3 de octubre de 2007

¿ACTEAL II?


En diciembre de 1993 el zapatismo se mostró a México y el mundo descorriendo el maquillaje del virrey que despachaba entonces desde Palacio Nacional la venta por liquidación del territorio comprendido entre los ríos Bravo y Suchiate. La respuesta no se hizo esperar y Carlos Salinas de Gortari, quien ya soñaba (como uno de los tres cochinitos) que era rey, ordenó en su carácter de comandante supremo de las fuerzas armadas el exterminio inmediato de los "revoltosos": estaba en juego la flamante entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y su candidatura a la Organización Mundial del Comercio.

Pero 12 días después, los mismos que tardó esa Señora que luego Marcos llamará la Sociedad Civil en quitarse las medias y ponerse las botas o los tenis para salir a las calles, la maquinaria de guerra se detuvo… o pareció detenerse. El gris bobalifónico que sucedió en la Silla del Águila al gangster que también fue conocido con el mote de "El Chupacabras", pronto nos hizo saber que la guerra seguía allí; llegaría febrero de 1995, después diciembre de 1997, y la guerra nos marcaría la memoria con el asesinato de 45 hombres, mujeres y niños indígenas en Acteal.

La herida que no sutura

Acteal dolía y duele por muchas razones. Una de ellas, la más aceptada, que la sangre allí vertida era de gente inocente asesinada de la manera más cruel, para dar cuenta de cómo había llegado la democracia a México. Otra, menos reconocida: la imposibilidad nuestra de cumplir la palabra empeñada. Sí, nuestra. En agosto de 1994, tres años antes de Acteal, en el seno del primer Aguascalientes zapatista y como parte de la que fue la Convención Nacional Democrática (ésa de la que ahora el lopezobradorismo se toma nombre y discursos prestados para maquillar de democrático su caminar caudillista apostando a la desmemoria), el EZLN dio su palabra de no usar las armas para la construcción de un México nuevo y mejor, pues era tiempo de que las balas callaran para darle una oportunidad a la palabra. A cambio, el pedacito de sociedad civil que acudimos a Guadalupe Tepeyac (unas 6 mil personas, incluyendo reporteros), prometimos que nos organizaríamos y que por medios pacíficos haríamos de este país un lugar digno para nuestros pueblos originarios.

Trece años después, ellas y ellos, las y los zapatistas, han cumplido cabal; nosotras y nosotros, estos hombres y estas mujeres que formamos la llamada sociedad civil, no lo hicimos... al menos no todas y no todos. Así que siguieron tres años de una guerra que llaman de baja intensidad, donde el gobierno simuló estar dialogando con las y los zapatistas y donde la sociedad civil (léase las organizaciones y colectivos colocados a la izquierda del espectro político, porque hay otras que estando a la derecha también son sociedad civil) aparentó estar trabajando en la construcción de ese México democrático. Las amenazas gubernamentales a los delegados zapatistas crecieron de tono, la respuesta de la sociedad civil se fue diluyendo; todo estaba listo. Sucedió entonces el atentado a la hermana del obispo Samuel Ruiz y nadie, o casi nadie, hizo nada… la mesa estaba servida.

Los chacales llegaron a la ermita en Chenalhó mientras los hombres y mujeres de Las Abejas rezaban, como dice la canción, para conseguir la paz. La pesadilla duró poco más de seis horas. Cuando a eso de las cinco de la tarde la policía (que desde las 10 de la mañana se encontraba a unos 200 metros del lugar) entró a la comunidad, lo primero que hicieron fue levantar los cuerpos ya sin vida de 9 hombres, 21 mujeres y 15 niños antes de que llegara la prensa para intentar ocultar el grado de barbarie que allí se había alcanzado. No lo consiguieron, más temprano que tarde el mundo entero supo que, por ejemplo, cuatro de las mujeres estaban encinta con entre diez semanas y cinco meses de embarazo y que sus verdugos, no conformes con quitarles la vida, les abrieron el vientre para arrancarles "las semillas que hasta esa mañana germinaban en ellas" dejando sus entrañas regadas por las paredes y el suelo de la ermita.

