanización salvaje e infraestructura; así como la privatización del agua, la tierra, los bosques, los mares y las costas, la diversidad biológica, el aire, la lluvia, los saberes tradicionales y todo aquello que se nace en la Madre Tierra.”
Queda en la memoria la fiesta de la noche anterior y sirve de promesa para cuando la palabra deje su paso a la música y la danza en esta noche última.
“Denunciamos que la guerra de conquista y exterminio capitalista agudiza como nunca antes la explotación de los integrantes de nuestros pueblos en las grandes plantaciones y en las maquiladoras o como migrantes en ciudades y en países lejanos a sus comunidades de origen, donde son contratados en las peores condiciones; llegándose a los casos de esclavitud y trabajo forzado.”
El padre Sol ha terminado por retirarse y cuatro estrellas aparecen no con la noche, que ya ha sentado sus reales, sino sobre un lienzo tricolor que por segunda vez hondea en estas tierras.
“Rechazamos el establecimiento de grandes tiendas transnacionales que despojan de los recursos económicos a las comunidades; así como rechazamos las políticas neoliberales que han debilitado nuestras economías comunitarias, destruido nuestra soberanía alimentaria, la pérdida de nuestras semillas nativas. Declaramos que frente a las semillas transgénicas y el uso de agroquímicos seguiremos sembrando nuestras semillas nativas, desarrollando nuestra agricultura tradicional y cuidando a la Madre Tierra. Llamamos a la unidad de todos los pueblos indígenas de América para enfrentar la guerra de conquista y exterminio capitalista y consolidar nuestra libre determinación”.

Una palabra que viene desde el origen de la Humanidad
Tocaría su turno a Marcos, quien saludaría en lenguas yoreme, española e inglesa a las Autoridades Tradicionales de la Tribu Yaqui en Vícam; a las y los líderes, representantes, delegados y autoridades de los pueblos originarios de América presentes en el Encuentro; a los hombres, mujeres, niños, y ancianos de la Tribu Yaqui; a observadoras y observadores de México y el Mundo, y a las trabajadoras y trabajadores de los medios de comunicación.
“El dolor de nuestros pueblos ha sido nombrado por quienes lo padecen desde hace 515 años: las cuatro ruedas del carruaje del dinero, para emplear las palabras del yaqui, rodando de nuevo sobre el camino hecho de la sangre y el dolor de los pueblos indios del continente como antes; como hace 515 años, como hace 200 años, como hace 100 años. Sin embargo algo ha cambiado: Nunca antes la destrucción había sido tanta y tan irremediable. Nunca antes había sido tanta y tan grande la estupidez de los malos gobiernos que sufren nuestros países. Nunca antes había sido tanta y tan incontrolable la brutalidad contra tierras y gente. Porque ocurre que lo que están matando es la tierra, la naturaleza, el mundo.”
A lo lejos se anunciará que el camión que llegó de Atlapulco está por partir. Quienes vinieron en su propio mueble, como dicen por acá a los autos, no tienen prisa; tampoco la tienen estos hombres y estas mujeres cuyo caminar se remonta por lo menos 515 años atrás.
“Los falsos jefes, los malos gobiernos, son idiotas que celebran los eslabones de la cadena que los subyuga. Cada vez que un gobierno recibe un préstamo del capital financiero internacional lo presenta como un triunfo, lo publicita en periódicos, revistas, radio y televisión. Nuestros gobiernos actuales son los únicos en toda la historia de la Humanidad que festinan su esclavitud y la agradecen y bendicen. Y se dice que es democracia que el comando de la destrucción esté a disposición de partidos políticos y caudillos. Democracia electoral es como los mandones llaman a la lucha por acceder al negocio de vender la dignidad y llevar adelante la catástrofe mundial. Allá arriba, en los gobiernos no hay esperanza alguna, ni para nuestros pueblos indios, ni para los trabajadores del campo y la ciudad, ni para la naturaleza.”
En un costado, una hilera de bicicletas aguardan donde alguna vez quizás sólo hubo caballos; por allá, decenas de casas de campaña que formaron parte del paisaje yaqui en estos cuatro días comienzan su regreso a las mochilas y éstas a las espaldas de las y los asistentes.
“En estas tierras que llamaron Nuevo Mundo, ellos impusieron su geografía. Hubo desde entonces Norte, Sur, Oriente y Occidente, y fueron acompañados de signo de poder y de barbarie. Los siete puntos cardinales de nuestros antepasados: el arriba, el abajo, el frente, el detrás, el un lado, el otro un lado y el centro fueron olvidados y en su lugar llegó la geografía de arriba con sus divisiones, fronteras, pasaportes, green cardminute men, la migra, los muros fronterizos. Y pusieron también su calendario: para arriba, los días de reposo y bienestar; para abajo, los días de desesperación y muerte. Y celebran cada 12 de octubre el día del Descubrimiento de América, cuando en realidad es la fecha del inicio de la guerra más larga de la historia de la Humanidad, una guerra que dura ya 515 años y que tiene como objetivo la conquista de nuestros territorios y el exterminio de nuestra sangre.”
Cuando las palabras dichas por Marcos sean traducidas para resonar en otros oídos con otras lenguas los compas de Radio Bemba, después de ocho horas de transmisión continua y cuatro jornadas de titánico trabajo, mirarán sus relojes rezando que no se les atraviese la Hora Nacional.
“Lo que algunos llaman sueño, utopía, imposible, buenos deseos, delirio, locura se escuchó aquí en la tierra del yaqui con otro tono, con otro destino, y hay un nombre para esto que hablamos y escuchamos en tantas lenguas, tiempos y modos. Hay una palabra que viene desde el origen mismo de la Humanidad y que marca y define la lucha de los hombres y mujeres de todos los rincones del planeta. Esta palabra es Libertad. Es lo que queremos como pueblos, naciones y tribus originarias. Libertad. Y la Libertad no esta completa sin la Justicia y sin la Democracia, y no puede haber nada de esto sobre el robo, despojo y destrucción de nuestros territorios, de nuestra cultura, de nuestra gente […] En el calendario que empezamos a caminar, en la geografía que acordamos, una gigantesca subversión continúa; para sus modos y medios no hay manuales, libros de recetas, ni dirigentes de escritorio y academia. Hay, en cambio, la experiencia de los pueblos originarios, pero ahora con el apoyo y la decisión de los trabajadores de la ciudad y el campo, de los jóvenes y jóvenas, de las personas de edad, de los otros amores, de los niños y niñas, de todas y todos quienes saben que para el mundo no habrá otra oportunidad si esta guerra la ganan los que están arriba. La rebelión que sacudirá al continente no repetirá los caminos y paso de las anteriores que cambiaron la historia, será otra. Entonces, cuando amaine el viento que seremos, el mundo no habrá terminado su largo caminar y tendrá la oportunidad de hacerse con todas, con todos, un mañana donde quepamos todos los colores.”

