6 de diciembre de 2011

choro interminable de una crónica teatrohabanera mal enunciada / cinco.


adiós a la habana / 1...

despedirnos de la habana tendría que significar, necesariamente, hacer algo que no hubiéramos hecho en toda nuestra visita, y ¿quién mejor que adis, o séase un niño (aunque a él ya no le guste que le digan que lo es), para llevarnos a hacer “eso” que no habíamos hecho? nelson se quedó un rato con humberto y vivian y de allí se fue con k y w al taller de actuación que dirige el primero; mientras gabo, tin y yo, conducidos por adis, nos enfilamos al parque john lennon, donde una estatua del beatle mayor (aunque a mí me cae mejor ringo) de “tamaño natural” está sentada en una de sus bancas.
no fue difícil dar con el parque de marras: adis, tin y gabo habían memorizado las coordenadas que trazan las calles que lo enmarcan. grande fue nuestra desilusión cuando descubrimos que le habían hurtado sus anteojos; una desilusión, en verdad, tan grande como común: un viejo guardia del parque supo leer en nosotros la decepción del encuentro con aquél personaje broncíneo y, tras pedirnos que no nos fuéramos con un gesto indescifrable que hicimos bien en entender como tal (me refiero a que no nos fuéramos, no a lo indescifrable), sacó del bolsillo de su camisa unas gafas sin lentes, se acercó al buen y endurecido john, se las colocó metiendo las patitas del armazón en el par de agujeritos que había en las sienes del autor de woman y nos miró con satisfacción y presunción falsamente contenidas para goce nuestro. cada uno nos fotografiamos con la estatua; yo, además, le pedí al señor que se fotografiara conmigo y accedió amablemente.
pero allí no acabaría la cosa, adis había decidido que la despedida, la verdadera despedida, fuera caminar por todo el malecón. lo convencimos de comenzar a la altura de donde estábamos y, tras aceptar, nos arrancamos. no sé cuánto caminamos, cuando dejamos el parque john lennon eran cerca de la 1 de la tarde, cuando estábamos a punto de subirnos al almendrón en la habana vieja, pues hasta allá nos llevaron nuestros pasos, no faltaba mucho para que dieran las 7 de la noche.
en un principio, íbamos por la escarpa de enfrente a la acera del malecón, hasta que, para goce de adis, al llegar al edificio donde está la oficina de intereses estadounidenses en cuba, los guardias nos obligaron a pasar por el otro lado del arroyo; así, con las olas cayéndonos encima después de golpear los diques, pasamos enfrente de una plaza que creo la llaman “de las banderas”, justo a un lado de la oficina de negocios gringos.
más adelante, el conductor de una calesa se llevó, sin darse cuenta, una motocicleta y ayudamos a recoger algunos de los pedazos de la misma que quedaron esparcidos, al igual que la herradura que se le salió al caballo al intentar librarse del atolladero donde lo había metido la distracción de su amo. quién sabe cuántos metros después, vimos a la gente arremolinada mirando hacia el mar y en torno de una ambulancia de bomberos cuyos rescatistas se habían lanzado al agua para intentar salvar a un joven que se había metido a bañar y del que, para esas alturas, ya sólo esperaban encontrar su cadáver.

pinocho el cubano...

medio kilómetro antes de llegar a la habana vieja, quizás un poco más, nunca he sido muy bueno en calcular distancias, está una bahía donde, por un lado, yo me detuve a hablar con unos compas con rastas (tres hombres negros y dos mujeres, una negra y otra mulata) y adis, tin y gabo fueron abordados por un trío de viejitos soneros. para variar, el que parecía el lidercillo del grupo de rastrudos me ofreció a una de las muchachas; lo que me detuvo es que, en lugar de sólo negarme como había hecho hasta entonces, decidí encararlo y preguntarle por qué me la estaba ofreciendo. “¿tú crees –me respondió– que en las mañanas que yo veo a mi hermana salir a la calle con un shortcito o una minifalda puedo preguntarle a dónde va, impedirle que salga o salir tras ella con un cuchillo o una pistola? no. así que salgo con ella y, así, cuando uno de ustedes se vaya meter con ella, sepa que estoy con ella, que ella no está sola.”
