13 de julio de 2020

1M+2H/1B (VIII): El teatro de carpa -4.

Sesión (la de hoy) 39. Día 125 de la pandemia de SARS-CoV-2; 245 desde el paciente cero en Wuhan, China, y 43 de la así llamada “Nueva Normalidad”.

~ El sketch, entre Ba-ta-clán y Maximato ~

Popular en la primera mitad del siglo XX, el teatro de género político gustaba a la población tanto que los autores no se daban abasto escribiendo obras; sin embargo, hubo un paréntesis cuando en febrero de 1925, con Zapata, Carranza, Villa y Flores Magón ya asesinados y Calles en La Silla del Águila recién calentada por Obregón, la compañía de revistas francesas Ba-ta-clán, dirigida por Madame Berthe Rasimi, llegó a México debutando en el Teatro Esperanza Iris para presentar un espectáculo de revista tal y como lo hacían los franceses: con juegos de luces, música alegre y mujeres sin mallas desfilando por la pasarela para el regocijo de los espectadores. La gente gustó tanto de esta atracción, que la representación de la revista y la carpa políticas se detuvo por un momento hasta que la fiebre bataclanesca pasó de moda.

Por otro lado, al grito de: “¡Viva el mole de guajolote!”, los estridentistas, que ya se habían dado a conocer a raíz de su primera exposición en la inauguración de El Café de Nadie en abril de 1923, seguían haciendo de las suyas. En sus filas se identificaban a escritores como Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo, Humberto Rivas, Luis Ordaz Rocha y Miguel Aguillón Guzmán, o artistas plásticos como Fermín Revueltas, Leopoldo Méndez, Jean Charlot, Ramón Alva de la Canal, Xavier Guerrero, Máximo Pacheco, Germán Cueto y Guillermo Ruiz. En “la acera de enfrente” estarían Jorge Cuesta, José Gorostiza, Roberto Montenegro, Salvador Novo, Gilberto Owen, Manuel Rodríguez Lozano, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia y Antonieta Rivas Mercado; entre otros, bajo diversos nombres, el más conocido: Los Contemporáneos.

Mientras tanto, Maria Soteras i Mauri, después de abandonar la carrera de Filosofía y Letras, se graduaba de la carrera de Derecho, en la Universidad de Barcelona, siendo la primera mujer en lograrlo; es el año de 1926. Un año después, Soteras se convertiría también en la primera mujer en ingresar al Colegio de Abogados de Barcelona y, más tarde, sería la primera mujer doctorada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Desde 1927, Maria montaría su propio despacho junto con el también abogado Antoni Vilalta i Vidal, egresado igual en 1926 de la Universidad de Barcelona.

En México, con La Gran Depresión de 1929, ya asesinado Obregón y el abuelo del PRI: el Partido Nacional Revolucionario (PNR) fundado, los grandes teatros comenzaron a cerrarse o a convertirse en cines debido a los altos costos de manutención, lo que llevó a los empresarios teatrales a inclinarse de nuevo por las carpas, por ser éstas más rentables y con menos inversión. Tras el crack del ’29, el blues daba su primeros pasos para disputarle el estrellato de la década a Fred Astaire e Irving Berlin, por un lado; a Marlene Dietrich, por otro, y a Carlos Gardel por otro más: cuatro formas musicales que a la par del teatro de revista y la carpa en México, acusaban ciertos aires de forzada felicidad o de plena nostalgia por decir lo menos.

A partir de 1931, ya con Pascual Ortiz Rubio como gerente del Maximato (período de 10 años que va de 1924 a 1934, en los cuales Plutarco Elías Calles gobernaba tras la Silla del Águila, por encima de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez; considerados sus títeres políticos), se introduce el sketch al teatro de carpa, cambiando radicalmente su estructura y acercándolo al lazzi de la commedia dell’arte. No obstante, si bien este recurso sería de gran ayuda para las y los cómicos, pues, podían actuar en varias carpas el mismo día, terminó restándole importancia al libreto y le abrió la puerta a la contratación de más números de variedad, como cancioneros, actos de circo, duetos, tríos, monólogos y otras diversiones que se insertaban en los cuadros de la revista.