Punta de flecha
“Soportamos la crítica fuerte –dice Mario Luna tomando la voz de las y los anfitriones-, la mentira, el cansancio, las inclemencias. Pero todo eso no es nada cuando la compartimos entre todos, hermanos y amigos. A ustedes, todo nuestro agradecimiento por su visita, y a los que nos criticaron les demostramos que cuando los grupos indígenas queremos hacer algo no hay quien lo detenga. Hermanas, hermanos, como su nombre lo indica, Vícam no es un destino, es un inicio del nuevo rumbo y el nuevo horizonte que vamos a construir juntos. Terminan pues aquí los trabajos de esta jornada, pero desde este momento empezamos a trabajar sobre la otra.”
Mario aprovecha para preguntar la hora, son las 19:45 Tiempo de la Montaña. Sobre el lienzo tricolor, la dama de plata corona la parte superior de la tela y el padre Sol aguarda abajo para nacerse de nuevo; al centro, una cruz negra completa los símbolos de ése blanco escoltado por el azul del cielo y el rojo de la sangre que por debajo de estas pieles circula, llevando consigo a otras tierras la misma esperanza, la misma dignidad, la misma tierna rebeldía.

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3 de octubre de 2007

¿ACTEAL II?


En diciembre de 1993 el zapatismo se mostró a México y el mundo descorriendo el maquillaje del virrey que despachaba entonces desde Palacio Nacional la venta por liquidación del territorio comprendido entre los ríos Bravo y Suchiate. La respuesta no se hizo esperar y Carlos Salinas de Gortari, quien ya soñaba (como uno de los tres cochinitos) que era rey, ordenó en su carácter de comandante supremo de las fuerzas armadas el exterminio inmediato de los "revoltosos": estaba en juego la flamante entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y su candidatura a la Organización Mundial del Comercio.

Pero 12 días después, los mismos que tardó esa Señora que luego Marcos llamará la Sociedad Civil en quitarse las medias y ponerse las botas o los tenis para salir a las calles, la maquinaria de guerra se detuvo… o pareció detenerse. El gris bobalifónico que sucedió en la Silla del Águila al gangster que también fue conocido con el mote de "El Chupacabras", pronto nos hizo saber que la guerra seguía allí; llegaría febrero de 1995, después diciembre de 1997, y la guerra nos marcaría la memoria con el asesinato de 45 hombres, mujeres y niños indígenas en Acteal.

La herida que no sutura

Acteal dolía y duele por muchas razones. Una de ellas, la más aceptada, que la sangre allí vertida era de gente inocente asesinada de la manera más cruel, para dar cuenta de cómo había llegado la democracia a México. Otra, menos reconocida: la imposibilidad nuestra de cumplir la palabra empeñada. Sí, nuestra. En agosto de 1994, tres años antes de Acteal, en el seno del primer Aguascalientes zapatista y como parte de la que fue la Convención Nacional Democrática (ésa de la que ahora el lopezobradorismo se toma nombre y discursos prestados para maquillar de democrático su caminar caudillista apostando a la desmemoria), el EZLN dio su palabra de no usar las armas para la construcción de un México nuevo y mejor, pues era tiempo de que las balas callaran para darle una oportunidad a la palabra. A cambio, el pedacito de sociedad civil que acudimos a Guadalupe Tepeyac (unas 6 mil personas, incluyendo reporteros), prometimos que nos organizaríamos y que por medios pacíficos haríamos de este país un lugar digno para nuestros pueblos originarios.

Trece años después, ellas y ellos, las y los zapatistas, han cumplido cabal; nosotras y nosotros, estos hombres y estas mujeres que formamos la llamada sociedad civil, no lo hicimos... al menos no todas y no todos. Así que siguieron tres años de una guerra que llaman de baja intensidad, donde el gobierno simuló estar dialogando con las y los zapatistas y donde la sociedad civil (léase las organizaciones y colectivos colocados a la izquierda del espectro político, porque hay otras que estando a la derecha también son sociedad civil) aparentó estar trabajando en la construcción de ese México democrático. Las amenazas gubernamentales a los delegados zapatistas crecieron de tono, la respuesta de la sociedad civil se fue diluyendo; todo estaba listo. Sucedió entonces el atentado a la hermana del obispo Samuel Ruiz y nadie, o casi nadie, hizo nada… la mesa estaba servida.

Los chacales llegaron a la ermita en Chenalhó mientras los hombres y mujeres de Las Abejas rezaban, como dice la canción, para conseguir la paz. La pesadilla duró poco más de seis horas. Cuando a eso de las cinco de la tarde la policía (que desde las 10 de la mañana se encontraba a unos 200 metros del lugar) entró a la comunidad, lo primero que hicieron fue levantar los cuerpos ya sin vida de 9 hombres, 21 mujeres y 15 niños antes de que llegara la prensa para intentar ocultar el grado de barbarie que allí se había alcanzado. No lo consiguieron, más temprano que tarde el mundo entero supo que, por ejemplo, cuatro de las mujeres estaban encinta con entre diez semanas y cinco meses de embarazo y que sus verdugos, no conformes con quitarles la vida, les abrieron el vientre para arrancarles "las semillas que hasta esa mañana germinaban en ellas" dejando sus entrañas regadas por las paredes y el suelo de la ermita.

Entonces sí, la Señora Sociedad Civil salió de nuevo a las calles (claro que para ello no suspendería sus cenas de navidad ni de año nuevo), y en enero la plaza de la Constitución, el llamado Zócalo capitalino, lució miles de velas encendidas en un reclamo común cuyo aliento duró muy poco: a Acteal siguieron Chavajeval, Unión Progreso y muchos agravios más. Dos años y medio después, la Señora Sociedad Civil saldría de nuevo para hacerse oír, era domingo de elecciones y decidió firmar el primer y único cheque de su endeble democracia para comprar la salida del PRI de Los Pinos. El costo resultó muy alto, la naciente democracia fue asesinada del mismo modo que los niños en los vientres de las madres de Acteal y el PRI no sólo no salió de Los Pinos, sino que se vistió con las ropas de sus opositores para ser gobierno con ellos.