-mira tú, y si eres tan acomedido, ¿por qué mejor no te ofreces tú a ti, en lugar de ofrecerla a ella?
-¡ah!, ¿es que a ti te gustan los hombres?
-¡no! lo que quiero decir es que para ti está cómodo que sea tu hermana la que se abra de piernas, ¿por qué no te abres de piernas tú?
-y éste, ¿de qué se enoja? –terció la joven negra.
-yo, mexicano –respondió el lidercillo reconociendo en mí lo que se echaba de ver–, si me topo a tus mujeres con cara de tortilla... a tu madre... les meto igual la pinga hasta quitarles la cara de tortilla.
-“mis mujeres”, “cara de tortilla”, “tu madre”; qué machito tú, y, claro, tu hermana es tu mujer, ¿no? te pertenece, y crees que tienes derecho a andarla ofreciendo al primer pendejo que te encuentres... meter tu pinga... ¡qué chingón!... abre el culo tú para que sea a ti a quien te metan la pinga de la que tanto te jactas.
-¡ah!, ¿por eso no quieres tú a mi hermana?, ¿por qué eres un pendejo?
-pues, sí; ha de ser por eso...
me di la vuelta e hice el intento de irme, pero me detuvo sin tocarme.
-espera, mexicano; espera. mírala tú. ¿no está bonita?, ¿no te gusta?
ella, la joven mulata, con unas gafas oscuras que no le cubrían por completo la sonrisa de la mirada, me observaba callada.
-sí, está bonita; pero sabes a qué me refiero.
-¿cuál es tú nombre? –me preguntó– que no quiero seguirte diciendo a ti “mexicano”.
-sebastián.
-¿sebastián?, ¿has visto tú la película esa de la sirenita?
-sí, todo mundo me pregunta lo mismo.
-¡huy! –dijo la joven negra en tono burlón, la chica mulata, igual con burla, pero quizás con un poco de curiosidad también, seguía observándome.
-a ver, sebastián –retomó el que llevaba la voz cantante– ¿tú conoces la historia de pinocho el cubano?
-¿pinocho el cubano?, no.
-pues resulta que pinocho, el cubano, estaba un día sentadito allí, en ese pilar, mirando hacia el mar; todos los días estaba pinocho el cubano mirando hacia el mar y lo que hubiera detrás del mar, hasta que un día se decidió y se tiró al mar, y se puso a nadar y a nadar y a nadar, y como era de palo de madera, pues, no se ahogaba. de lejos, dios y el diablo, que estaban por ahí nomás sin hacer nada, vieron a pinocho el cubano nadando en medio del mar. “oye tú”, preguntó dios, “¿quién ése que está nadando allá abajo?”; a lo que el diablo dijo y contestó: “es pinocho el cubano”. “¡pinocho el cubano! pero, ¿que pinocho no es italiano?”, dijo dios sorprendido. “ah, sí”, respondió el diablo, “hay un pinocho italiano; pero también hay un pinocho cubano”. “¿estás seguro?”, preguntó dios sin creérselo. “seguro”, dijo el diablo, “pregúntale si no me crees”. “pero, cubano o no, es pinocho”, insistió dios, “seguro que me dice mentiras”. “si te dice mentiras”, respondió el diablo, “lo sabrás si le crece la nariz... a todos los pinochos, sean cubanos o no, si dicen mentiras les crece la nariz”. “es verdad”, se dijo dios y agregó: “aprovecharé y, si me dice la verdad, lo convertiré en un niño de carne y hueso, y si me dice la mentira lo dejo de palo”, y, gritó: “¡eh!, ¿cómo tú te llamas?” “pinocho”, dijo pinocho sin dejar de nadar, “pinocho el cubano”. “¿y qué tú estás haciendo nadando en medio del mar?”, le preguntó dios. “ya no quiero estar en mi isla”, dijo pinocho el cubano, “mi madre es una hipócrita, mi padre está desempleado, mi hermana es una puta y mi presidente dice que hay huevo pero no hay huevo, dice que hay carne pero no hay carne, dice que hay igualdá pero no hay igualdá?” ¿qué tú crees –me dijo interrumpiendo su narración–, lo convirtió en carne y hueso o lo dejó de palo?
