Publicado en Milenio-Novedades de Yucatán, el 24 de diciembre de 2013.
El pasado 16 de diciembre se cumplieron 25
años de la desaparición forzada de José Ramón García Gómez; la primera que
cometiera ése régimen criminal mejor conocido como salinato, cuyas
administraciones se siguen sucediendo independientemente del color partidista
que desgobierne en la gerencia general y las gerencias departamentales que
algunos llaman presidencia de la república y gobiernos estatales de este país
subastado al mejor postor en nombre de la ley.
No, el salinato no terminó el 1 de
diciembre de 1994, cuando Ernesto Zedillo, también conocido como El Chacal de Acteal, recibió de Carlos
Salinas de Gortari la banda presidencial diciéndole: “gracias, señor
presidente”; más bien, allí inició la sucesión de administraciones ora
priístas, ora panistas, ora perredistas, ya federales, ya locales, del
salinato; y, allí también, continuó la cuota de sangre que el pueblo de por sí
venía pagando, pero que a lo largo de 25 años ha venido en aumento por razones
políticas y económicas sexenio tras sexenio.
Tengo conmigo, en un álbum de fotografías
tan íntimo como la memoria que lo custodia, junto a los rostros de Sor Juana, Sacco
y Vanzetti, Gandhi, Luther King, César Chávez, Meyerhold y Dení Prieto, la
imagen de José Ramón micrófono en mano, una pequeña bocina cerca de los pies y
arengando a quien pudiera y quisiera oírlo aquello de: “Nadie va a impedir que
pueda ejercer mi derecho a expresarme en los 70 centímetros de democracia que a
cada ciudadano le corresponden.”
¿Se imagina usted, improbable lector, lo
que una decisión así significa? El salinato lo imaginó, no hay duda, y sus
administraciones, incluyendo la más reciente, la de Enrique Peña Nieto, se han
dedicado muy prolijamente a detener, desaparecer y asesinar a toda aquella
persona que compartiera y fuera consecuente con el sueño de José Ramón.
Aún así, uno prefiere caminar y llevar consigo
los centímetros de democracia que a uno le toca y darse a la tarea de aprender
a juntarlos con los de las y los demás; aprender de quienes al mirar hacia los
lados hacia abajo miran porque abajo se están y, en ése su mirar, animan a que
otros, quienes de una u otra manera padecemos el avance de las cuatro ruedas
del capitalismo: la represión, la explotación, la burla y el despojo, nos
miremos.
Por cierto: Feliz Navidad.
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