Los nuevos trajes del rey

La derecha, que había sido oposición al régimen de partido de Estado durante seis décadas, veía cumplida por fin, sino la promesa de llegar al reino de los cielos, sí la de alcanzar la presidencia de la República, y para dar muestras de la clase de gobierno que sería no nada más garantizó la impunidad de los criminales a los que supuestamente perseguiría sin cuartel, sino que se asoció con ellos. Mientras, por su parte, la izquierda partidista que dos años atrás había llegado al gobierno de la ciudad de México, pero que no había podido ganar el despacho de Palacio Nacional, entendió perfectamente la lección.

Lo primero que hizo ésa izquierda agazapada tras las siglas de una supuesta Revolución Democrática fue traicionar la palabra empeñada en 1998 de apoyar el proceso de autonomía de las comunidades y pueblos indígenas, no sólo zapatistas, cuando en 2001 sus senadores aprobaron la contrarreforma foxista en la materia y sus diputados siguieron levantando el dedo a favor de leyes que terminaron por cerrar el cerco legislativo, como la llamada Ley Monsanto. Luego, se dieron a la tarea de promover como candidatos a todo puesto de elección popular que se les pusiera enfrente a ex militantes del PRI que no sólo se habían destacado por perseguir y asesinar a perredistas durante los primeros 12 años de salinato, sino que participaron en la estrategia contrainsurgente para con el zapatismo. Finalmente, en medio de un discurso aparentemente popular, pero siempre de coqueteo con la cúpula empresarial y eclesiástica, se aliaron con los caciques y paramilitares en Chiapas.

Así llegamos a octubre de 2007. Para este momento, el ilegal e ilegítimo gobierno federal panista (que desde un principio marcó de desprecio y negación su responsabilidad ante el conflicto que insisten en reducir sólo a territorio chiapaneco), ha retomado la estrategia de guerra de baja intensidad que al ritmo de los dictados en el Pentágono, el Banco Mundial y el FMI impulsaron Salinas, Zedillo y Fox. El perredismo, tanto local como nacional, se ha hecho cómplice de ello no sólo con un mutismo criminal, como sucedió en Atenco en mayo de 2006; sino aportando sus propias fuerzas policiales y paramilitares, como quedó de manifiesto en Zinacantán en abril de 2004.

Hoy, sobre las comunidades y pueblos zapatistas se cierne una amenaza de dimensiones similares a las de 1997 (de ello ya han dado larga cuenta periodistas como Hermann Bellinghausen, Blanche Petrich o Gloria Muñoz, lo mismo que organismos de derechos humanos como el Frayba y el CAPISE). Esta vez la estrategia incluye, igual que durante el segundo sexenio del salinato, el de Zedillo, la participación de la Secretaría de la Reforma Agraria para hacernos creer que se trata de un "simple" conflicto por la posesión de la tierra y no de una embestida más de grupos paramilitares financiados por los gobiernos estatal chiapaneco y federal en turno que son entrenados por la Secretaría de la Defensa Nacional. No es casual que detrás de estas acciones estén los mismos personajes que durante el priismo dieron su auspicio a organizaciones armadas criminales como éstas, con la diferencia de que en lugar de la guayabera tricolor hoy visten el traje blanquiazul panista y la camiseta negroamarilla perredista.

El regreso a la pesadilla

Que líneas arriba digamos que la amenaza sobre las comunidades y pueblos zapatistas es similar a la del invierno de 1997 no quiere decir que sea igual. Por el contrario, creemos que esta vez es todavía más grave por un aspecto clave: en aquél entonces, a casi cuatro años de la insurrección que colocó al zapatismo en el aparador político nacional e internacional, el apoyo de la Señora Sociedad Civil en México y el mundo, aunque insuficiente para parar las muertes que a cuenta gotas seguía cobrándose el Imperio y su gerencia en México, llegaba a detener algunas de las acciones contrainsurgentes para con el zapatismo diseñadas por la misma empresa que hoy asesora a Vicente Fox en asuntos de supuestas políticas públicas, la RAND Corporation. Pero hoy, mientras la derecha se prepara para dar el zarpazo que el priismo no pudo asestar contra la dignidad que camina y que es del color de la tierra, la izquierda electoral y buena parte de los intelectuales que le acompañan miran de un modo extraño, casi podría decirse que con gusto, lo que creen será el descabezamiento de una fuerza política que ha criticado fuertemente la falta de congruencia del perredismo.

En 2006, luego de la represión en Atenco y en vísperas de las elecciones federales, escribía:
"Si ustedes [quienes votarán por Andrés Manuel López Obrador], agarrados de su enojo que tienen por lo que decimos de las finísimas personas con que se hace rodear su candidato, o de la propia memoria de lucha y resistencia que según nosotros ha traicionado, si ustedes continúan de brazos cruzados como hasta ahora lo han hecho para con nuestras presas y presos, nuestros desaparecidos y desaparecidas, sólo por ser adherentes de la Sexta e integrarse en la Otra Campaña, la violencia alcanzará de nuevo estas tierras y será tanta que no sólo salpicará nuestros televisores y periódicos."
Lamentablemente (y no se necesitaba ser ni el más mediocre de los analistas para adivinarlo), eso fue lo que sucedió y hoy es moneda corriente ver a camiones de militares armados transitando fuera de sus cuarteles en abierta violación a la Constitución, con tareas asignadas que igual contradicen lo que dicta la Carta Magna y, claro, los casos de agresiones y crímenes no se han hecho esperar. Allí están, por sólo dar algunos ejemplos, doña Ernestina Ascencio, violada y asesinada en Veracruz por militares; la familia Esparza Galaviz, asesinada por militares en un retén en Sinaloa o las bailarinas y trabajadoras sexuales de Castaños, Coahuila, violadas también por militares.