-¿en carne y hueso?
-pues sí, en carne y hueso, y como ya era de carne y hueso, pinocho comenzó a ahogarse... cuando era de palo no, porque la madera flota sobre el agua; pero de carne y hueso: pinocho se ahogó. pero, mientras se ahogaba, pedía a gritos que alguien le ayudara, y el diablo, que todavía no se había ido, aunque dios sí, le preguntó qué le pasaba. “me ahogo”, dijo pinocho el cubano. “es que tú tienes la culpa, pinocho el cubano”, le contestó el diablo, “sólo a ti se te ocurre querer salir de la isla diciendo la veldá”.
a unos metros, los viejitos soneros, briagos los tres, ya le habían dado un par de maracas a adis que éste medio hacía sonar mientras los viejitos cantaban.
-antes de irte, despídete de la muchacha aunque sea –dijo el cuentacuentos de las rastas.
-adiós, señorita.
-pero dale un beso, sebastián; no seas tímido. yo, si voy a tu país, además de juntarme con los zetas y matar al chapo o juntarme con el chapo y matar a los zetas, y así, luego con uno y luego con otro, voy a ir con mi pinga y la voy a meter...
-sí, sí, ya sé... tu pinga; qué orgulloso estás de tu pinga, catarino maravillas.
-¿catarino maravillas?
-catarino maravillas llegó de cuba la linda, ay sí, ay no, al país donde todos tenemos cara de tortilla y se fue con los zetas en su guerra por droga y dinero; pero los zetas murieron a balazos y la cosa se puso mal, y catarino maravillas con el chapo se fue chambear.
-o pinocho el mexicano.
-¿pinocho el mexicano?
-el que quería cruzar el río bravo nadando y sabiendo lo que le pasó a pinocho el cubano dijo mentiras para no ahogarse y poder cruzar.
-pa’ lo que sirve: a pinocho el cubano y a pinocho el mexicano los espera pinocho el gringo, que sólo dice mentiras para meterles la nariz por el culo a los otros dos.
-¿a qué te dedicas, sebastián?
-hago teatro.
-por eso eres tímido, sebastián, y también por eso cuentas tú también tus cuentos... adiós.
-adiós, catarino maravillas.
-adiós, pinocho el mexicano.
me despedí de mano de cada uno de ellos y de ellas... bueno, casi: la joven mulata me jaló un poco y se acercó otro tanto a darme un beso en la mejilla y se lo devolví. debí haberles preguntado sus nombres, y ahora que lo pienso no encuentro razón ni explicación de porqué no lo hice... “pinocho el mexicano”, ¿sobreviviré o me terminaré ahogando?

martí y piñera...

eran cerca de las 5 de la tarde cuando estábamos en la plaza de armas de la habana vieja; lo tengo seguro no porque sea bueno calculando el tiempo, sino porque la compañía morón teatro estaba programada para esa hora justo en la plaza de armas. nosotros acabábamos de llegar, los puestos de los libreros eran mi objetivo: buscaba teatro completo, de piñera; el mismo que el ché se había encontrado en el librero del embajador cubano en argelia a principios de los 60, ¿1963?, y, tras tomarlo y lanzarlo por los aires (como narra goytisolo, quien junto con cabrera infante lo vio), preguntar: “¿quién carajos lee a este maricón?” o “¿cómo puedes tener aquí el libro del maldito maricón ése?”; lo dicho por el ché depende según quien lo cuente: cabrera infante o goytisolo.