Entonces sí, la Señora Sociedad Civil salió de nuevo a las calles (claro que para ello no suspendería sus cenas de navidad ni de año nuevo), y en enero la plaza de la Constitución, el llamado Zócalo capitalino, lució miles de velas encendidas en un reclamo común cuyo aliento duró muy poco: a Acteal siguieron Chavajeval, Unión Progreso y muchos agravios más. Dos años y medio después, la Señora Sociedad Civil saldría de nuevo para hacerse oír, era domingo de elecciones y decidió firmar el primer y único cheque de su endeble democracia para comprar la salida del PRI de Los Pinos. El costo resultó muy alto, la naciente democracia fue asesinada del mismo modo que los niños en los vientres de las madres de Acteal y el PRI no sólo no salió de Los Pinos, sino que se vistió con las ropas de sus opositores para ser gobierno con ellos.

Los nuevos trajes del rey

La derecha, que había sido oposición al régimen de partido de Estado durante seis décadas, veía cumplida por fin, sino la promesa de llegar al reino de los cielos, sí la de alcanzar la presidencia de la República, y para dar muestras de la clase de gobierno que sería no nada más garantizó la impunidad de los criminales a los que supuestamente perseguiría sin cuartel, sino que se asoció con ellos. Mientras, por su parte, la izquierda partidista que dos años atrás había llegado al gobierno de la ciudad de México, pero que no había podido ganar el despacho de Palacio Nacional, entendió perfectamente la lección.

Lo primero que hizo ésa izquierda agazapada tras las siglas de una supuesta Revolución Democrática fue traicionar la palabra empeñada en 1998 de apoyar el proceso de autonomía de las comunidades y pueblos indígenas, no sólo zapatistas, cuando en 2001 sus senadores aprobaron la contrarreforma foxista en la materia y sus diputados siguieron levantando el dedo a favor de leyes que terminaron por cerrar el cerco legislativo, como la llamada Ley Monsanto. Luego, se dieron a la tarea de promover como candidatos a todo puesto de elección popular que se les pusiera enfrente a ex militantes del PRI que no sólo se habían destacado por perseguir y asesinar a perredistas durante los primeros 12 años de salinato, sino que participaron en la estrategia contrainsurgente para con el zapatismo. Finalmente, en medio de un discurso aparentemente popular, pero siempre de coqueteo con la cúpula empresarial y eclesiástica, se aliaron con los caciques y paramilitares en Chiapas.

Así llegamos a octubre de 2007. Para este momento, el ilegal e ilegítimo gobierno federal panista (que desde un principio marcó de desprecio y negación su responsabilidad ante el conflicto que insisten en reducir sólo a territorio chiapaneco), ha retomado la estrategia de guerra de baja intensidad que al ritmo de los dictados en el Pentágono, el Banco Mundial y el FMI impulsaron Salinas, Zedillo y Fox. El perredismo, tanto local como nacional, se ha hecho cómplice de ello no sólo con un mutismo criminal, como sucedió en Atenco en mayo de 2006; sino aportando sus propias fuerzas policiales y paramilitares, como quedó de manifiesto en Zinacantán en abril de 2004.

Hoy, sobre las comunidades y pueblos zapatistas se cierne una amenaza de dimensiones similares a las de 1997 (de ello ya han dado larga cuenta periodistas como Hermann Bellinghausen, Blanche Petrich o Gloria Muñoz, lo mismo que organismos de derechos humanos como el Frayba y el CAPISE). Esta vez la estrategia incluye, igual que durante el segundo sexenio del salinato, el de Zedillo, la participación de la Secretaría de la Reforma Agraria para hacernos creer que se trata de un "simple" conflicto por la posesión de la tierra y no de una embestida más de grupos paramilitares financiados por los gobiernos estatal chiapaneco y federal en turno que son entrenados por la Secretaría de la Defensa Nacional. No es casual que detrás de estas acciones estén los mismos personajes que durante el priismo dieron su auspicio a organizaciones armadas criminales como éstas, con la diferencia de que en lugar de la guayabera tricolor hoy visten el traje blanquiazul panista y la camiseta negroamarilla perredista.