Por otra parte, la criminalización de los movimientos sociales ha dado paso a una escalada represiva que tiene entre sus casos más recientes, después de los hechos en San Salvador Atenco, la militarización de Oaxaca para intentar detener el digno caminar de la APPO, las detenciones ilegales en contra de jóvenes que rechazaron la visita de George W. Bush, en Yucatán; las amenazas e intentos de homicidio en contra de integrantes de las organizaciones y colectivos que se oponen al despojo que protagoniza la Minera San Xavier (filial de la canadiense Metallica Resources) en colusión con el gobierno panista de San Luis Potosí, o las agresiones contra trabajadoras sexuales adherentes de la Otra Campaña que rechazan la construcción de una zona de tolerancia impulsada para beneficio de lenones por parte del gobierno municipal petista de Apizaco, Tlaxcala.

Por supuesto, que lo que Marcos llama el lopezobradorismo ilustrado nos acusa de ser responsables de todo lo anterior: si nosotras y nosotros, dicen, hubiéramos caminado junto con quienes firmaron la contrarreforma indígena foxista y después la Ley Monsanto y luego la Ley Televisa y etcétera, al lado de quienes orquestaron la estrategia contrainsurgente cuando vestían de salinistas, zedillistas y foxistas, hombro con hombro de quienes dispararon contra nuestr@s compañer@s en Zinacatán, codo con codo con quienes pusieron de nuevo en el gobierno de Chiapas a los caciques y finqueros que durante décadas han asesinado a hombres, mujeres, ancianos y niños por ser su piel del color de la tierra; si hubiéramos andado su paso de olvido cómplice, dicen, el panismo no hubiera "ganado" las elecciones en julio del año pasado y la historia de represión sería una muy otra.

¿Quién le hace el juego a la derecha?

Olvidan que en sus discursos plagados de estadísticas y marketing electorero el caminar de la Otra Campaña era sistemáticamente ninguneado porque nuestro rating no alcanzaba los puntos del horario Triple A y nuestras reuniones y eventos públicos no eran en número ni la mitad de los del lopezobradorismo, y olvidan también que muchas y muchos adherentes de la Otra y la Sexta votaron por AMLO; pero ahora unas cuantas almas somos tan poderosas que cambiamos el destino del país, ¿no? Más aún, olvidan que el panismo no ganó las elecciones y que el zapatismo no sólo lo denunció puntualmente, sino que también dio pelos y señales de cómo y quién había organizado el fraude; antes inclusive que los mismos perredistas.

Claro que de habérsele reconocido el triunfo a AMLO la historia de represión sería muy otra: el garrote que detiene de tajo vidas y voluntades no estaría sobre sus cabezas, sólo encima de las nuestras. Para botón basta sólo unas muestras: siendo secretario de Seguridad Pública local, Marcelo Ebrard impulsó la Ley de Cultura Cívica que en la práctica ha significado la criminalización de la pobreza, no es extraño que ésta tomara de modelo la doctrina de "Tolerancia Cero" que el mismo ex alcalde de Nueva York y probable cómplice del crimen de Estado en las Torres Gemelas (hoy virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos), Rudolf Giulianni, trajo a México pagado por Carlos Slim Helú, el hombre más rico del planeta gracias a los gobiernos salinistas federales y perredistas en la ciudad de México.

A diferencia de la permisión para con el famoso megaplantón de Reforma tras las elecciones en julio del año pasado, el gobierno de Alejandro Encinas ordenó quitar a fuerza de escudo y tolete a quienes nos manifestábamos por la detención y secuestro de nuestras compañeras y compañeros en Texcoco y Atenco, en cruceros y carreteras del Distrito Federal, y, ya siendo jefe de Gobierno, la policía de Marcelo Ebrard desalojaría un plantón de la APPO acusándolos de hacer comercio ambulante, cuando las calles del centro de la ciudad se han distinguido durante décadas por estar plagadas de puesteros organizados en la lógica del clientelismo priista reciclado por el PRD.

En la otrora Ciudad de la Esperanza, hoy €apital en movimiento, el gobierno de la "izquierda moderna" (hasta europea, dicen algunos), ha ordenado varios desalojos en Tepito, Santa María la Ribera e Iztapalapa del mismo modo que lo hace el también perredista Juan Sabines en la Reserva de Montes Azules; su pretexto es el combate a delitos contra la salud (en Chiapas el heredero político de Albores Guillén en el gobierno del estado aduce delitos contra el medio ambiente). Pero la verdad es que era necesario hacer una limpia para que los nuevos dueños de la ciudad instalaran sus pequeños changarritos (léase Sanborn'sMixupSears) y consolidar así su largamente acariciado proyecto: convertir el Centro Histórico de la Ciudad de México en The Slim Center.

De Acteal a Cataluña, y vicerversa

Cuando hace años terminé de leer Homenaje a Cataluña, de George Orwell, una profunda sensación de tristeza se anidó en medio de mi pecho; luego, visitando blogs como Palinuro, del profesor Ramón Cotarelo, supe que mi tristeza es histórica, heredada. El alguna vez catedrático de la Complutense de Madrid, preso político del franquismo, habla, entre muchas otros temas, de las llamadas víctimas dobles: "personas --dice Cotarelo-- que sufrieron la represión franquista y también las de las actividades comunistas", que podrían estar representadas en la figura de Andreu Nin; aunque "no valdría del todo ya que Nin no llegó a ser víctima de la represión franquista, pues no le dieron tiempo" --continuá Cotarelo. Pero sí Joan Comorera, dirigente del PSUC, expulsado por "titista", condenado a 30 años de cárcel por los franquistas, muerto en el penal de Burgos.
Ramón Cotarelo escribe:
"Desde el hundimiento de los sistemas comunistas (y al margen del tedioso debate sobre si lo que se hundió fueron sistemas 'verdaderamente' comunistas o no) el comunismo ha dejado de ser una magnitud políticamente significativa en los países capitalistas. Los partidos comunistas no son ni sombra de lo que fueron y en bastantes casos se han disimulado como partes componentes de otros proyectos de una u otra izquierda. El comunismo que sobrevive desmigajado, roto en mil corrientes, periódicos, revistas y organizaciones sueña con la recomposición de un gran movimiento comunista unitario. No sé si se dará algo así en la historia de nuevo. Parece bastante improbable. Pero sí sé que si quiere llegar a algo alguna vez ese hipotético movimiento neocomunista, no lo conseguirá mientras no haga justicia, dando a cada cual lo suyo y a las víctimas dobles el reconocimiento que merecen por haber sido perseguidas por los fascistas y por los comunistas simultánea o consecutivamente."
En su pasado congreso extraordinario, el Partido de la Revolución Democrática se declaró de izquierdas; más aún, socialista. Así, de izquierdas y socialista, su "presidente legítimo", lo mismo que su dirigente nacional, dicen no conocer "de parte del gobierno de Chiapas ningún acto de represión, en ningún sentido, a ninguna comunidad y a ningún movimiento social del estado"; seguramente tampoco saben nada en igual sentido "de parte" del gobierno del Distrito Federal. Sin embargo, hoy por hoy la represión se ceba sobre la Otra Campaña, la APPO, el FAO a la Minera San Xavier... pero en particular contra las comunidades y pueblos indígenas zapatistas. Y, dado las acciones de este partido "de izquierdas y socialista", parece ser un capítulo más en la historia de las víctimas dobles.