De esta forma, nos dice Alemán Torres, el sketch llegó a ser el número más versátil de las atracciones dentro de las carpas y poco a poco se fueron dejando de lado los asuntos políticos, ya que los empresarios, por una parte, adecuaron el espectáculo según la demanda teatral de un público que dejó de gustar de los temas políticos y prefirió divertirse con espectáculos con otro sentido y, por otra parte, procuraban llevar una buena relación con las mojigatas administraciones del Maximato, a fin de obtener concesiones en el pago de impuestos y en los permisos para representar un tipo de espectáculos donde las tiples ya estaban siendo sustituidas por provocativas y exóticas rumberas, como María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Meche Barba, Rosa Carmina o Tongolele, y la carpa misma comenzaba su mudanza hacia una industria cinematográfica nacional que, aprovechando las crisis de sus pares en Estados Unidos y Europa, crecería como espuma.

En cierta medida, muchos autores y actores se volvieron apáticos y se perdió la capacidad de improvisación, los libretos fueron cada vez más simbólicos con el auge del sketch, que no tenía mayor complicación. En consecuencia, la revista poco a poco se fue despolitizando para ir adquiriendo un tipo de tono basado en los sentimientos, dando paso, así, a la revista romántica; ésta y el teatro de variedades, terminarán dándole el tiro de gracia a la revista política. Asimismo, el público se fue volviendo más sumiso y, paralelamente, la industria del espectáculo se empezó a institucionalizar (como el partido oficial) por medio del cine, la radio y la televisión.

Durante la década que duró el Maximato, la censura de la vida pública se volvió moneda corriente y la figura presidencial se volvió intocable, como lo era con Díaz no, no había youtubers que le llamaran “Chocoflán” al hijo del presidente, pero también se hubieran quedado sin trabajo por lo menos. La censura, desde luego, no era una novedad: en 1921, siendo presidente Álvaro Obregón, se había creado en el Ramo de Diversiones del Ayuntamiento un Departamento de Inspección Cultural y Artística que se encargaba de informar al Ayuntamiento sobre la calidad de los espectáculos antes de ser exhibidos públicamente; ése mismo año, un inspector reportó una obra que consideraba indecente por su contenido comunista.

Un caso de censura, digamos, emblemático de este período es el del escritor Carlos G. Villenave. Villenave, junto con Roberto “El Panzón” Soto (quien aprovechaba su fuerte parecido con el líder sindical Luis N. Morones para parodiarlo), había recibido de manos de Álvaro Obregón 8 mil pesos (El “Panzón” Soto, recibió 5 mil) como “reconocimiento” por el apoyo que había dado a su campaña de reelección. Más tarde, el mismo Villenave estrenaría en el Teatro Lírico La concha madre, cuyo personaje principal era la así llamada Madre Conchita, supuesta autora intelectual del asesinato del propio Álvaro Obregón en 1928. Tiempo después, mientras José Moreno Ruffo estrenaba Naipes políticos en el Teatro Lírico con personajes como: Cyrano de Villa Real (Antonio Villareal), Según te Portes Gil (Emilio Portes Gil), Vas con celos y vienes con ambiciones (José Vasconcelos) o El Rubio Pascual (Pascual Ortiz Rubio), con un Joaquín Pardavé haciendo de un General Calles que siempre ganaba las partidas, Carlos G. Villenave estrenaba La hora de renunciar con motivo de la renuncia a la presidencia de Pascual Ortiz Rubio; ¿resultado?: durante la presidencia de Emilio Portes Gil, Villenave, junto con los también escritores Rodolfo el “Chamaco” Sandoval y Juan Díaz del Moral, fue expulsado del país.

