15 de octubre de 2015

Primeros apuntes de siempre indefinidas y nunca definitivas primeras definiciones / 3.

¿Teatral?

Si bien la Escuelita Zapatista me recuerda las estrategias propagandísticas de los gobiernos que luego fueron identificados como "socialismo real", donde los cuadros políticos de los partidos comunistas de otros países visitaban la URSS, China o Cuba para constatar con sus propios ojos (opacados por el control del comisario político en turno) las "bondades" de un sistema político que no terminó por desprenderse de las prácticas financieras de un modelo de producción como el capitalista ni, mucho menos, de la burocracia y la corrupción que le acompañan; me parece que representa un paso adelante de aquellas visitas que mucho tenían de "turismo revolucionario" para significarse como un encuentro legítimo entre compañeros y compañeras, compañeroas, de lucha abajo y a la izquierda, pues, sus alumnoas, más que los avances del proceso autonómico zapatista (que los hay, y muchos), palparon la dignidad, la rabia, la resistencia y la rebeldía que alimentan la praxis zapatista, en medio de una experiencia pedagógica que en la mejor tradición de la educación popular latinoamericana se inscribe en el doble espacio del trabajo manual y teórico: político.

Quisiera poder decir mucho más sobre la Escuelita Zapatista, pero nunca fui invitado a cursar a su primer grado a pesar de que no dejé de mandar correos solicitando mi invitación (o quizás por eso) y al segundo grado ya ni les digo: si no cursas el primero, menos el segundo; así que mi experiencia al respecto se limita al estudio autodidacta y sin votán de los cuadernos "La Libertad según l@s Zapatistas": Resistencia Autónoma, Gobierno Autónomo I y II y Participación de las Mujeres en el Gobierno Autónomo... quizás quienes sí hayan sido o estén siendo estudiantes de la Escuelita Zapatista puedan abundar un poco más acerca de ello. Sin embargo, me interesa insistir en que esta aventura nuestra de ahora tiene su caminar junto al del neozapatismo, aunque el Teatro, la Escena, sea su asignatura vertebral; ¿por qué?, porque quienes serán los personajes centrales de la historia o tejido de historias que contaremos: Juan Francisco Kuykendall Leal y Teodulfo Torres Soriano (un par de hombres a quienes, en el caso del primero, el teatro lo llevó al activismo político y, en el caso del segundo, el activismo lo llevó al teatro, y, en ese ir y venir coincidieron en tanto adherentes de La Sexta), seguramente, de no haber sido ejecutado extrajudicialmente, el uno, o desaparecido de manera forzada, el otro, coincidirían también en la Escuelita Zapatista o, en su defecto, estarían pensando en armarse una escuelita teatral de cuadros y otras geometrías políticas como ésta.

Sí, esta escuelita teatral de cuadros, círculos y otras geometrías políticas es algo así como un espejo; metáfora a la que, con ciertas influencias carrollianas, el difunto subcomandante Marcos (que no es muy del agrado de todes quienes aquí estamos por ahora virtualmente) recurría de vez en vez, tanto como lo hará, supongo, el recién nacido subcomandante Galeano. Un espejo, acaso que humea como Tezcatlipoca, quien para los antiguos nahuas representaba la memoria y la conciencia, necoc yaotl: nosotros mismos; un espejo para, por ejemplo, mirarnos a nosotres mismes y crecer en el autoconocimiento, en el "darse cuenta" de, por ejemplo, las sesiones de Movimiento Vital Expresivo del sistema Río Abierto; pero, también el espejo con el chingo de reflejos en un ethos que Bolívar Echeverría llamó, no por nada, barroco: "un comportamiento que no borra, como lo hace el (ethos) realista, la contradicción propia del mundo de la vida en la modernidad capitalista, y tampoco la niega, como lo hace el (ethos) romántico; que la reconoce y la tiene por inevitable, de igual manera que el (ethos) clásico, pero que, a diferencia de éste, se resiste a aceptar y asumir la elección que se impone junto con ese reconocimiento, obligando a tomar partido por el término 'valor' en contra del término 'valor de uso'. No mucho más absurda que las otras, la estrategia barroca para vivir la inmediatez capitalista implica un elegir el tercero que no puede ser: consiste en vivir la contradicción (entre el 'valor de uso' que resulta del proceso de trabajo y disfrute, por un lado, y la 'valorización del valor abstracto' propia del proceso de acumulación de capital, por el otro) bajo el modo de trascenderla y desrealizarla, llevándola a un segundo plano, imaginario, en el que pierde su sentido y se desvanece, y donde el valor de uso puede consolidar su vigencia pese a tenerla ya perdida. El calificativo 'barroco' puede justificarse en razón de la semejanza que hay entre su modo de tratar la naturalidad capitalista del mundo y la manera en que la estética barroca descubre el objeto artístico que puede haber en la cosa representada: la de una puesta en escena."