Su gran pecado, el de las y los zapatistas, ha sido el de seguir queriendo caminar dignamente, sin aliarse con los asesinos y represores de sus hermanos de andanzas abajo y a la izquierda, y, por ello, la "nueva izquierda", la "moderna", la que se ofende si se le señala sus errores tácticos en el Congreso o siendo gobierno, les ha condenado junto con los grupos paramilitares a la muerte: se lo merecen, dicen, ¿quién les manda no marchar la indignidad que nosotros caminamos?

La víspera

En días recientes, los grupos paramilitares y los tres niveles de gobierno han estado apretando la estrategia de hostigamiento y represión al proceso de autonomía en municipios y comunidades zapatistas; para ello han escogido días con efemérides significativas para los movimientos sociales. Por ejemplo, este 2 de octubre, las autoridades autónomas de las Juntas de Buen Gobierno (JBG) Hacia la Esperanza y Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo, con sede en La Realidad y Oventic, respectivamente, denunciaron, por un lado, los ataques del periódico local El cuarto poder y de su "periodista" Dalia Villatoro mediante la fabricación de una nota y falsificación de una fotografía donde, como en los tiempos de Albores Guillén, se preparó una escena en la que supuestamente participaron zapatistas armados en la detención ilegal de Erlindo López Hernández; y, por otro lado, las agresiones en contra de bases de apoyo zapatistas de la comunidad Chactoj por parte de las autoridades perredistas (sí, los "de izquierdas y socialistas") del municipio oficial de Zinacantán.

No sería extraño entonces que el próximo 8 de octubre, 40 años después de que Ernesto "Che" Guevara fuera detenido en la Quebrada del Yuro, en Bolivia, para ser asesinado al día siguiente, las autoridades autónomas de las JBG reporten que los grupos paramilitares perredistas y priistas, en contubernio con el gobierno federal panista, han cumplido finalmente sus amenazas de muerte. Lo único que puede detener esto es la acción decidida de ésa Señora, la Sociedad Civil, tanto mundial como nacional; de lo contrario estamos muy cerca de ver una segunda edición de Acteal. ¿Estará esto en el cálculo de quienes aseguran que el zapatismo tiene más que merecida la represión que padece por no caminar junto al lopezobradorismo y los asesinos que pululan en la dirección de la CND y el llamado Frente Amplio Progresista?

La indiferencia también es violencia, se alcanza a leer por allí en alguna que otra camiseta. En este caso, por venir de quienes se dicen a sí mismas y a sí mismos de izquierdas y socialistas, la indiferencia sería también traición.

Concluyo entonces con algo que escribí en mayo de 2006:
"Si ahora ustedes cierran los ojos a la represión y con su silencio se hacen cómplices de allanamientos sin órdenes de cateo, aprehensiones sin órdenes de detención, violaciones y abusos sexuales a detenidas de todas las edades, tortura sin importar si se es hombre o mujer o niño o anciano; terminarán dándonos la razón de no caminar el mismo camino que ustedes, ése donde los Ebrard, los Anchondo, los Camacho Solís, las Díaz, los Monreal, los Morales, los Martínez Cue o los Salgado Brito se multiplican."

3 de febrero de 2007

ATENCO :: nueve meses*


Hoy, 3 de febrero de 2007, se cumplen nueve meses de la represión desatada por la policía municipal (perredista) de Texcoco, la Agencia de Seguridad Estatal mexiquense (priísta) y la Policía Federal Preventiva (panista) en contra de adherentes de la Otra Campaña, especialmente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Al día siguiente, la represión alcanzaría uno de sus grados más altos en contra de compañeras y compañeros de distintas organizaciones, colectivos y movimientos que acudieron a solidarizarse con nuestr@s herman@s de San Salvador Atenco.

La escalada.

Apenas había arrancado la Otra Campaña, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su vocero, el subcomandante Marcosdelegado Zero de su Comisión Sexta, propusieron a las organizaciones, grupos, colectivos y personas que se habían adherido a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona (la Sexta) acordaran como un principio fundamental de dicho esfuerzo organizativo denunciar cualquier acto de represión en contra de cualquier adherente, en cualquier parte del país; algo así como “si tocan a un@, nos tocan a tod@s”.

A los buzones de los correos electrónicos comenzaron a llegar una tras otra las denuncias de persecución, hostigamiento, amenazas, agresiones físicas y verbales y hasta detenciones en casi todos los estados del país; la mayoría, de aquellos donde el delegado Zero y la Karavana que le acompaña ya habían pasado o estaban por pasar.

Fue tras la represión a indígenas de San Blas Atempa, Santa Catarina Juquila, Chuxnabán, Quetzaltepec Mixe, San Andrés Montaña, Silacayopan y Santiago Ixtayutla, en el estado de Oaxaca, que Marcos, estando en Hidalgo, llamó a la realización de una jornada nacional contra la brutalidad policiaca, que se empataría con acciones similares en otros lugares del planeta. A la mayoría de las personas adherentes a la Sexta, la convocatoria del líder insurgente les pareció importante, pero no tanto como para trabajar en serio en ello y las más de las acciones no pasaron de ser pequeños eventos desangelados.