Cuando la represión no funcionaba, pues, el público no pocas veces defendía a sus cómicos y tiples, el régimen buscaba cómo instrumentalizarlo a su favor; práctica que continuará hasta nuestros días. En 1929 se había creado un programa de teatro popular denominado “Recreaciones Populares del Departamento del Distrito Federal”, que consistía en llevar espectáculos a zonas marginadas o populares de la ciudad mediante el establecimiento de una gran carpa donde se representaban obras como Obreros y Oro Negro, de Francisco Monterde. En 1933, el presidente Abelardo L. Rodríguez ordenó realizarse allí una “Feria Nacionalista” para ofrecer, literalmente, distracciones populares y tender una cortina de humo que intentara tapar el descontento popular que se expresaba en diversas huelgas de trabajadores de la época; así, el último gobierno del Maximato convocaría allí a todas las carpas de la Ciudad de México, al igual que todo tipo de diversiones callejeras, para establecerse a lo largo de la Alameda Central, hasta el Zócalo.

Unos meses antes, el 28 de septiembre de 1932, nacería en Barcelona Maria Vilalta Soteras, llamada de cariño: Maruxa, hija única de Maria Soteras y Antoni Vilalta; entonces juristas integrantes de la Junta del Colegio de Abogados de Barcelona y, para esas fechas, militantes de la izquierda catalana. El mismo Vilalta había participado el año anterior en la Conferencia de Izquierdas Catalanas que dio paso a la fundación, en marzo de 1931, del partido Izquierda Republicana de Cataluña, y había sido elegido concejal del ayuntamiento de Barcelona. El 14 de abril de ése mismo año sería proclamada la Segunda República Española y, en Cataluña, el padre de Maruxa presidía las comisiones de Fomento, de Cultura y de Hacienda como concejal. No sería extraño que durante la Segunda República fuera quien elaborara el primer presupuesto del Ayuntamiento de Barcelona.

~ ¿Un bolchevique en la presidencia? ~

1934. En Europa, Hitler ocupaba desde 1933 la cancillería del gobierno alemán y afianzaba el poderío del Tercer Reich tras el incendio del Parlamento, que le serviría de pretexto para desatar la represión a los sindicatos obreros de izquierda; cancelar las libertades de opinión, de asociación y de prensa; perseguir a comunistas, anarquistas y socialdemócratas; boicotear comercios, fábricas, bancos y editoriales judías; prohibir que judíos, afrodescendientes y homosexuales ejercieran como funcionarios, abogados, notarios, periodistas y médicos, y quemar frente a todas las universidades alemanas aquellos libros considerados revolucionarios u opositores al régimen nazi.

Antoni Vilalta, padre de Maruxa, ha abandonado Izquierda Republicana de Cataluña (ERC, por sus siglas en catalán) para formar el Partido Nacionalista Republicano de Izquierda. Ése mismo 1934, Antoni sería nombrado presidente del Consejo Directivo de la Unión de Municipios Españoles; sin embargo, ante el asalto al poder de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) tras los llamados fets del sis d’Octubre, la familia Vilalta Soteras se autoexiliaría en Paris, Francia, para volver a Cataluña un año más tarde.

En 1936, Antoni Vilalta se reintegraría nuevamente a Izquierda Republicana de Cataluña. Durante los primeros meses de ese año, la polarización entre la izquierda revolucionaria y la derecha fascista españolas, pasando por una izquierda moderada, una derecha republicana con un centro anticlerical y una derecha de fuerte componente católico y pro monárquico, fue in crescendo.

En México, el entonces presidente Lázaro Cárdenas ha puesto un “hasta aquí” al Maximato, haciéndole a Calles una oferta que no pudo rechazar: o se iba al exilio, o lo mandaba fusilar. Con el “Jefe Máximo” fuera del país, Cárdenas vio necesario fortalecerse atrayendo para sí a los sectores de la clase trabajadora sin que ello significara dejar de negociar con los de la burguesía que, a pesar de la nacionalización de los trenes, el reparto agrario de 18 millones de hectáreas a la clase campesina (que, por razones productivas, reconstituyó al ejido), la misma expropiación petrolera y la llamada educación socialista, estuvieran dispuestas a caminar junto a su gobierno.

