(Publicado en Milenio-Novedades de Yucatán, en su versión corta; La Sexta Chilanga; ALAI, América Latina en Movimiento; Rebelión.org; Kaos en la Red, y Libre Opinión).
Hace 19 años, cuando yo tenía
19 años, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional había hecho pública su
Segunda Declaración de la Selva Lacandona convocando a la celebración de lo que
llamó la Convención Nacional Democrática. La CND, reconociéndose heredera de la
Convención Revolucionaria de Aguascalientes de 1914 que consiguió reunir a las
fuerzas más progresistas y radicales de la así llamada revolución mexicana,
llamaba a la multimentada «sociedad civil» a sumarse al neozapatismo (Carlos
Aguirre Rojas dixit) en la lucha por
un gobierno de transición y un nuevo constituyente que garantizaran un tránsito
pacífico a la democracia.
Yo provenía de un comité civil
integrado por diez jóvenes que, cada quien su modo, nos habíamos acercado desde
diversos espacios de Torreón, Gómez Palacio y Ciudad Lerdo, corazón de la
Comarca Lagunera, a eso que a veces llamamos las artes y la cultura. Por un solo
voto de diferencia, la decisión de quién representaría al Comité Civil «Don
Durito de la Lacandona» recayó en mí dando paso a un encuentro personal con lo
que sería una de las experiencias más determinantes de mi vida, parte
sustancial de un episodio generoso en enseñanzas que en su mayoría aún ahora no
termino por asimilar.
Traigo a colación este momento
de lo que a simple vista no parece ser sino el anodino capítulo de una
microhistoria personal como cualquier otra para con el zapatismo del siglo XXI
porque, creo, la invitación a la «Escuelita Zapatista», la iniciativa más
reciente del EZLN para articularse con quienes aún caminamos o recién nos
sumamos, según sea el caso, a su andar de casi 20 años de decidida presencia en
el escenario político nacional, tendrá como parte medular un ejercicio a medio
caballo entre la ironía socrática y la mayéutica: entre el creer que se sabe lo
que en verdad se ignora y el descubrir que yace en nosotr@s mism@s el saber de
lo que creemos ignorar.
Me explico.
La «Escuelita Zapatista», como
adelanta el subcomandante insurgente Moisés en la carta «Él Somos», parte 6 de
la serie «Ellos y nosotros. VI. Las Miradas», es «la escuela humilde de mis
compañer@s que quieren compartir lo poco que hemos aprendido, para ver si les
va a servir allá en sus lugares de trabajo donde viven […] donde explicamos de
cómo es la libertad para l@s zapatistas, y así ver nuestro avance y nuestras
fallas que no las escondemos, pero directo con los mejores maestros que hay,
que sea los pueblos zapatistas», para quienes «ya es libertad […] hacer lo que
quieren y como la piensan de una vida mejor.»
Así, pues, el primer curso de
la «Escuelita Zapatista» se llama «La Libertad según l@s Zapatistas» y, como
apunta el subcomandante insurgente Marcos en la primera entrega de la serie «Ellos
y nosotros. VII. L@s más pequeñ@s», será impartida directamente «por compañeros
y compañeras bases de apoyo del ezetaelene que han desempeñado los distintos
cargos de gobierno, vigilancia y cargos de diversa responsabilidad en la
construcción de la autonomía zapatista.»
A simple vista, puede creerse
que con la «Escuelita Zapatista» el EZLN responde a buena parte de las
interrogantes que la muy sobada «sociedad civil», mientras mira los calendarios
y las geografías (Marcos dixit) del arriba que le condiciona, se hace un tanto
cuanto sorda y no menos hipócrita sobre los supuestos “silencios” del zapatismo
ante otras luchas de carácter nacional e internacional; algo así como un: «disculpen
que no estemos en su carnaval electorero, pero estábamos ocupad@s construyendo
un mundo mejor».
Sin embargo, la «Escuelita Zapatista»,
más que responder, pregunta algo y para hacerlo recurre a un dispositivo que
propicie el diálogo, la mirada, el encuentro, mediante un discurso que, como es
costumbre en las y los zapatistas, parece burlarse de todo, incluyendo de sí
mism@s (la ironía socrática) y un juego de espejos (la mayéutica). La pregunta,
expuesta con todas sus letras por Marcos en la carta «Votán II. L@s guardian@s»,
es: ¿Qué es la libertad según tú-ustedes?