En su paso por tierras morelenses, Marcos demostró cuán serio era para él y el EZLN hacer cara a la represión y, tras suspender una de las actividades más importantes (si no es que la que más) en la cuna del zapatismo, dejó de lado la visita a la tumba de Emiliano Zapata en Cuautla para hacer acto de presencia en la barranca de Los Sauces, en la capital del estado e impedir que integrantes de Guardianes de los Árboles y demás colectivos ecologistas (algunos de ellos adherentes a la Sexta) fueran reprimidos por los policías de los gobiernos municipal y estatal panistas.

Entre la gente que acompañó al vocero zapatista en Acapantzingo para hacer frente a unos granaderos que tan pronto supieron de su arribo se esfumaron, estaban estudiantes universitarios, solidarios como cuando fueron a encarar a elementos del Ejército federal en Amador Hernández, Chiapas, y algunos integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), llamados peyorativamente por los gobiernos de todos los niveles y colores como “los atencos” o “los macheteros”.

Luego vendría la represión a los trabajadores de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas (Sicartsa), en Michoacán. El delegado Zero había suspendido la visita programada a la empresa adquirida por Villacero en 1991 debido a la compleja y por ello delicada situación que los obreros protagonizan a favor de Napoleón Gómez Urrutia; para la Comisión Sexta del EZLN era importante cuidarse de que la posible visita de su jefe militar no se leyera como un apoyo al líder charro, como lo había venido haciendo respecto a personajes de similar ralea, como Francisco Hernández Juárez y Roberto Vega Galina.

El uso de la fuerza pública para restablecer el multimentado “estado de derecho” que, como buen instrumento de la derecha, sólo beneficia a intereses privados, se cobró con la muerte de dos trabajadores siderúrgicos la osadía de querer defender lo poco que les quedaba de su autonomía sindical y vino a sumarse al homicidio industrial (que no por no estar tipificado en el código penal es menos criminal), en contra de 65 mineros cuyos cuerpos seguramente calcinados han sido abandonados en las entrañas de Pasta de Conchos, Coahuila.

Entre los obreros de Sicartsa algunos son adherentes de la Sexta y si se había logrado detener, aunque sea por un momento, la represión contra adherentes de la misma en Morelos, en Michoacán ésta (la represión) se llevaba consigo las vidas de dos compañeros.

El desquite.
El pasado 3 de mayo, a unos cuantos días de celebrarse el IV Congreso Nacional Indígena (CNI) y a poco más de una semana de realizarse el encuentro, también nacional, sobre estrategias legales a favor de presos y desaparecidos políticos, la represión que ha estado pisando los talones a la Otra Campaña cayó sobre campesinos floricultores de Texcoco y sobre ejidatarios de San Salvador Atenco, en el Estado de México.

Ese mismo día, el delegado Zero y algunos centenares de personas escuchaban con no poca indignación el rosario de denuncias y propuestas que hacían hombres y mujeres con diversas preferencias sexuales y un ejercicio aún más variado de las mismas, entre ello el trabajo sexual, en la Alameda Central de la ciudad más grande del planeta; aquella cuyo gobierno local perredista le ha colgado el mote de “ciudad de la esperanza” en el doble juego de otorgar paliativos a los más vulnerables para contener la resistencia que pudiera surgir contra la voracidad de los más poderosos.

A la indignación la fueron alimentando, ya en el Mercado de La Merced, nuevos testimonios, ahora de locatarios de mercados públicos amenazados por el avance de las grandes trasnacionales en tiendas departamentales como Wal-Mart o Costco Wholesale, gracias al contubernio que sostienen con las autoridades gubernamentales de los tres niveles de gobierno; y lo mismo sucedería en Tepito, con colonos de uno de los barrios más emblemáticos de la capital del país, donde el gobierno metropolitano pretende ocultar bajo segundos pisos de vialidades la miseria que desde los suburbios pueda llegar a contaminar la mirada de quienes demandan, pues para ello han pagado, poder transitar de sus residencias a los luminosos centros comerciales, y vizconversa, sin peligro.

Pero el punto más alto de la indignación se alcanzaría en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, último bastión mexica de resistencia frente a la invasión española del siglo 16 a estas tierras y famosa porque entre sus ruinas de templos precoloniales, su iglesia católica y sus edificios posrevolucionarios se dieron cita los acontecimientos que enmarcaron una de las matanzas más atroces que los gobiernos priístas hayan orquestado contra el pueblo de México.
La voz de América del Valle, hija de Nacho del Valle y doña Trini Ramírez, líderes morales del FPDT, resonaron a lo largo y ancho de una plancha que llena de memoria ensangrentada esta vez lucía con varios claros entre los asistentes: en la mañana, el gobierno municipal perredista de Nazario Gutiérrez Martínez había reprimido a un grupo de floricultores y, por la tarde, los gobiernos estatal priísta de Enrique Peña Nieto y federal panista de Vicente Fox Quesada habían hecho lo mismo contra integrantes del FPDT, que en solidaridad con sus compañeros habían bloqueado la carretera federal Texcoco-Lechería, a unos kilómetros de San Salvador Atenco.

La empresas privadas de televisión, principales beneficiadas por las recientes reformas legales en materia de telecomunicaciones, pusieron a disposición de su teleauditorio algunas imágenes de los enfrentamientos, al parecer con una doble intención: develar los excesos, a todas luces condenables, que suelen surgir en este tipo de situaciones cuando la gente se ve amenazada y es atacada, y evidenciar a los jefes policiacos en su “ineptitud para imponer el orden”.

La estrategia mediática surgió el efecto deseado. Azuzados, Humberto Benítez Treviño, secretario de Gobierno del Estado de México; Wilfrido Robledo Madrid, comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE), y Ardelio Vargas Fosado, entonces jefe del Estado Mayor de la Policía Federal Preventiva (PFP); por órdenes de Eduardo Medina Mora, otrora secretario federal de Seguridad Pública, y del gobernador del estado, diseñaron el operativo de represalia y avanzaron sobre el pueblo de Atenco en formación militar.

El día anterior, a pesar de la deficiente intervención, los agentes policiacos habían llegado hasta el centro de San Salvador Atenco, donde se enfrentaron durante horas con integrantes del FPDT que resistían el embate. Esta vez, heridos en su orgullo de militares, arrasaron con todo y contra todos. El pretexto era rescatar algunos elementos de las corporaciones estatales y federales que estaban retenidos por los pobladores; pero que, en el caso de los heridos, recibían atención médica por parte de los atenquenses.