teatro completo, el libro publicado por editorial r (de revolución) en 1960, el mismo año que fidel se reuniera con los artistas e intelectuales cubanos que estaban por manifestarse por la censura oficial a p.m., un documental sobre la vida nocturna habanera, y les espetara aquello de “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”; piñera será el primero en levantar la mano en ésa ocasión, tomará el micrófono y, a la pregunta-invitación de fidel si alguien quería manifestar algo, responderá: “yo sólo quiero decir que tengo miedo”.
de pronto, como salidos de la nada, por el costado norte de la plaza, en paralelo a la calle o´reilly, aparecieron en fila, avanzando lentamente, hombres y mujeres de barro; sí, literalmente: gente de barro... una payasita callejera, un camarógrafo, un obrero, un campesino, un pescador, un guardia, una maestra... barro en las ropas, las pieles, los rostros, los cabellos, los objetos que llevaban consigo... llegaron a la primera mitad del lado de la plaza por el que habían entrado y se internaron al centro de la plaza para de allí quebrarse y seguir hasta el lado oriente, sobre barillo, la calle contraria al pequeño tramo del antiguo adoquinado de madera en la calle tacón, y quedarse durante un largo tiempo... “le puedo conseguir teatro completo a 200 cuc, ¿lo quiere?” –dijo una voz detrás de mí sacándome de mi estupefacción por el control corporal de los actores y actrices y porque no hallaba cómo hacían para no parpadear.
-¡200 cuc!, olvídelo.
-lo quiere o no lo quiere.
-no.
dejamos a las y los colegas de morón teatro y seguimos preguntando (a esas alturas ya también adis se había sumado a la búsqueda) por el afiche de martí y teatro completo, de piñera. me encontré con un par de ejemplares de teatro inconcluso y varios de la edición de dos viejos pánicos cuando se ganó el premio casa de las américas de teatro en 1968 (ésa edición se tiró en argentina; en cuba, después de aquella intervención ante fidel en 1960, la obra de piñera ya no fue publicada ni reimpresa, ni, mucho menos, llevada a la escena, sino hasta nueve años después de su muerte); pero de teatro completo, nada.
buscando a gabo y a tin, que quién sabe dónde se habían metido, llegamos al otro extremo de la plaza y pisamos el enmaderado de tacón. nuestros amigos estaban sobre obispo, descansando en la cornisa de una ventana baja. nos sentamos, igual, un par de minutos y seguimos caminando por obispo. no había puesto o negocio de libros y afiches en el que no preguntáramos por teatro completo o el cartel de martí y, siempre, preguntáramos por uno o por el otro, las y los dependientes nos miraban con cara de extrañeza. hasta que sobre obispo casi esquina con cuba, o quizás sobre aguiar, no lo recuerdo bien, al preguntarle a una señorita de ojos enormes y bellos que atendía una librería de viejo me dijo: “creo que sí, déjame ver”. al poco rato quien regresó fue un hombre más o menos de mi edad: “¿qué se te ofrece?”
-estoy buscando teatro completo, de piñera.
-sí lo tengo; pero, déjame ver dónde.
y desapareció. unos diez o veinte minutos más tarde, con adis un poco cansado ya de no encontrar ni el libro ni el afiche, otro hombre bajó acompañado de un jovencito y preguntó lo mismo, que qué se me ofrecía.
-tengo una edición algo vieja, de principios de los sesenta; fue la única que se editó y más tarde la recogieron. ¿te interesa?
-¿cuánto costaría?
-60 cuc.
-¡la de editorial r, 60 cuc!
-ah, la conoces...
saltó un par de muebles, movió un estante que se veía pesado y abrió una vitrina atestada de libros como todo lo demás; metió el brazo hasta el fondo de una de las repisas y, como si tuviera ojos en las puntas de los dedos, sacó el ejemplar de pastas mayoritariamente en negro lleno de polvo.