No obstante, para responderla,
el así llamado neozapatismo no se conforma con el carácter socrático de su
iniciativa y nos confronta, puesto que capacidad de burlarse de un@ mism@ y espejos,
desde postulados marxistas; específicamente, los discutidos en aquél que para
el Engels de 1888 era «el primer documento en que se contiene el germen inicial
de la nueva concepción del mundo»: las Tesis
sobre Feuerbach, que se encuentran en el «Cuaderno de notas» del Marx de
los años 1844-1847.
Para muestra, unos botones;
cortesía del subcomandante Moisés:
«Cada vez la están mejorando, porque además la ven la necesidad y que además la práctica que hacen es la que demuestra de cómo mejorar, o sea la práctica es la mejor forma de trabajar para mejorar. La teoría nos da idea, pero la que da forma, es la práctica, el cómo gobernar autónomamente.»
«Es como por ahí hemos escuchado que dice: ‹Cuando el pobre crea en el pobre, ya podremos cantar libertad›. Solo que eso, no sólo lo hemos escuchado, sino que la estamos haciendo en la práctica. Ese es el fruto, que quieren compartir nuestr@s compañer@s.»
«Es mucho lo que les puedo decir, pero no es lo mismo, que l@s escuchen, que l@s vean o que l@s miren y que si tienen pregunta en viva voz les contesten mis compañeros y compañeras bases de apoyo. Aunque con dificultad les contesten por la castilla, pero la mejor contestación es su práctica de l@s compañer@s, que están a la vista y que la están viviendo.»
«Organización se necesita, decisión se necesita, acuerdo se necesita, luchar se necesita, resistencia se necesita, defenderse se necesita y trabajar se necesita, práctica se necesita. Si falta algo más, hay agreguen ustedes compañeros y compañeras.»
Obviamente, estos paralelismos
burdamente presentados, pues mi formación no es la de un politólogo, un
historiador o un sociólogo: yo soy sólo un cómico, no agotan, ni mucho menos,
las reflexiones y, ni qué decir, las experiencias en torno a la «Escuelita
Zapatista», ya que cada quien su modo y su propia microhistoria.
La mía con el zapatismo, por
ejemplo, arrancó de la mano de una organización que faltando a la ética más
elemental, en principio, suplantó al mismo EZLN reclutándonos a algunos, solicitando
apoyo económico y en especie a otros e intentando sacar acuerdo con otros más a
su nombre; después, dinamitó y propició la división al interior de aquella CND de 1994 con prácticas por demás sectarias y
pretendidamente radicales o ultras,
y, finalmente, con la creación del Frente Amplio para la Construcción del
Movimiento de Liberación Nacional, obstaculizó la construcción de un espacio de
por sí difícil de articular, como el Frente Zapatista de Liberación Nacional,
gestado en la Consulta Nacional por la Paz y la Democracia de 1995 y emanado de
la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona:
la Coordinadora Nacional de Acción Cívica para la Liberación Nacional.
En nombre del EZLN, la gente
de la Conac-LN me llevó con los ojos vendados a “casas de seguridad” donde leía
a Marx, a Lenin y al subcomandante Marcos por los días y dizque entrenábamos
defensa personal por las noches. En nombre del EZLN, la gente de la Conac-LN me
tomó juramento “zapatista” y me dio por tarea visitar a quienes podrían colaborar
económicamente con la lucha y estudiar los comunicados zapatistas con obreros y
amas de casa durante horas cual Testigo de Jehová. En nombre del EZLN, la gente
de la Conac-LN grilló en la CND para
convertirme en el integrante más joven de la presidencia colectiva de la
primera sesión, en Aguascalientes, y,
por ende, de su Consejo Nacional de Representantes, acercándome a don Pepe
Álvarez Icaza y Violeta Vázquez Osorno (allí tuve mis cinco minutos de fama al
encargarme redactar y leer el boletín de prensa donde la CND declaraba
públicamente su postura sobre las elecciones de 1994).