El supuesto rescate incluyó, sin embargo, el arresto de centenares de personas, miembros de diversas organizaciones, grupos y colectivos sociales y políticos, así como trabajadores de medios libres, alternativos e independientes de comunicación, que la víspera habían llegado a San Salvador Atenco para ofrecer apoyo mediático, moral, médico y legal a los pobladores.

En total, el número de detenidos, heridos, desaparecidos y muertos a causa de los actos de represión del 3 y el 4 de mayo alcanzó las 290 personas. Entre ellos se cuentan lo mismo integrantes del FPDT que de otras organizaciones sindicales, políticas y sociales, como el FPR, el STRM, la Unión de Juristas de México, JRA, el MUT, el FTPJSIMSS, el POS; instituciones de educación superior, como la Universidad Autónoma de Chapingo, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; colectivos como Colmena, Radio Pacheco, Video Reforma, Zona Rosa, José de Molina, Machetearte, Centro de Medios Libres, y organismos no gubernamentales, como la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos; entre otros. Aún así, para el contralmirante y ex director del Cisen, Wilfrido Robledo Madrid, el operativo, que bien hubiera podido llamarse “Operación Revancha”, resultó “limpio”.

La respuesta.

El otro objetivo de la estrategia de desprestigio, que responde perfectamente a lo que Guillermo Almeyra llama “la estrategia de la tensión” (La Jornada, 7 de mayo de 2006) estaría por medir sus alcances desde el mismo 4 de mayo por la mañana. El día anterior, el subcomandante Marcos había declarado al EZLN en Alerta Roja y, como paso lógico, el cierre de los cinco Caracoles zapatistas, sedes de las Juntas de Buen Gobierno; y llamó a las organizaciones y personas adherentes a la Sexta que en punto de las 8 de la mañana realizaran acciones de protesta por la represión en Texcoco y Atenco.

En algunos estados y en el Distrito Federal, se llevaron a cabo bloqueos de calles y carreteras, marchas y paros intermitentes de labores en facultades y escuelas hacia la primera parte del día, y, por la tarde, lo que originalmente se había convocado como una reunión de la Coordinadora Regional de la Otra Campaña en el Centro de la Ciudad de México, se convirtió en una asamblea metropolitana a la que acudieron adherentes a la Sexta del Estado de México y otras entidades federativas, como Puebla, Durango, Michoacán, Veracruz, Guanajuato, Quintana Roo, Chiapas e Hidalgo.

Allí, algunas personas que habían conseguido escapar del cerco policiaco-militar en San Salvador Atenco dieron cuenta de los detalles de la represión donde, entre lo más indignante, se encuentran las violaciones multitudinarias a la mayoría de las mujeres y el caso de Alexis Benhumea, estudiante de la UNAM, lesionado con doble fractura craneal y exposición de masa encefálica, cuya vida está luchando por retener en medio de un estado de coma.

A este y otros hechos, los autores intelectuales y materiales de la represión respondieron en entrevistas a algunos medios de comunicación oficiales, que si bien se habían presentado “algunos excesos”, ¿por qué no también preguntaban a “los macheteros” por la golpiza propinada a agentes que habían sido abandonados a su suerte por sus mismos compañeros? Efectivamente, en los enfrentamientos del día 3, algunos grupos de ejidatarios sometieron a un par de agentes de la ASE y de la PFP; a uno de ellos lo golpearon con saña en el cuerpo, cabeza y testículos. Pero al día siguiente, con “algunos excesos” de por medio, los elementos de las mismas corporaciones se cobrarían la afrenta, y lo ocurrido a su compañero parecería pecatta minuta: abuso y violaciones a mujeres; golpes y puntapiés a ancianas y ancianos, algunos de ellos parapléjicos; macanazos y toletazos por lo menos durante cinco horas a hombres y mujeres, muchos de los cuales ni siquiera habían opuesto resistencia porque estaban en misión civil de observación o ni siquiera “tenían vela en el entierro”, y un largo etcétera que hiciera de San Salvador Atenco el escenario de acontecimientos más que familiares durante las dictaduras en los países del cono sur del continente y la resistencia partisana a los nazis en los países de la Europa de mediados del siglo pasado.

Por eso, en la asamblea tras los bloqueos del 4 de mayo se acordó realizar una marcha de la Universidad Autónoma de Chapingo a San Salvador Atenco al día siguiente, una asamblea nacional contra la represión el día 6 y una jornada amplia de información y volanteo el día 7; demandando la liberación de todos los presos y presas políticos y de conciencia, la presentación inmediata con vida y en buen estado de las y los desparecidos, la salida de todas las fuerzas represivas de Atenco, la suspensión de todas las órdenes de aprehensión y el cese del hostigamiento y los cateos.

El 5 de mayo, en una clara amenaza, José Antonio Villanueva Lira, jefe de la subsección del servicio militar nacional de la Armada de México, declararía en el marco de la ceremonia de jura de bandera de 150 jóvenes conscriptos, que “los recientes acontecimientos de violencia y enfrentamiento entre actores sociales y autoridades del gobierno son hechos aislados de gente protagonista que quiere figurar en los escenarios políticos y sociales”, y aseguró que los jóvenes preparados en la Armada “estarían listos” de ser requeridos por el Estado mexicano.

Mientras tanto, a unos cuantos kilómetros de allí, alrededor de 2 mil personas se preparaban para romper pacíficamente el cerco policiaco-militar de San Salvador Atenco. Al frente, rodeado por una burbuja humana para su seguridad, iría el subcomandante Marcos y, cubriéndole las espaldas, en primer término los contingentes de estudiantes de Chapingo, el IPN, la UNAM y la UAM.

Al llegar al zócalo de Texcoco, donde se había acordado realizar un mitin para valorar el avance hacia Atenco, la marcha sumaba ya unas 4 mil personas, lo que quizás inclinó la balanza hacia la decisión de continuar; cuando los contingentes arribaron a San Salvador Atenco, alcanzaba la suma de 7 mil personas, según las estimaciones promedio.

Robledo Madrid, tristemente célebre por la toma de Ciudad Universitaria en febrero de 2000 y por el desvío de recursos cuando fungió como el primer comisionado de la PFP cuando ésta había sido recién creada con unos 5 mil elementos del Ejército federal, había declarado por la mañana que la ASE no se retiraría de Atenco sino hasta el 6 ó 7 de mayo, y eso dependiendo del control de la situación; pero cuando la marcha llegó a la plaza de armas, frente a la Casa de Cultura, no se veía ni un solo policía.