El regreso a la pesadilla

Que líneas arriba digamos que la amenaza sobre las comunidades y pueblos zapatistas es similar a la del invierno de 1997 no quiere decir que sea igual. Por el contrario, creemos que esta vez es todavía más grave por un aspecto clave: en aquél entonces, a casi cuatro años de la insurrección que colocó al zapatismo en el aparador político nacional e internacional, el apoyo de la Señora Sociedad Civil en México y el mundo, aunque insuficiente para parar las muertes que a cuenta gotas seguía cobrándose el Imperio y su gerencia en México, llegaba a detener algunas de las acciones contrainsurgentes para con el zapatismo diseñadas por la misma empresa que hoy asesora a Vicente Fox en asuntos de supuestas políticas públicas, la RAND Corporation. Pero hoy, mientras la derecha se prepara para dar el zarpazo que el priismo no pudo asestar contra la dignidad que camina y que es del color de la tierra, la izquierda electoral y buena parte de los intelectuales que le acompañan miran de un modo extraño, casi podría decirse que con gusto, lo que creen será el descabezamiento de una fuerza política que ha criticado fuertemente la falta de congruencia del perredismo.

En 2006, luego de la represión en Atenco y en vísperas de las elecciones federales, escribía:
"Si ustedes [quienes votarán por Andrés Manuel López Obrador], agarrados de su enojo que tienen por lo que decimos de las finísimas personas con que se hace rodear su candidato, o de la propia memoria de lucha y resistencia que según nosotros ha traicionado, si ustedes continúan de brazos cruzados como hasta ahora lo han hecho para con nuestras presas y presos, nuestros desaparecidos y desaparecidas, sólo por ser adherentes de la Sexta e integrarse en la Otra Campaña, la violencia alcanzará de nuevo estas tierras y será tanta que no sólo salpicará nuestros televisores y periódicos."
Lamentablemente (y no se necesitaba ser ni el más mediocre de los analistas para adivinarlo), eso fue lo que sucedió y hoy es moneda corriente ver a camiones de militares armados transitando fuera de sus cuarteles en abierta violación a la Constitución, con tareas asignadas que igual contradicen lo que dicta la Carta Magna y, claro, los casos de agresiones y crímenes no se han hecho esperar. Allí están, por sólo dar algunos ejemplos, doña Ernestina Ascencio, violada y asesinada en Veracruz por militares; la familia Esparza Galaviz, asesinada por militares en un retén en Sinaloa o las bailarinas y trabajadoras sexuales de Castaños, Coahuila, violadas también por militares.

Por otra parte, la criminalización de los movimientos sociales ha dado paso a una escalada represiva que tiene entre sus casos más recientes, después de los hechos en San Salvador Atenco, la militarización de Oaxaca para intentar detener el digno caminar de la APPO, las detenciones ilegales en contra de jóvenes que rechazaron la visita de George W. Bush, en Yucatán; las amenazas e intentos de homicidio en contra de integrantes de las organizaciones y colectivos que se oponen al despojo que protagoniza la Minera San Xavier (filial de la canadiense Metallica Resources) en colusión con el gobierno panista de San Luis Potosí, o las agresiones contra trabajadoras sexuales adherentes de la Otra Campaña que rechazan la construcción de una zona de tolerancia impulsada para beneficio de lenones por parte del gobierno municipal petista de Apizaco, Tlaxcala.

Por supuesto, que lo que Marcos llama el lopezobradorismo ilustrado nos acusa de ser responsables de todo lo anterior: si nosotras y nosotros, dicen, hubiéramos caminado junto con quienes firmaron la contrarreforma indígena foxista y después la Ley Monsanto y luego la Ley Televisa y etcétera, al lado de quienes orquestaron la estrategia contrainsurgente cuando vestían de salinistas, zedillistas y foxistas, hombro con hombro de quienes dispararon contra nuestr@s compañer@s en Zinacatán, codo con codo con quienes pusieron de nuevo en el gobierno de Chiapas a los caciques y finqueros que durante décadas han asesinado a hombres, mujeres, ancianos y niños por ser su piel del color de la tierra; si hubiéramos andado su paso de olvido cómplice, dicen, el panismo no hubiera "ganado" las elecciones en julio del año pasado y la historia de represión sería una muy otra.

¿Quién le hace el juego a la derecha?

