15 de mayo de 2015

Aprendiz de balts’am.

Mi hijo y yo llegamos a tierras del Mayab en octubre de 2008. Somos migrantes dentro de nuestro propio país y, aunque muchos y muy entrañables sean nuestros lazos con los otros lugares de los cuales venimos, poco a poco nos hemos ido enamorando de Yucatán al grado de poder decir junto con Serrat que somos del lugar donde comemos.

Cuando mi terapeuta me invita a responder la pregunta: ¿quién soy?, no busco cómo hacerlo porque la verdad es que no sé quién soy y lo mejor que puedo hacer es decir cómo me llamo, cuántos años tengo, quiénes son mi gente, cuáles son mis herencias y a qué me dedico. Sin embargo, para mis amigas y amigos, y para quienes no lo son, en Yucatán soy un huach o, como alguna vez dijera una alumna mía, un extranjero nacional.

Suelo decir sin ambages, por una historia personal que sólo gente cercana a mí conoce, que mi hijo me salvó; no lo hizo solo, a mi lado estuvieron siempre mi padre, mi madre, mi hermano, mis hermanas, la mujer que era mi compañera y algunas y algunos buenos amigos, incluidos dos o tres de mis maestros; ahora puedo decir, sin cultivo, que Yucatán también me salvó.

Sin que ello, insisto, pueda definirme, soy un cómico; por “cómico” no quiero decir que me la paso contando chistes misóginos y racistas en el escenario, sino que me considero heredero de un oficio que dadas las extranjerías (mías y de quienes como ellas y ellos soy) ha adoptado a la escena como patria y matria. Y, en tanto cómico, llegué a estas tierras a compartir los dudosos saberes y pensares que traigo conmigo.

Sí, llegué, según yo, a enseñar; no obstante, a lo que llegué fue a aprender y hoy tengo la certeza de que más que maestro he sido alumno de mis alumnos. Esas cosas pasan por acá.

El maestro José Castro, papá de mi pareja actual, explica que en Yucatán se dice buscar (el verbo es kaaxan) en lugar de encontrar porque para la maya la idea de hallazgo está en la misma búsqueda: uno encuentra porque busca y al encontrar sigue buscando; uno busca para buscar, no para encontrar.

Así, porque como dijera Kavafis, lo importante del viaje a Ítaca es el viaje mismo más que llegar a Ítaca, yo en Yucatán me estoy buscando y he buscado que apenas soy un aprendiz de balts’am que sigue buscando, testigo privilegiado de las propias búsquedas de mis alumnas y alumnos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario