24 de octubre de 2006

ATENCO :: siete varos *


¡Bienvenido a México! ¡Tierra de oportunidades!: Si es usted alguno del puñado de inversionistas extranjeros que tras el eufemismo del término ha venido a este lado del Río Bravo para probar suerte y hacer fortuna. ¡Feliz viaje y un “vuelve pronto paisano”!: Si, en cambio, usted es de quienes hartos de tanta abundancia han decidido dar rienda suelta a su espíritu aventurero, practicando deportes nacionales de alto riesgo como son nado en aguas heladas, conato de asfixia a bordo de un camión pipa o carrera con obstáculos a la border patrol; por mencionar algunos de los más populares. Pero si por el contrario, usted no viene ni va, sino que aquí desquita el bendito y sacrosanto regalo de la vida; también México le ofrece un sin fin de emociones de lo más extraordinarias.

En esta ocasión, para regocijo de chicos y grandes (delincuentes de cuello blanco disfrazados de funcionarios gubernamentales), le presentamos nuestro Paquete amuines, con un pago único de ¡7 pesos! ¡Sí, escuchó (digo), leyó usted bien! ¡7 pesos!

Imagine que tiene una tiendita y que de ella comen usted y su familia. Un día, se levanta y se entera de que el gobierno ha decidido expropiar el terreno donde su tienda está construida, evitándole el engorroso trámite de preguntarle si estaba usted de acuerdo o no. ¿A cuánto? 7 pesos el metro cuadrado, y si su terreno mide unos 10 m2 ya estamos hablando de unos 70 pesotes; más o menos lo que usted gana en una jornada regular al frente de su modesto changarrito. Sin embargo, ahí no termina la cosa, pues el gobierno, el del cambio, le echó el ojo también a los 30 m2 sobre los que existe su casa. En total, usted tendría la grandiosa cantidad de 280 pesos me-xi-ca-nos; y sin una sola llamada telefónica. ¡Una verdadera ganga!

Seguramente usted ha leído ya acerca de un titipuchal de ofertas como ésta. El más reciente grito de la moda se hizo escuchar a unos cuantos kilómetros de la ciudad capital de nuestro hermoso país, un folclórico poblado llamado San Salvador Atenco, entre cuyos atractivos principales se encuentra la mundialmente famosa danza de los machetes.

Lamentablemente, usted que es todo un conocedor lo sabe bien, hay gente en esta nuestra suave patria que, lejos de entender lo chic de vivir en un mundo seudoglobalizado, rechazan el progreso de perder sus tierras, su casa, sus servicios de salud, su derecho a una educación digna y otros etcéteras igualmente insignificantes. En su ignorancia, no alcanzan a comprender la importancia de construir un enorme aeropuerto, signo inequívoco de la modernidad (aunque los aviones se hayan inventado desde principios del siglo pasado), en las mismas tierras por las que sus abuelos y sus padres perdieron la vida y donde, para acabarla de amolar, están enterrados; y, bueno, ni que decir de la contaminación ambiental y la destrucción de parte de la reserva ecológica, pecata minuta frente a la ventaja de las vacaciones a largo plazo por dejarles sin trabajo.

Fue por eso, señora, señor, que nuestro queridísimo y nunca bien ponderado presidente de la República, contrariamente a la norma común de fingir un diálogo mientras se prepara bajo la mesa el golpe que por lo menos diluya al oponente, decidió darle su merecido sin más ni más a esa punta de comunistas de ideas ridículas, como esa de que la tierra es de quien la trabaja o aquella otra de que hay que mandar obedeciendo, esperándose un poquitín a que las fuerzas del orden estatales repartieran los respectivos cocolazos de introducción.

No quisiéramos repetir los choros que en la mar de artículos, notas, crónicas y reportajes inundaron los medios de comunicación impresos y electrónicos por aquellos días, pero sí nos interesa enfatizar algunos aspectos.

El primero, la red de apoyos que desde Atenco se tejió en todo el país.

Testigos de una política de destrucción del campo por medio de la privatización de tierras ejidales y comunales, desde tiempos del virrey don Carlos de Salinas y de Gortari y de su reforma al artículo 27 constitucional, donde casos como el de Tenextepango y Cocoyoc, en Morelos; Tepeaca y San Andrés Cholula, en Puebla, y La Marquesa, en el Estado de México son sólo algunos botones de muestra, los habitantes de San Salvador Atenco llegaron a la extraña conclusión, en estos días del “sálvese quien pueda y rásquese con sus propias uñas” como doctrina máxima, de que sólo unidos los campesinos de todo el país podrían detener este proyecto económico llamado neoliberalismo, que ha convertido a nuestros gobernantes en administradores y gerentes de una Nación entera para ponerla a disposición y en bandeja de plata a transnacionales extranjeros. Como una cosa lleva a la otra, la gente de Atenco coincidió también en que no bastaba con un conglomerado exclusivo de trabajadores del campo para detenerlo, así que siempre estuvieron apoyando otras luchas similares a la suya; no era de extrañarse que en correspondencia otros movimientos estuvieran presentes en San Salvador Atenco durante los días de resistencia, mediando a riesgo de sus propias vidas entre la violencia de uno y otro lado.

Un segundo punto es el de la unión del propio movimiento hacia su interior.