Olvidan que en sus discursos plagados de estadísticas y marketing electorero el caminar de la Otra Campaña era sistemáticamente ninguneado porque nuestro rating no alcanzaba los puntos del horario Triple A y nuestras reuniones y eventos públicos no eran en número ni la mitad de los del lopezobradorismo, y olvidan también que muchas y muchos adherentes de la Otra y la Sexta votaron por AMLO; pero ahora unas cuantas almas somos tan poderosas que cambiamos el destino del país, ¿no? Más aún, olvidan que el panismo no ganó las elecciones y que el zapatismo no sólo lo denunció puntualmente, sino que también dio pelos y señales de cómo y quién había organizado el fraude; antes inclusive que los mismos perredistas.

Claro que de habérsele reconocido el triunfo a AMLO la historia de represión sería muy otra: el garrote que detiene de tajo vidas y voluntades no estaría sobre sus cabezas, sólo encima de las nuestras. Para botón basta sólo unas muestras: siendo secretario de Seguridad Pública local, Marcelo Ebrard impulsó la Ley de Cultura Cívica que en la práctica ha significado la criminalización de la pobreza, no es extraño que ésta tomara de modelo la doctrina de "Tolerancia Cero" que el mismo ex alcalde de Nueva York y probable cómplice del crimen de Estado en las Torres Gemelas (hoy virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos), Rudolf Giulianni, trajo a México pagado por Carlos Slim Helú, el hombre más rico del planeta gracias a los gobiernos salinistas federales y perredistas en la ciudad de México.

A diferencia de la permisión para con el famoso megaplantón de Reforma tras las elecciones en julio del año pasado, el gobierno de Alejandro Encinas ordenó quitar a fuerza de escudo y tolete a quienes nos manifestábamos por la detención y secuestro de nuestras compañeras y compañeros en Texcoco y Atenco, en cruceros y carreteras del Distrito Federal, y, ya siendo jefe de Gobierno, la policía de Marcelo Ebrard desalojaría un plantón de la APPO acusándolos de hacer comercio ambulante, cuando las calles del centro de la ciudad se han distinguido durante décadas por estar plagadas de puesteros organizados en la lógica del clientelismo priista reciclado por el PRD.

En la otrora Ciudad de la Esperanza, hoy €apital en movimiento, el gobierno de la "izquierda moderna" (hasta europea, dicen algunos), ha ordenado varios desalojos en Tepito, Santa María la Ribera e Iztapalapa del mismo modo que lo hace el también perredista Juan Sabines en la Reserva de Montes Azules; su pretexto es el combate a delitos contra la salud (en Chiapas el heredero político de Albores Guillén en el gobierno del estado aduce delitos contra el medio ambiente). Pero la verdad es que era necesario hacer una limpia para que los nuevos dueños de la ciudad instalaran sus pequeños changarritos (léase Sanborn'sMixupSears) y consolidar así su largamente acariciado proyecto: convertir el Centro Histórico de la Ciudad de México en The Slim Center.

De Acteal a Cataluña, y vicerversa

Cuando hace años terminé de leer Homenaje a Cataluña, de George Orwell, una profunda sensación de tristeza se anidó en medio de mi pecho; luego, visitando blogs como Palinuro, del profesor Ramón Cotarelo, supe que mi tristeza es histórica, heredada. El alguna vez catedrático de la Complutense de Madrid, preso político del franquismo, habla, entre muchas otros temas, de las llamadas víctimas dobles: "personas --dice Cotarelo-- que sufrieron la represión franquista y también las de las actividades comunistas", que podrían estar representadas en la figura de Andreu Nin; aunque "no valdría del todo ya que Nin no llegó a ser víctima de la represión franquista, pues no le dieron tiempo" --continuá Cotarelo. Pero sí Joan Comorera, dirigente del PSUC, expulsado por "titista", condenado a 30 años de cárcel por los franquistas, muerto en el penal de Burgos.
Ramón Cotarelo escribe:
"Desde el hundimiento de los sistemas comunistas (y al margen del tedioso debate sobre si lo que se hundió fueron sistemas 'verdaderamente' comunistas o no) el comunismo ha dejado de ser una magnitud políticamente significativa en los países capitalistas. Los partidos comunistas no son ni sombra de lo que fueron y en bastantes casos se han disimulado como partes componentes de otros proyectos de una u otra izquierda. El comunismo que sobrevive desmigajado, roto en mil corrientes, periódicos, revistas y organizaciones sueña con la recomposición de un gran movimiento comunista unitario. No sé si se dará algo así en la historia de nuevo. Parece bastante improbable. Pero sí sé que si quiere llegar a algo alguna vez ese hipotético movimiento neocomunista, no lo conseguirá mientras no haga justicia, dando a cada cual lo suyo y a las víctimas dobles el reconocimiento que merecen por haber sido perseguidas por los fascistas y por los comunistas simultánea o consecutivamente."
En su pasado congreso extraordinario, el Partido de la Revolución Democrática se declaró de izquierdas; más aún, socialista. Así, de izquierdas y socialista, su "presidente legítimo", lo mismo que su dirigente nacional, dicen no conocer "de parte del gobierno de Chiapas ningún acto de represión, en ningún sentido, a ninguna comunidad y a ningún movimiento social del estado"; seguramente tampoco saben nada en igual sentido "de parte" del gobierno del Distrito Federal. Sin embargo, hoy por hoy la represión se ceba sobre la Otra Campaña, la APPO, el FAO a la Minera San Xavier... pero en particular contra las comunidades y pueblos indígenas zapatistas. Y, dado las acciones de este partido "de izquierdas y socialista", parece ser un capítulo más en la historia de las víctimas dobles.

