(Publicada en La Sexta Chilanga, la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), Rebelión.org, La Jornada Morelos, El Periodiblog (Rep. Dominicana/Venezuela), 3i-Tercera Información (España) y, en su versión corta, Milenio-Novedades de Yucatán).
Hacia finales del siglo pasado, en mitad de una charla con las y los otrora integrantes del grupo de teatro Ser Undocumented de la Universidad de California (UCLA), que habían visitado el estado de Morelos para tener una residencia artística con quienes entonces éramos parte del Grupo Cultural Zero dirigido por Eduardo López Martínez, salió a colación que ambos colectivos habíamos llevado a cabo sendas prácticas escénicas con un detalle en común: el uso de la corrida de toros como metáfora de la relación de explotación entre las clases dominantes y dominadas. En la performance de Ser Undocumented, el torero era la Estatua de la Libertad y el toro un migrante; en nuestro sketch de carpa callejera, el torero era un patrón y el toro un trabajador.
Quince años después, en medio del linchamiento mediático de que han sido diana las y los
maestros que se manifiestan en contra de las llamadas “reformas estructurales”,
especialmente las que significan una contrarreforma en términos educativos y
laborales, y, sobre todo, después de la represión orquestada entre los
desgobiernos federal y de la ciudad de México el pasado 1 de septiembre (el
#1Smx), no puedo evitar pensar en la misma metáfora. Sin embargo, lejos de suponer que el toro son las y los profes que una vez más salen a la calle
para, como ellas y ellos dicen (y dicen bien), dar lección de dignidad, el toro es la así
llamada sociedad civil o, en su defecto, la ciudadanía.
Quienes me conocen saben que en cuanto a la así nombrada fiesta brava, soy oriundo de
Villamelón; no obstante, creo entender que cuando el torero cita al toro para que éste lo embista se
dice que echa mano del engaño; el engaño, según entiendo, suele ser el
capote o, posteriormente, la muleta y con éste se consigue que el astado entre
a la jurisdicción del diestro las más de las veces humillado. A principios de 2012, Mexicanos Primero, cofundada y
presidida por uno de los también cofundadores de Fundación Televisa, Claudio X.
González Guajardo, citó a la sociedad
civil para que ésta entrara en su jurisdicción y como engaño empleó un largometraje documental dirigido por Juan Carlos
Rulfo y Carlos Loret de Mola: ¡De
panzazo!
La película, con guión del mismo Loret de Mola, se erigía
paladín a favor de una educación de excelencia y, por ende, lanzaba luz sobre
una verdad incuestionable: la deficiencia de nuestro modelo educativo; solo que
enfocaba sus baterías aparentemente críticas y supuestamente objetivas en
contra de las y los maestros y se cuidaba de no decir absolutamente nada del
papel de alienación y sujeción que Televisa, empresa de la que González
Guajardo fue vicepresidente corporativo,
ha jugado a favor de ésa misma deficiencia desde que “El Tigre” Azcárraga Milmo
reconoció ser “un soldado del PRI”.
Para que ¡De
panzazo! calara hondo en el ánimo ciudadano González Guajardo aprovechó el caldo de cultivo
que prevalecía por la justa indignación tras la proyección, tres años antes, de
Presunto culpable, segundo documental
del abogado Roberto Hernández con producción suya y de su esposa, la también
abogada Layda Negrete; Presunto culpable había desvelado, para quienes no suelen ver las uñas sucias de
la miseria (Benedetti dixit), la
podredumbre del aparato de justicia en México. Así, el secretario de educación de facto peñanietista, mientras el titular de jure debe estar echándose unos chincholes como cuando la firma de los Acuerdos de San Andrés, no tuvo más que llevar agua a su molino e iniciar con ¡De panzazo! un linchamiento que el #1Smx rindió sus frutos.
Estamos viendo lo que, para decirlo con Gramsci, se llama hegemonía cultural
de la clase dominante: cuando “los propios intereses corporativos (…) superan
los límites de la corporación de un grupo puramente económico y [se convierten]
en los intereses de otros grupos subordinados”, se alcanza la fase más
estrictamente política de la hegemonía; hegemonía que “no puede dejar de ser
también económica [pues] no puede no tener su fundamento en la función decisiva
que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica”.
¡De panzazo! fue
para Mexicanos Primero el capote con el cual la clase dominante de este país metió
a la informe sociedad civil, vuelta toro, al engaño de los intereses corporativos de la clase dominante, los mismos
que desde los medios de “información” capitalista se aliaron con lo peor de la
clase política para ocupar la Presidencia de la República, hasta hacer que su hipócrita
discurso por una calidad educativa, bajo las directrices neoliberales de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sirviera de
ariete en la descalificación a ultranza de las y los trabajadores de la
educación articulados en la CNTE y se volviera hegemónico.
La faena continúa y las y los cómplices de González
Guajardo en el poder Legislativo hacen lo propio cual obediente y leal
cuadrilla, aprobando las “reformas estructurales” en materia laboral y de
educación que, abrigado por las Fuerzas Armadas, su cómplice (acaso su títere)
en el Ejecutivo defendió de nuevo el pasado 1 de septiembre; claro que, como se
dice desde unas escuelitas muy otras, zapatistas para mayor muina de algunos González
y no pocos Guajardo, falta lo que falta.
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