28 de mayo de 2013

¿Una agrupación de artistas escénicos de Mérida?

(Publicado en Milenio-Novedades, el 28 de mayo de 2013).
Hacia la segunda semana de mayo, por las así llamadas redes sociales comenzó a correr la noticia de que por instrucciones de la Secretaría de Administración y Finanzas, encabezada, si no me equivoco, por un empresario, se comenzará a cobrar la renta de los tres recintos a su cargo para alojar a las artes escénicas en la ciudad de Mérida: el Teatro José Peón Contreras, el Teatro Daniel Ayala Pérez y el otrora Teatro Mérida (hoy, Teatro Armando Manzanero).
Colegas al frente de proyectos de espacios que podríamos llamar independientes, amén de los apoyos que llegan a recibir tanto de las administraciones estatal y municipal cuanto de la federal, venían reuniéndose con la idea de presentar a la Dirección de Cultura del Ayuntamiento y a la Secretaría de la Cultura y las Artes del Estado sendos planes que desde su perspectiva (más convivial que mercantil) contribuirían en la generación y multiplicación de públicos asiduos al teatro, la danza, la música, la performance.
Las políticas culturales de las administraciones estatal y municipal difieren desde el nombramiento de sus responsables principales; sin embargo, no creo que dicha diferencia responda a la procedencia partidista de una u otra administración, sino, más bien, a la actitud de la “comunidad artística” ante las decisiones y omisiones de los proyectos de gobierno de tales administraciones: cuando se anunció que no habría Festival de la Ciudad, creadoras y creadores nos le fuimos a la yugular al titular de la Dirección de Cultura; cuando de la Sedeculta salió la tardía invitación para armar el Programa Estatal de Desarrollo, casi nadie se quejó por el mañoso modo en que se nos había excluido.
El anuncio de la privatización de facto de la infraestructura teatral nos ha reactivado a algunas y algunos artistas escénicos en Mérida en la búsqueda de revertir la medida neoliberal que nos dejará sin acceso a los recintos arriba citados; quizás no entendemos del todo que la decisión que nos provoca reencontrarnos responde a dictados propios de un modelo de producción criminal; pero, sin duda, debe saludarse que hayamos decidido sacudirnos la apatía que suele mantenernos inermes. Falta ver si podremos contrarrestar la inercia clientelar que suele dividirnos.

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