Poco más de tres horas duró el recorrido que terminó con un mitin frente al Auditorio Emiliano Zapata y que se vio coronado por los comunicados de Gloria Arenas, detenida en el penal de Chiconautla, Ecatepec, y de América del Valle, a quien las policías estatales y federales buscan hasta por debajo de las piedras.

La cereza en el pastel la pondría el subcomandante Marcos al mostrar algunos cartuchos vacíos .38; “si revisan –invitaba el delegado Zero- verán que son de la misma marca y el mismo calibre que usa la policía del Estado de México”. Como respuesta, el grito de “¡Asesinos! ¡Asesinos!” se iría haciendo unánime hasta retumbar en el centro de Atenco.

Los criminales.

En la legislación mexicana se considera un delito incitar a la rebelión y la desestabilización del Estado y sus instituciones, argumentación jurídica que comparten el gobierno y los magistrados españoles al condenar a la izquierda abertzale y sus dirigentes o decretar el cierre de diarios publicados en euskera con el pretexto de “enaltecen el terrorismo”.

Siguiendo esa misma lógica, Nazario Gutiérrez Martínez y Enrique Peña Nieto, así como Humberto Benítez Treviño y Wilfrido Robledo Madrid; lo mismo que Ardelio Vargas Fosado (premiado por el gobierno calderonista como comisionado de la PFP y la AFI) y Eduardo Medina-Mora Icaza (actualmente procurador General de la República) y, finalmente, Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, dueños de Televisa y TvAzteca, respectivamente, junto con los conductores y conductoras de sus noticieros, son responsables de instar a la población de Atenco y de otros pueblos y organizaciones a la rebelión como medida de defensa frente a un gobierno que de tan incompetente prefiere hacer uso de las armas que de la palabra; así que, señoras y señores de los medios de comunicación, tienen en ustedes mismas, en ustedes mismos, aquellos por quienes clamaban castigo.

En primer lugar, porque sin haberse concluido las mesas de diálogo que estaba definiendo la situación de los floricultores de Texcoco, el gobierno municipal recurrió al uso innecesario de la fuerza pública para someterlos.

En segundo, porque habiendo roto el bloqueo a la carretera federal Texcoco-Lechería, la ASE y la PFP irrumpieron en San Salvador Atenco trastocando la paz social; provocando una reacción defensiva de sus pobladores, quienes respondieron con violencia a la violencia de que eran sujetos; cateando sus casas sin contar con las órdenes correspondientes, y arrestando a más de 200 personas sin existir de antemano órdenes de aprehensión, imputándoles a muchos de ellos delitos que para nada están relacionados con los hechos violentos del 3 y 4 de mayo, sino cobrándoles la factura de la resistencia que han protagonizado contra el capitalismo que les ha querido despojar de sus tierras entre 2001 y febrero de 2006.

Y, en tercero, porque las transmisiones de los noticieros de las empresas que ostentan el duopolio televisivo, lo mismo que sus programas de radio y algunas de sus publicaciones impresas, se caracterizaron por demandar “mano dura” contra “los revoltosos”, en un conflicto cuya solución requería de una mano sensible a las demandas de los pobladores de Texcoco, y por instigar a las corporaciones policiacas, aguijoneándoles el orgullo evidenciando su ineptitud y sugiriendo su derrota ante los campesinos como si de lo que se tratara es de la Ley del Talión; el resultado fue una suerte de “Operación Revancha” con que el comisionado de la ASE y el jefe del Ejecutivo estatal se regocijaron de soberbia y autoritarismo, dado el “éxito del desquite”.

La combinación de todos estos elementos bien puede llegar a provocar la desestabilización del Estado mexicano y sus instituciones; y estos mismos delitos pueden ser imputados a directivos y presidentes de medios impresos, como el periódico La Crónica, o personajes que se sumaron al terrorismo de Estado desde el púlpito que les significa una curul en el Senado, un puesto en alguna secretaría o los vínculos y la protección de la iglesia católica, como son los casos de un Diego Fernández de Cevallos, un José Carlos María Abascal Carranza, un Onésimo Cepeda Silva o un Norberto Rivera Carrera; entre muchos otros.

Más todavía, tenía razón el señor Vicente Fox Quesada, cuando en su calidad de jefe del poder Ejecutivo federal sostenía que “nadie está por encima de ley como para suponer que tiene derecho de imponer su verdad a los demás mediante el uso de la fuerza”, y era bueno oírselo decir, porque él es el primero en encabezar la lista de quienes deberían ir a parar a la cárcel por ello, y no las casi 300 personas que esposadas a una cama de hospital, castigadas en algún reclusorio o desparecidas quién sabe donde, fueron privadas de su libertad y vejadas en su integridad física y mental ante el silencio generalizado de una sociedad que estaba más ocupada en contar los días que faltan para que arranque el mundial de futbol.

La postdata.

Pero no sólo, el mutismo habita también en las filas de quienes otrora habían salido a las calles, llenando las plazas públicas o dignificando los medios de comunicación con su palabra, su grito o su canto en contra de la injusticia. Tal vez estén cobrándole al zapatismo la osadía de señalar sin empacho cómo y en qué su ex-candidato a la presidencia de la República está aliado con el autoritarismo y la impunidad con que los de arriba han despojado a los de abajo.

Quizás, como señala Guillermo Almeyra, no le perdonen a la Otra Campaña haber tomado una camino distinto al suyo y, luego que “su gallo” anduvo a la baja en el espejismo de la encuestitis elevada a oráculo nacional, no encuentraron a quien cobrarle la derrota sino a quienes como ellos se encuentran abajo.

“Se lo tienen merecido”, dijeron. Y, olvidando aquello que dijera el Ché a sus hijos de que “ser siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo es la cualidad más linda de un revolucionario”, repitieron con Práxedes Giner Durán, el asesino de Arturo Gámiz y Pablo Gómez: “¿Querían tierra?, ¡échenles hasta que se harten!”.

*Publicado hacia mayo de 2006 en diversos medios impresos y digitales bajo el título Los Sauces, Sicartsa, Atenco... falta lo que falta.