Su gran pecado, el de las y los zapatistas, ha sido el de seguir queriendo caminar dignamente, sin aliarse con los asesinos y represores de sus hermanos de andanzas abajo y a la izquierda, y, por ello, la "nueva izquierda", la "moderna", la que se ofende si se le señala sus errores tácticos en el Congreso o siendo gobierno, les ha condenado junto con los grupos paramilitares a la muerte: se lo merecen, dicen, ¿quién les manda no marchar la indignidad que nosotros caminamos?

La víspera

En días recientes, los grupos paramilitares y los tres niveles de gobierno han estado apretando la estrategia de hostigamiento y represión al proceso de autonomía en municipios y comunidades zapatistas; para ello han escogido días con efemérides significativas para los movimientos sociales. Por ejemplo, este 2 de octubre, las autoridades autónomas de las Juntas de Buen Gobierno (JBG) Hacia la Esperanza y Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo, con sede en La Realidad y Oventic, respectivamente, denunciaron, por un lado, los ataques del periódico local El cuarto poder y de su "periodista" Dalia Villatoro mediante la fabricación de una nota y falsificación de una fotografía donde, como en los tiempos de Albores Guillén, se preparó una escena en la que supuestamente participaron zapatistas armados en la detención ilegal de Erlindo López Hernández; y, por otro lado, las agresiones en contra de bases de apoyo zapatistas de la comunidad Chactoj por parte de las autoridades perredistas (sí, los "de izquierdas y socialistas") del municipio oficial de Zinacantán.

No sería extraño entonces que el próximo 8 de octubre, 40 años después de que Ernesto "Che" Guevara fuera detenido en la Quebrada del Yuro, en Bolivia, para ser asesinado al día siguiente, las autoridades autónomas de las JBG reporten que los grupos paramilitares perredistas y priistas, en contubernio con el gobierno federal panista, han cumplido finalmente sus amenazas de muerte. Lo único que puede detener esto es la acción decidida de ésa Señora, la Sociedad Civil, tanto mundial como nacional; de lo contrario estamos muy cerca de ver una segunda edición de Acteal. ¿Estará esto en el cálculo de quienes aseguran que el zapatismo tiene más que merecida la represión que padece por no caminar junto al lopezobradorismo y los asesinos que pululan en la dirección de la CND y el llamado Frente Amplio Progresista?

La indiferencia también es violencia, se alcanza a leer por allí en alguna que otra camiseta. En este caso, por venir de quienes se dicen a sí mismas y a sí mismos de izquierdas y socialistas, la indiferencia sería también traición.

Concluyo entonces con algo que escribí en mayo de 2006:
"Si ahora ustedes cierran los ojos a la represión y con su silencio se hacen cómplices de allanamientos sin órdenes de cateo, aprehensiones sin órdenes de detención, violaciones y abusos sexuales a detenidas de todas las edades, tortura sin importar si se es hombre o mujer o niño o anciano; terminarán dándonos la razón de no caminar el mismo camino que ustedes, ése donde los Ebrard, los Anchondo, los Camacho Solís, las Díaz, los Monreal, los Morales, los Martínez Cue o los Salgado Brito se multiplican."

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