-aquí tienes, 60 cuc.
no podía creerlo.
vi el índice y como si fuera una especie de fetiche me aseguré que estuviera electra garrigó; no sólo estaba la que quizás es la más famosa de las obras de piñera, sino que había fotos del estreno (o el reestreno) ése mismo 1960...
-¿qué es esto? –pregunté.
en la segunda o tercera hoja, donde va el nombre impreso del libro, una dedicatoria escrita a mano con bolígrafo de manera tan ilegible que no atinaba a saber qué decía, fechada en 1961, me hizo latir el corazón con más fuerza.
-es la razón por la cual el libro vale 60 cuc; si no, te lo vendía en 20 ó 25.
-es... –no me atreví a terminar la frase.
-la firma de piñera y una dedicatoria suya de su puño y letra.
-pero, es que... no tengo 60 cuc.
-¿55?
-mno.
-¿50?
-40... y no son míos; estoy buscando un afiche político que tenga a josé martí. si no lo encuentro vuelvo enseguida y me llevo el libro.
-no... 40 cuc, no. tengo guardado este ejemplar para vendérselo a alguien que aprecie lo que valen la edición y la firma de piñera; se ve que tú sabes lo que vale, y sabes que no te lo puedo vender a 40. 50, lo menos, y ahorita.
-ahorita regreso, sólo tengo que cerciorarme de que me puedo gastar los 40 cuc porque no encontré el afiche.
-no, amigo; “ahorita” en cuba no es igual al “ahorita” de méxico. ahorita, en cuba, es ahorita... y 50 cuc, no 40.
-le doy ahorita, en ahorita de cuba, los 40; son unos 500 pesos mexicanos.
-pero menos de 40 dólares.
-...
tomó el libro y sin arrebatármelo, con cuidado y cortesía, me lo desprendió de las manos para ocultarlo, más que guardarlo, de nuevo en el fondo de la vitrina.
-si se tratara de una edición española en tu país costaría unos 600 pesos, o más, ¿no es cierto?
-sí.
-es la r del 60, y con la firma de virgilio.
-sí, lo sé; sólo que no los tengo.
-lo siento.
-yo también.
tenía en los bolsillos sólo los 15.7 cuc que me habían quedado después de comprar las conjunto y el libro de la richard en la casa de las américas; los 40 cuc de los que hablaba con el librero estaban en el banco y no eran, en efecto, míos: mi papá me los había dado para que le comprara el afiche de martí. la verdad es que para esas alturas yo ya dudaba de que encontraría el mentado afiche; había hablado de él con medio mundo, a todas las personas que creí podían ayudarme a encontrarlo les pregunté por él, y nada. por un instante pasó por mi cabeza la posibilidad de juntar los 55.7 cuc, tomar 50 y llevarme el teatro completo de piñera; pero aún faltaba que comiéramos y cenáramos, sobre todo adis: yo, con piñera bajo el abrazo, me daba por bien servido hasta el otro día que almorzáramos; pero sólo de la comida de adis nos llevaríamos 4 cuc y de la cena 3.5 ó 3: necesitaba, entonces, 7 cuc por lo menos.
-gracias –dije casi por inercia... yo no sé para que les doy las gracias, pensé, si los cubanos no dan las gracias ni responden “de nada” o “no hay porqué” ni cosa que se le parezca.
salí de la librería de viejo desolado.
un par de cuadras más adelante, entre compostela y aguacate, o ésta y villegas, como por automático entré al enésimo local atiborrado de afiches sobre el ché y fidel en el que preguntaba por el de martí.
-tengo uno.
-¡de verdad! –me delaté.
-sí, es una colección de cinco afiches de finales de los 60, principios de los 70, única en su tipo, que tiene al frente a josé martí.
-¿me la deja ver?
-sí, claro... tengo también –me decía el hombrecito mientras me conducía a un cuarto posterior de la casa donde tenía varios restiradores– afiches de 5 cuc cada uno de muy buena calidad que seguro te van a gustar.
-¿también de martí?