Desgastados durante los nueve meses que duró la lucha en contra del aeropuerto, los grupos que en todo Texcoco se oponían a su construcción a costa de la venta de sus tierras, se encontraban divididos. Trece eran los ejidos afectados por el decreto expropiatorio. El gobierno manejó que de ellos, 10 habían estado a favor de vender y sólo 3 estuvieron en contra. Sin embargo, eso era una verdad a medias. No tardamos en enterarnos que sólo las autoridades agrarias de los 10 ejidos “a favor” eran las que estaban de acuerdo con vender, no la comunidad en su conjunto. Además, ya ve usted como hay gente quisquillosa, del total de predios afectados por la expropiación, 85 por ciento pertenecía a los 3 ejidos que no querían vender, distribuyéndose el resto entre los otros 10.

Lo demás usted ya lo sabe. A partir de lo del 11 de julio vinieron los enfrentamientos y las negociaciones para liberar funcionarios y autoridades policiacas, por un lado, y amigos y familiares, por el otro. Lo que tal vez no sepa (o quizás sí), entretenido por los preparativos de la quinta visita del señor Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II, a tierras mexicas, y por toda la faramalla que se generó en torno a la canonización del que dicen es el primer santo indígena; es que, en medio del estira y afloja que concluyó con el revocamiento del decreto expropiatorio, José Enrique Espinosa Juárez, uno de los ejidatarios detenidos durante la marcha de aquel jueves, el segundo del séptimo mes, perdía la vida a manos de policías judiciales que luego de golpearlo brutalmente lo llevaron al hospital de Lomas Verdes diciendo que lo encontraron tirado en la calle después de haber sido atropellado.

Ya lo dijo su ilustrísima excelencia don Onésimo Cepeda, obispo de San Cristóbal Ecatepec: mas valía un pájaro en mano de 300 muertes a tiempo que miles luego protestando; y esta vez a los revoltosos les salió barato, pues nada más hubo un muertito (que Dios y San Juan Dieguito lo tengan en su santa gloria).

Pero, como decíamos párrafos arriba, no es la primera vez que usted disfruta de aventuras semejantes en México. A principios de la década de los noventa, en San Andrés Cholula, Puebla, el gobierno priista de un tal Manuel Barttlet Díaz, célebre por su participación en la caída del sistema de cómputo en las elecciones federales de 1988 y por la promoción y aprobación de la finísima y oficialista ley de contracultura y desechos de indígenas, expropió terrenos ejidales a un promedio de 3 pesos y 50 centavos el metro cuadrado. Por supuesto que a quien no quiso vender por las buenas se le desalojó con todos los lujos (de la violencia), so pretexto de convertir aquella zona en reserva ecológica. Hoy, hoy, hoy, aquellas tierras son el ejemplo mismo del progreso, después de haber sido vendidas a empresas como Costco (léase Auchán y Comercial Mexicana, entre otros changarros similares) o a escuelas privadas como las universidades Iberoamericana y De las Américas, a precios que oscilaron entre los 600 a los 2 mil dólares por metro cuadrado, limitando la reserva ecológica a las jardineras que sobreviven entre el cemento de los estacionamientos.

No se achicopale usted. ¡Arriba corazones! ¿Ya se olvidó de cuando acudió a las urnas y masivamente votó por el gobierno del cambio? Es cierto que algunas cosas no han cambiado, pero usted no sea tan fijado. Mire, por ejemplo, antes, Salinas dio su venia para la realización del Tratado de Libre Comercio; y, ahora, Fox prepara la plataforma que sostendrá al Área de Libre Comercio de las Américas en tierras mexicanas. Antes, Zedillo negociaba la firma de los Acuerdos de San Andrés con el ejército patrullando la sede del diálogo y los paramilitares estrechando el cerco sobre las comunidades zapatistas; ahora, Fox negocia la expropiación de tierras ejidales obsequiando órdenes de aprensión y sitiando a los pueblos querellantes con soldados vestidos de agentes de la Policía Federal Preventiva (por no hablar de los hechos recientes en Montes Azules, Chiapas). Antes, el hombre del no cash se hizo de la vista gorda frente a la intentona de crear un club de golf en Tepoztlán; ahora el Bush friend es uno de los cómplices en la construcción del aeropuerto en Texcoco. Antes, 1992, Salinas saludaba la beatificación de Juan Diego mientras armaba la estrategia para maquillar la crisis económica nacional; ahora, 2002, Fox besa el anillo del Papa (sin albur) saludando la canonización del misterioso indio de Cuauhtitlán en tanto piensa cómo nos dirá que mientras los bancos obtienen cuantiosas ganancias como resultado de los rescates financieros a la gente de a pie cada vez le alcanza menos para comer. Antes, San Andrés Cholula; ahora, San Salvador Atenco. Antes, Costco en la Puebla de los Ángeles; ahora, en pleno corazón de la otrora ciudad de la eterna primavera. Antes, fue Marcos Olmedo en Morelos; ahora, fue José Enrique Espinosa en el Estado de México.

¿Ve usted? Venga y acérquese al progreso que ofrecen los señores paladines del neoliberalismo. 70 años de tradición y 18 de excelencia lo respaldan. Ahora en su nueva presentación ultra light; la del gobierno, que dicen, es el del cambio.

*Artículo publicado en la RED@ctuar hace cinco años.

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