20 de marzo de 2013

Hablando de solidaridad.


El 1 de diciembre de 2012, Juan Francisco Kuykendall Leal, actor, director, escritor y maestro de teatro, se sumó a las manifestaciones que repudiaban la entronización de Enrique Peña Nieto como huey tlatoani de nuestro devastado país; quizás lo hacía movido por la convicción de que el proceso electoral que había declarado al heredero del cacicazgo de Atlacomulco ganador de la contienda presidencial había sido, por decir lo menos, desaseado; pero, seguramente, lo que lo llevó a estar a las 09:20 horas frente a la valla de policías federales de la que salió disparada la granada de gas lacrimógeno que le fracturó el cráneo y lo dejó tendido en el suelo desangrándose con  exposición de masa encefálica fue la solidaridad.

En general, la solidaridad es una palabra muy cara para las informes comunidades artísticas; amén del desprestigio que el electorerismo salinista le imprimiera al concepto, voltear la mirada hacia quienes menos o casi nada tienen y asumir como tarea propia el caminar a su lado para paliar las situaciones de desventaja social, económica o cultural en que sobreviven ha sido una constante de quienes hacemos de las culturas y las artes nuestro oficio. Por eso, como si no hubiera sido poco inteligente proponer que el hecho teatral perdiera su esencia fundamental como suceso estético vivo en aras de discutibles populismos en materia cultural, indigna que gobiernos supuestamente de izquierdas declaren que es la falta de solidaridad de la comunidad teatral lo que origina la cancelación de programas como “Teatro en Plazas Públicas”.

Para enterarse de las respuestas que varios colegas han dado a las hipócritas aseveraciones de la titular de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal sobre nuestra “falta de solidaridad”, les invito a visitar los enlaces que abundan en las redes sociales por cortesía de la productora Andrea Salmerón, los dramaturgos Ilya Cazés y Humberto Robles y el director Édgar Álvarez Estrada; yo, por lo pronto, regreso la mirada a quienes como Kuykendall siempre ofrecieron la solidaridad de su trabajo a quienes estaban en la oposición y, ahora, siendo gobierno, prefieren solidarizarse con quien ordena la violación sexual como tortura, la cárcel como escarmiento y el silencio cómplice como respuesta.

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