Ariane Mnouchkine, directora del Téâtre du Soleil, lo dice de esta manera:
"Un teatro no es ni una boutique, ni una oficina, ni una fábrica; es un taller para encontrarse y compartir. Un templo de reflexión, de conocimiento, de sensibilidad. Una casa donde debemos sentirnos bien, con agua fresca si tenemos sed y algo para comer si tenemos hambre. Meyerhold decía que un teatro tenía que ser un verdadero 'palacio de las maravillas'. […] Creo que el teatro es una especie de milagro. Creo que el teatro es, durante algunas horas, una utopía. 600 personas que respiran juntas, que no se matan, que no se pelean todo el tiempo, que se miran, que se hablan. El teatro es un reflejo de lo que el mundo podría ser."
Así, pues, cabe preguntarnos: ¿cuál será la columna vertebral de la historia o el tejido de historias de nuestra puesta en escena?; una inversión, un reflejo: En Esperando a Godot, Samuel Beckett hace que Vladimir y Estragon esperen en vano la llegada de algo o alguien de quien nadie sabremos: ¿Dios?, ¿el caudillo?, ¿el político que sí cumplirá?, ¿ganar la Lotería (o una beca del Fonca)?; pero, ¿qué pasaría si fuera Godot quien esperara a Vladimir y a Estragon? y que, más aún, ¿Vladimir (o Estragon) fuera un hombre a quien el teatro lo llevó de la mano al activismo político hasta recibir el impacto de un proyectil de gas lacrimógeno dejándolo postrado en medio de un coma al que no sobrevivirá y Estragón (o Vladimir) fuera un hombre a quien el activismo político lo llevó de la mano al teatro hasta ser desaparecido de manera forzada por ser el testigo clave de cómo Vladimir (o Estragon) ha sido ejecutado extrajudicialmente? ¿Podríamos pensar en una puesta en escena donde Vladimir y Estragon, en lugar de esperar a Godot, se esperaran a sí mismos? ¿Podríamos pensar en una puesta en escena donde Godot, en vez de ser esperado por Vladimir y Estragon, se esperara a sí mismo? ¿Podríamos pensar en una puesta en escena con tres actos, a modo de jornadas, donde Godot esperara a Vladimir y Estragon, estos se esperaran a sí mismos y aquél se esperara a sí mismo?

Termino este chorema que en medio de tanto neobarroquismo ya se ha ido extendiendo demasiado con otra pregunta que riza más el rizo: ¿se imaginan que Godot fuera, por decir un ejemplo, una compañía de teatro... la compañía que espera a que su director salga del coma y uno de sus actores finalmente, como los 43 de Ayotzinapa, aparezca? Yo, sí, y, por lo pronto, puedo decirles que ya sé qué obra estarían ensayando en tanto aguardan: Esperando al Zurdo, de Clifford Odets, obra que Kuy adaptó junto con el poeta Jaime Reyes para apoyar diversas huelgas de sindicatos mexicanos entre las que destaca la de trabajadores de refrescos Pascual; el momento político es perfecto, sobre todo ahora que el sindicalismo mexicano está en su mayoría cooptado o golpeado, teniendo como telón de fondo la ratificación (o no) del Convenio 98 de la OIT sobre el derecho de sindicalización y contratación colectiva en medio de la firma de un Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) que fue negociado a lo largo de 10 años en total secretismo y firmado a espaldas del pueblo.

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