En su libro Mi paso por el zapatismo, el maestro Octavio
Rodríguez Araujo, además de quejarse de ser tratado por Marcos como zapatista
de quinta categoría, señala a don Pepe y a Violeta como integrantes del ala ultra/sectaria; supongo, entonces, que
yo pertenecí, en nombre de un EZLN suplantado por la Conac-LN, a ése mismo
grupo hasta que en octubre de 1994 fui relevado de mi cargo de representante por
Coahuila en el Consejo Nacional de Representantes de la CND y me mudé a
Morelos, donde tuve más coincidencias con el ala que en el libro de Rodríguez
Araujo aparece como moderada.
La experiencia en la CND,
según yo antecedente primero de lo que hoy será la «Escuelita Zapatista», donde
el EZLN se ha cuidado de no ser suplantado por quienes después serán usurer@s
de la solidaridad, «personas que convierten la solidaridad con una causa, en
botín y usan esos apoyos para construirse su escalera propia al Poder» (Marcos.
La solidaridad como hermandad o como
usura: 2007), como la misma Conac-LN; la experiencia en la CND, decía, me
regaló varias lecciones y me es muy difícil no tenerlas de referencia cuando
observo emocionado lo que puede ser la experiencia de la «Escuelita Zapatista».
Pienso, por supuesto, en la convivencia
con las madres y abuelas de pres@s y desaparecid@s polític@s de Chihuahua, «Las
Doñas», y, sobre todo, el entrañable encuentro con la palabra y el abrazo de
Martha de los Ríos, giganta entre gigantas. Pienso, también, en las soberbias y
los protagonismos de quienes pronto intentaron llevar agua a su molino olvidando
que habíamos contraído un compromiso para con el EZLN de luchar por que este
país tuviera un lugar digno para los pueblos originarios de estas tierras.
Pienso en febrero de 1995 y en
las tropas de un ejército federal que diciéndose mexicano arrasaban Guadalupe
Tepeyac (y con ella el Aguascalientes
zapatista en que se celebrara la CND) destruyendo las casas, los corrales y los
plantíos de sus hermanos de color y de sangre. Pienso en Violeta Vázquez y un Carlos
Berumen que se agandalló la
representación de Durango en la CND, visitando un mes más tarde a Julio César
Ruiz Ferro, gobernador interino impuesto por Eduardo Robledo Rincón y con
vínculos con grupos paramilitares como «Paz y Justicia».
Pienso, en los ultra/sectarios de los que habla
Rodríguez Araujo, much@s de l@s cuales mostraron más tarde su talante tanto
usurero cuanto usurpador, y en quienes no menos ultras y no menos sectarios,
pero honestos y jugándose el pellejo, apostaron sin reservas por las iniciativas
zapatistas en el FZLN, primero, y la Otra Campaña, después. Pienso en Juan
Francisco Kuykendall, postrado en su cama y siendo trasladado de uno a otro
hospital desde el 1 de diciembre de 2012, o en Teodulfo Torres Soriano,
desaparecido desde el 23 de marzo de 2013, y en su solidaridad y capacidad de
lucha sin cortapisas.
Pienso, finalmente, en la gran
lección que viene junto con pegado de la construcción de la autonomía zapatista
y en cómo ocho años después de su destrucción aquél primer Aguascalientes se multiplicó en los Caracoles donde residen hoy las Juntas de Buen Gobierno de los
Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, cuyas bases de apoyo nos han invitado
a una su «Escuelita Zapatista» y, a decir del subcomandante Moisés, «van a dar
clase de cómo ha sido su pensamiento y su acción en la libertad según el
zapatismo, sus aciertos, sus errores, sus problemas, su soluciones, lo que han
avanzado, lo que está atorado y lo que falta, porque siempre falta lo que falta.»
Mientras tanto, arriba, la impunidad, la burla, la
corrupción, la mentira, la negligencia, la represión y la desmemoria seguirán
en gran banquete, pues, parafraseando a Rosario Castellano, prosigue el
banquete.
Y, bueno, qué sorpresa. Hoy me llegó una invitación a tu blog y vine azorada y contenta. Te mando un abrazo.
ResponderBorrarPues, sí, que aquí estamos dándole una manita de gato a estos y otros apuntes, invitando a quienes nos han acompañado con su complicidad de ayer y de siempre a seguir este espacio que, aunque personal, no deja de lanzar la mirada a lo colectivo. Abrazo de retache :)
Borrar