19 de agosto de 2015

#NoAlCierreDelAlicia


La mañana del domingo 16 de agosto, la noticia de la clausura una noche antes del Multiforo Cultural Alicia había corrido como pólvora. Las llamadas redes sociales se iban convirtiendo poco a poco en el puntero de una indignación que para la noche del domingo ya se multiplicaba en las redacciones de no pocos medios de comunicación y los espacios, virtuales o no, donde pulula el pensar y el sentir de gente que ha coincidido en y con El Alicia.

Salgo al pasillo que queda entre la habitación, el baño y las escaleras; estoy en la planta alta de lo que los López llamamos simplemente La Privada, a menos de una cuadra de Tlatelolco. Nacho está también en el pasillo, así que el encuentro fortuito se convertirá en una charla exprés. ¿La fecha?: septiembre de 1994. Con 19 años encima, soy el integrante más joven de la Convención Nacional Democrática convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el EZLN, en su Segunda Declaración de la Selva Lacandona; represento, junto con un compa de Saltillo, a la banda de Coahuila. Nacho es más grande de edad que yo, pero más vital en el ánimo: su aspecto relajado contrasta con mi mamonería; sin embargo, compartimos cierta austeridad al hablar que poco a poco va venciéndose en la medida en que nos apasionamos de lo que estamos hablando: zapatismo.

La clausura del lugar sede del Laboratorio de Culturas Subterráneas y Movimientos Aleatorios que es El Alicia era inminente; tanto como lo es, no me cabe la menor duda, su reapertura. Los argumentos administrativos que las autoridades de la Delegación Cuauhtémoc han esgrimido como razón para colocar sus sellos en la fachada de uno de los espacios culturales más emblemáticos de la ciudad de México, cuna de muchos de los grupos musicales más famosos del país, no se sostienen al revisar las contradicciones y la discrecionalidad con que se otorgan o se niegan los permisos de funcionamiento en la demarcación con más giros negros, negocio predilecto de la clase política, de la capital.

No recuerdo si estaba en el CUT, el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, o dónde cuando platicando con Hech caímos en la cuenta de que nuestras vidas habían corrido paralelas con intersecciones en varios episodios. Los dos más significativos: la chamba en torno a la CND zapatista (rescatando a la banda del CLETA, cuyo autobús se había ido a un barranco; reuniéndonos en Cencos con las comisiones de cultura, él, y de prensa, yo) y la fundación del Laboratorio de Culturas Subterráneas y Movimientos Aleatorios, mejor conocido como Multiforo Cultural Alicia: él, según sus propias narraciones, había sido uno de los cinco Alicios fundadores que más tarde, un poco por no poderse poner de acuerdo, un mucho porque la chinga era un chingo, salieron por cuerdas dejando al Nacho en calidad de director de El Alicia; yo, era uno de los entonces dos únicos primos políticos del Nacho (el otro era mi carnal) que caminábamos junto con el zapatismo mirando hacia El Alicia con la doble complicidad que nos daba ser familia y compas de lucha.

Por otra parte, con el cierre momentáneo del local ubicado en el 91-A de la avenida Cuauhtémoc, el partido político gobernante en turno no hace más que enseñar el cobre de su chatez política y administrativa otra vez; no sólo porque ha escogido para cumplir su enésima amenaza contra El Alicia el año de su vigésimo aniversario y, por si fuera poco, la noche en que uno de los músicos consentidos de los Alicios, Armando Palomas, presentaría su producción más reciente: Alas & víboras, para celebrar sus 25 años de trayectoria artística; sino porque insiste en tratar al emblemático espacio de la Rockma como si fuera un antro de mala muerte y no el centro cultural que es, con una multa de 117 mil 997 pesos donde lo único regular son sus irregularidades.

Mil novecientos noventa y siete. 31 de diciembre. Hace un frío del carajo, pero no hay bronca: estamos en El Alicia. Es la primera vez que entro aquí y, aunque no es el mejor modo de encontrarse por primera vez con estos graffitis, estoy emocionado. Quizás ésta sea una de las últimas Lopezadas a las que asista, no lo sé: estas reuniones, que de niño esperaba con la mayor de las emociones a lo largo de todo el año, han terminado por perder su brillo de antaño... no obstante, no me importa: estoy en El Alicia. Más tarde, siendo ya papá de Adis, regresaré a este lugar y lo que menos sentiré será el frío: bañado en mi propio sudor y salpicado por el de las y los otros, olvidaré quién soy y cómo me llamo al ritmo de Lost Acapulco, Panteón Rococó, Amparanoia o Los de Abajo. ¿Alcohol?: ni una gota; en El Alicia sólo se venden chelas y, si bien están bien muertas que hasta sudan de tan heladas, a mí la cerveza siempre me ha sabido como a miados... fríos, pero miados.

Cortedad de miras que uno esperaría más de un partido de derechas que de uno de izquierdas, como se supone lo es el de la así llamada Revolución Democrática, pero que a los Alicios ya no les extraña (si es que alguna vez les extrañó): habiendo nacido en diciembre de 1995, en plena administración del salinista Óscar Espinosa Villarreal, famoso por haber desviado fondos del erario público por más de 420 millones de pesos y jubilarse de Nafinsa con apenas seis años de antigüedad, El Alicia sería clausurado por primera vez en 2001 siendo jefa delegacional la muy perredista Dolores Padierna; la esposa de “El Señor de Las Ligas” buscaba reanimar la vida nocturna con “espectáculos sanos, familiares y de alto nivel (…) con música bonita (…) para que la gente pueda divertirse”; casos y cosas de esta izquierda mojigata y uruchurtista.

Dos mil seis. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el EZLN, ha echado a andar su enésima apuesta política: la Otra Campaña. Cruzo la entrada del 91-A de avenida Cuauhtémoc y casi en automático busco al Nacho; no está o, al menos, parece no estar. Acompañado de Jessica, quien no sabe bien a bien a qué ha venido, avanzo por el pasillo de la planta baja que lleva al fondo; subimos las escaleras y llegamos a la planta alta, donde encontramos a algunos compas que como nosotros han respondido a la convocatoria publicada en La Jornada de construir la Coordinadora Regional Zentro-DF de la Otra Campaña. Como siempre, comenzaremos tarde. No conozco a nadie, pero de muchos he oído hablar en una o dos ocasiones. La memoria me juega bromas y los nombres, los rostros y las reuniones de la CRZ-DF se me confunden en los recuerdos: allí está Kuy, de quien Lalo y Berta Alicia me habían contado con mucho aprecio y cariño; allá está Salinas, libándose los bigotes cada que mira a Jessica y sin imaginar siquiera la madriza que le van a acomodar en Atenco tres meses después; más acá, la bandita de Lak'j'k Hormiga, solidaria y chambeadora como siempre, tanto que junto con El Tío serán de los pocos que se mantendrán en el plantón que de Santiaguito se moverá a Molino de las Flores, se pone de acuerdo sobre qué decir y cómo; más allá, como quien baja su perfil, están los morros que eran parte del Frente, el FZLN, y de los cuales el Sup o Elorriaga o Rodríguez Lazcano seguirán echando mano pa' lo que se ofrezca en nombre de la disciplina revolucionaria.

Muchas son las pequeñas historias que se entretejen en torno a la historia un poquito más grande que a lo largo de estos 20 años se ha escrito en el Laboratorio de Culturas Subterráneas y Movimientos Aleatorios (allí nació, por ejemplo, La Otra Chilanga; hoy, La Sexta Nius, y Jessica, una de sus colaboradoras fundadoras, conoció a Juan, quien hoy es el padre de su hijo). Todas, todos, sabemos que El Alicia no puede ser eterno; pero, su punto final no van ponerlo, ni un Neoliberalismo que monopoliza cada vez más el quehacer artístico y cultural, ni un Estado cuyas instituciones se ponen de rodillas al cumplir su tarea de clase en tanto aparato de represión; lo pondrá la banda que en estas dos décadas lo ha defendido con su trabajo, con su presencia, con su resistencia, con su rabia, con su dignidad. Así, pues, mientras eso no suceda, no nos cansaremos de decir que “la cultura no es un lujo, la cultura es un derecho”: #NoAlCierreDelAlicia.

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