La estrategia de Cárdenas fue desbaratar la estructura callista del PNR, afianzada en partidos locales que daban fuerza a cacicazgos políticos en distintas regiones del país, y lo sectorizó corporativizando (valga la expresión) a las fuerzas organizadas obreras, campesinas, populares (incluyendo a las mujeres) y militares. Las y los trabajadores del teatro no se escaparon de formar parte del sistema corporativo cardenista y la Unión de Artistas de Variedades y Similares, integrada por actores y empresarios, donde también participaban músicos de las carpas, utileros, teloneros y los famosos “gritones”, se unió con la Sociedad de Actores y en 1934 fundaron la Asociación Nacional de Actores (ANDA).

La sectorización cardenistas del rebautizado Partido de la Revolución Mexicana (PRM), el papá del PRI, si bien parecía arrinconar a la “burguesía revolucionaria” al interior del partido de Estado, la potenció, justamente, en los cacicazgos regionales que esperarían a que la historia nacional le diera vuelta a la página del cardenismo; pero, mientras eso ocurría, Cárdenas se dio a la tarea de integrar en su administración a las fuerzas de la burguesía menos reaccionaras (o que se cuidaron de mostrarse como tales) reestructurando, para decirlo con Doralicia Carmona Dávila, los intereses del sector privado mediante su agrupación en cámaras de comercio e industria: la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio (Concanaco) y la Confederación Nacional de Cámaras de Industria (Concamin), con afiliación obligatoria. Así demostraba que no era su enemigo, amén de que no se negaran a participar en la construcción del México moderno.

De esta suerte, capitalistas no nada más nacionales, sino también extranjeros, como el empresario azucarero y todopoderoso de la industria cinematográfica en México, William O. Jenkins; el empresario de la industria manufacturera, fundador de la México Golf Association (hoy, Federación Mexicana de Golf) y dueño del exclusivo Country Club, Harry Wright, y el banquero Carlos Trouyet, principal promotor de la mexicanización de Teléfonos de México (no por nada lo llaman el Slim de los 60’s); siempre pudieron disfrutar de la buena disposición del gobierno cardenista.

Paralelamente, vendrían las creaciones de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que aglutinó múltiples sindicatos nacionales de industria y gremiales, como el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), al cual estaba afiliada la ANDA, y federaciones municipales de trabajadores; de la Confederación Nacional Campesina (CNC), que integró ejidatarios, comuneros, solicitantes de tierra, asalariados y productores agrícolas, y de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), que junto con el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (que reunía a 800 organizaciones de mujeres de todo el país con cerca de 50 mil integrantes de diversas posturas ideológicas con un objetivo común: conquistar el derecho a votar y ser votadas) dio paso a la creación del sector popular. Y, como broche de oro, las integró al PRM junto con el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, a las cuales hizo mejoras en la paga, las condiciones de trabajo y el armamento.

Fue así como, siguiendo a Carmona Dávila, el cardenismo vinculó a las masas de trabajadores del campo y la ciudad con el gobierno para que le sirvieran de respaldo y contrapeso frente a las fuerzas de la burguesía nacionales y extranjeras contrarias a su proyecto de nación: en un país casi analfabeto y sujeto fuertemente a la influencia de poderes fácticos conservadores intocados por la guerra civil, para el cardenismo fue inconcebible abrir los cauces de la democracia electoral, pues, desde su interpretación eso hubiera significado (como ocurrió en la España del 33, donde el voto femenino se inclinó por la derecha) el derrocamiento por la vía del voto libre de las fuerzas de la burguesía que, como Cárdenas mismo, habían ganado la “Revolución Mexicana” y detentaban el poder.

En lo que al teatro de carpa toca, Cárdenas favoreció su desarrollo ya que las consideraba espacios benéficos para el entretenimiento de la población, debido a lo cual les concedía permisos sin demasiados trámites: “Bastaba encontrar un terreno baldío y tener con qué construirla, para montar una (
) El general sabía la importancia que tenía la carpa como espacio en donde se reunía el pueblo de pocos recursos de la Ciudad de México y la protegía”, recoge Alemán Torres. Incluso se cuenta que el presidente era admirador del actor Chicotito, por lo que le regaló una gran carpa. Así, dentro de la ANDA las diferentes especialidades carperas se distribuyeron de acuerdo con las secciones existentes en la asociación, como cantantes, payasos, cómicos; entre otros puestos. De esta suerte, al estar integradas al sistema corporativo, las carpas no manifestaron grandes críticas al régimen.

Durante el gobierno cardenista, los autores escribían obras que enaltecían al gobierno del presidente, como San Lázaro el milagroso, representada en 1936 por Cantinflas en el Teatro Follies. Otras fueron: El tenorio rojinegro, Un bolchevique en la presidencia y Laza los cárdenos. Ese mismo año, con Plutarco Elías Calles expulsado del país, se estrenaron: Dinamita a don Plutarco, La huelga de Calles, Se solicitan callistas, El jurado de Calles y El judío errante, ésta última de un retornado Carlos G. Villenave, donde Roberto “El Panzón” Soto apareció en el papel del judío Plutón Elías.

En la radio, junto al bolero, sonaban Cab Calloway, Cole Porter, Gold Diggers, Bing Crosby y la orquesta de Benny Goodman; mientras una Judy Garland jovencísima seducía al respetable con Somewhere over the Rainbow. En los centros nocturnos, el swing, que en México tenía en Adalberto Martínez “Resortes” a uno de sus más grandes ejecutantes, se disputaba la pista con el mambo y el cha-cha-chá. Ante la avanzada de los fascismos en Europa, que en España obtendrían carta de naturalización gracias al posterior reconocimiento que Estados Unidos, Francia e Inglaterra hicieran del gobierno franquista, cineastas como Joris Ivens, John Grierson, Leni Riefensthal o Pare Lorentz se daban a la tarea de hacer del celuloide un medio también para hablar de la realidad histórica y política de su tiempo. En las letras, escritores como Federico García Lorca, asesinado por el franquismo, o Lu Xun, en China, o Takiji Kobayashi, en Japón, o Ágatha Christie, en Inglaterra, o Máximo Gorki en la incipiente Unión Soviética, volteaban la mirada a ambos lados de la ficción y la realidad.

Entre tanto, en México, ya desde 1935 la calle San Juan de Letrán había sido ampliada para iniciar su conversión en el primer eje vial que transfiguraría la capital; con dicha ampliación vinieron los derrumbes de muchas casonas y vecindades y en muchos de los predios baldíos se instalaron nuevas carpas que serían enaltecidas y apoyadas por lo doble política popular y corporativista cardenista. Nombres como Teatro Colonial, El Salón Rojo, La Ofelia, El Salón París, La Principal, La Procopio; entre otros, se volvieron parte del lenguaje y el paisaje urbanos desde la Plaza de la Constitución hasta Salto del Agua. Y, como cereza en el pastel, se abrirían las puertas del Palacio de Bellas Artes al teatro de revista, para que Roberto “El Panzón” Soto presentara Rayando el sol con su compañía teatral y llenara, a decir de él, el “jacalón de mármol”.

Del otro lado del charco, las cosas se habían ido poniendo cada vez más mal. Cataluña había caído ya en manos del bando sublevado (léase, los fascistas) y gracias a la complicidad de Gran Bretaña y Francia para con el franquismo y al apoyo de Alemania e Italia a “los nacionales”, la República Española había llegado a su fin y el ascenso de Francisco Franco como “Generalísimo” y “Jefe del Estado Español”, títulos en los que se había autoproclamado desde 1936, se había consolidado. En respuesta, el gobierno de Cárdenas abrió sus puertas para recibir a miles de refugiados republicanos españoles. Fue así como Antoni Vilalta y Maria Soteras, a quien el franquista Tribunal de Responsabilidades Políticas inició el juicio en su contra acusándola de “conducta detestable respecto al GMN (Glorioso Movimiento Nacional) siendo de ideas izquierdistas y militando en el partido Esquerra Catalana”; de, en lugar de ejercer su profesión, dedicarse “exclusivamente y con gran anhelo a la propaganda rojo-marxista”, y, junto con su marido, de haber regalado una casa y 173 mil pesetas a “los rojos de Cataluña”; fue así, decíamos como Antoni y Maria, con la pequeña Maruxa de siete años, se trasladaron al puerto de Amberes, Bélgica, para partir a Nueva York, Estados Unidos, y de allí viajar a México: el 21 de noviembre de 1939 lograron atravesar la frontera por Nuevo Laredo; un año más tarde, los tres obtendrían la nacionalidad mexicana.

~ La “revolución” institucionalizada ~

Al final del gobierno de Cárdenas se estrenaría Los últimos días de Nerón, como si fuera –a decir de Alemán Torres– el final de un régimen benévolo a la población. Con la llegada de Manuel Ávila Camacho, los autores volvieron a derrochar la tinta sobre los acontecimientos políticos, confiados de que en el gobierno cardenista habían gozado de libertad de expresión, así fuera porque el discurso revisteril fuera benéfico al mismo régimen; pero, se encontraron con las medidas represoras de la nueva administración.

Durante la campaña de Manuel Ávila Camacho, el compositor de revistas teatrales Manuel Castro Padilla fue golpeado por un grupo de avilacamachistas al finalizar la revista La razón de la pistola, de Ortega, Prida y Castro, representada en el Teatro Lírico. Castro Padilla murió días después debido a una pulmonía y probablemente por las consecuencias de la golpiza recibida.  El 1 de diciembre de 1940, Ávila Camacho asumiría la presidencia de la República, y, de alguna manera aquel incidente sería una prueba de la intolerancia que le esperaba a la revista política durante su mandato.

Ése mismo 1940, Maruxa cumpliría 8 años de edad y adquiriría junto con su madre y su padre la nacionalidad mexicana. Desde el arribo a México de la familia Vilalta, la pequeña Maruxa sería inscrita para estudiar en el Liceo Franco Mexicano, ubicado entonces en el número 193 de la calzada Melchor Ocampo, en la colonia Verónica Anzures de la otrora delegación Miguel Hidalgo; Ciudad de México. Fundado apenas unos tres años atrás, en 1937, por integrantes de la colonia francesa en México interesados en conservar y transmitir a las nuevas generaciones, la historia, la cultura y los principios de la educación francesa, el Liceo Franco Mexicano sería  la “casa de estudios” de Maruxa hasta su ingreso a la Universidad Nacional Autónoma de México, a principios de la década de los 50’s, donde estudiará la carrera de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

Un personaje que ilustra perfecto la represión a la revista y al teatro de carpa en aquella época y que contrasta con el estilo de vida de nuestra autora, es Jesús Martínez “Palillo”: “Escogí la crítica política porque siempre fui un hombre de acción y de conciencia, y porque es un género que invita a la gente a ser más despierta; nuestro pueblo se acostumbra a él y comprende mejor esa crítica hecha con ironía, sarcasmo y humorismo que la que pretende ser seria y pomposa”, explicaba un “Palillo” de quien se dice tenía que cargar con un amparo en la bolsa porque cada vez que terminaba una función un policía lo esperaba en la puerta del teatro para llevarlo a la cárcel; dedicarse a la crítica política le costó ser encarcelado en 11 ocasiones y visitar nueve veces el hospital.

En 1946, durante la campaña presidencial de Miguel Alemán, las revistas de carácter político únicamente se representaron en el Teatro Lírico. La realización de obras de este género comenzó a disminuir, lo cual se relacionaba –nos dice Alemán Torres– con el gusto por el nuevo teatro de variedades y la revista romántica: la población ya no deseaba ver acontecimientos políticos en el escenario. Durante ese año no se registraron revistas con temas políticos en alguno de los teatros de la ciudad; la consolidación del aparato corporativo y la hegemonía de los regímenes posrevolucionarios habían ganado la batalla despolitizando al teatro, como medio de control sobre las diversiones públicas.
  
Una de las últimas revistas políticas que se realizaron fue El cuarto poder, estrenada en el Teatro Lírico en 1948; ocasionó tal escándalo que se mandó a cerrar el teatro por órdenes del jefe de la Oficina de Espectáculos haciendo uso de la fuerza pública. Al instante se reunieron en asamblea los integrantes de las agrupaciones sindicales del gremio teatral: Asociación Nacional de Actores, Unión de Autores, Unión de Apuntadores, Unión de Representantes y Organizadores de Espectáculos, Sindicato de Compositores, Unión de Empleados; entre otros, y acordaron un cierre total de todas las salas de espectáculos como protesta por la clausura. Las autoridades argumentaron que se clausuró el recinto porque los empresarios se negaban a quitar de la representación los contenidos obscenos y permitir que en otras funciones de la temporada la exótica Yara bailara casi desnuda ah, y por uno que otro contenido político en la obra.
  
Cerraba, así, una década que había visto a la humanidad enfrascarse en uno de sus episodios más terribles y en las artes escénicas, incluyendo la música, lo mismo que en las visuales y las letras, predominaba un aire que en medio de la profunda desolación buscaba aflorar una sonrisa, acaso más burlona que complaciente. En la radio Frank Sinatra cantaba I’ll never smile again; Woody Herman compartía decibeles con Louis Jordan y la orquesta de Glenn Miller; en las voces femeninas Edith Piaff, Amália Rodrigues y Ella Fitzgerald daban la nota principal; las voces masculinas se completaban con Daniel Santos, Nat King Cole o Yves Montand y, mientras, el swing y el jazz seguían dominando casi por completo las pistas y los centros nocturnos norteamericanos. En España, la copla asentaba sus reales; como lo hacían la chanson, en Francia; el fado, en Portugal; la samba, en Brasil, y, por supuesto, la canción ranchera en México gracias a la enorme promoción de la industria cinematográfica. En las letras, Sartre, Camus, Waltari, Cela, Andric, Buero Vallejo, Jenet, Jarry u Orwell son algunas de las plumas más predominantes y, también, más reveladoras y dolorosas.

Con Adolfo Ruiz Cortines en la presidencia y Ernesto P. Uruchurtu en la jefatura del Departamento del Distrito Federal, se atacó todo aquello que al llamado “Regente de Hierro” le pareciera inmoral. No sería extraño, entonces, que combatiera a los teatros de carpa y revista, así como prohibió los desnudos en escena y en las películas, y decir piropos y besarse en la calle. Los horarios de cantinas, cabarets y salones de baile, disminuyeron en muchos casos; en otros tantos, como el Salón México, se ordenó su cierre definitivo. Varios barrios fueron borrados del mapa y, con ello, se acabaron los puestos y la vendimia en la calle, cerraron varios restaurantes y cafés, y las carpas trashumantes bajaron el telón.

Si se pretendía continuar con el teatro de revista éste tendría que hacerse en lugares establecidos, como los teatros Margo Su (que más tarde sería el Blanquita), Tívoli (demolido en 1963 para darle paso a la prolongación del Paseo de la Reforma), Lírico, Cervantes o Follies Bergere (demolido en 1972 como parte de las obras de ampliación del Eje Central Lázaro Cárdenas y la Plaza Garibaldi). Así, las carpas de los estados, como La Ofelia (donde se cuenta que nació el personaje de “Cantinflas”), instalada en el occidente del país, fueron las que recogieron la batuta de viajar en medio de la dificultad que significó el que el público empezara a gustar de otras formas de ocupar su tiempo libre.

Simultáneamente, el boom de la radio y, poco después, el de la televisión, cerrarán la pinza que terminará por ahorcar al teatro de carpa; lo cual le venía perfecto a un sistema de partido de Estado que ya con el nombre de Partido Revolucionario Institucional (PRI) buscaba controlar a la población por todos los medios a su alcance y “entretenerla” sin darle la oportunidad de pensar y, mucho menos, criticar el ejercicio del poder.

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