-de martí, n... –se interrumpió– aquí está; mira.
a decir verdad, era un afiche que estaba (cito de nuevo a los clásicos) de poca madre: chingón... aunque, la colección no me gustaba mucho...
-mira, ¿ves? en el primer afiche, josé martí llama a tomar las armas contra el imperialismo; en el segundo, un par de fusiles disparan y el discurso de martí sigue; viene el tercero y la estela de las balas continúa con lo que sigue del discurso; el cuarto, es casi igual al tercero, y en el quinto las balas van a dar a un águila que la matan.
aquello era una especie de rotafolios, con los afiches unidos por su lado superior, ilustrados con una estética que me recordaba lo mismo a los cómic de hanna-barbera, tipo birdman, que a la obra de warhol. no obstante, el cuidado en el detalle tanto en la imagen de martí como en la del águila denotaban (según mi pobre entender) una espléndida técnica lo mismo del dibujante que del impresor y, de alguna manera, daba la sensación de que se estaba enfrente de un trabajo de manufactura artesanal más que de producción en serie.
es verdad que aún tenía la cosa de la frustración por el libro de piñera; pero, que finalmente pudiera concluir la búsqueda del afiche para mi papá y que lo hiciera bien me daba igual mucho gusto: ya otros amigos de mi papá habían venido a la habana y se habían regresado con las manos vacías sin resolver el encargo de mi padre. “¿cuánto?”, pregunté visiblemente contento por el hallazgo.
-30 cuc...
-¡perfecto!
-... cada uno.
-¿cómo “cada uno”?
-sí, 30 cuc cada afiche.
-mmm, bueno; pues me llevo sólo el primero, el de martí.
-no, no te puedo dar el de martí solo; me echarías a perder la serie.
-pero, ¿por qué me dices entonces 30 cuc cada uno?; dime: 150 cuc y no me estés vacilando.
-no te estoy “vacilando”, mexicano: 150 cuc es lo mismo que 30 cuc cada uno.
-¡no!, ¿cómo crees? eso es carísimo.
-25, cada uno.
-¡n’ombre!, ni a 20: 100 cuc por la serie completa son más de mil pesos mexicanos.
-pero menos de...
-sí, sí ya sé: menos de 100 dólares, y 100 dólares es mucho. tengo 45 cuc, ¿los tomas o no?
-te lo dejo a 15 cuc cada afiche y es mi última oferta.
-no, ya te dije; te doy 45 cuc ahora mismo... ahorita, pues, es lo único que tengo y me dejas sin comer y sin cenar.
-no...
-50 –dijo terciando adis y haciendo su propia cuenta.
-... –hizo como que lo pensaba.
-50, pues –le dije antes de que se arrepintiera de lo que pudiera estar pensando.
-no; 15 cuc, cada uno.
-pues, no mano; no los tengo.
no dijo más nada y en un acto que hasta se me hizo teatral tomó el rotafolios de afiches y lo devolvió al montón de donde lo había sacado.
-bueno, déjame ver entonces los que cuestan 5 cuc, ¿no?
-¿como de qué lo quieres?
-¿cómo que de qué?, pos de martí.
-no, de martí sólo tengo el de la serie.
-pero si hace ratito dijiste que tenías de martí a 5 cuc.
-no.
-sí.
-bueno, pues, no lo tengo; no sé porque te dije que sí, no lo tengo.
-ya te enojaste porque no me llevo la serie con el águila; pero, de veras, créeme: no me alcanza. véndeme por lo menos uno de los de 5 cuc y así ni tú ni yo nos quedamos con las manos vacías.
-pero no tengo de martí a 5 cuc; desde que entraste y preguntaste por el afiche político de martí te dije que tenía sólo uno. créeme tú también a mí, mexicano.
-está bien, te creo; pero no me puedo llevar la serie a 15 cuc cada uno. vaya, ni siquiera a 10; mi hijo te dijo 50 porque sabiendo que es para su abuelito está calculando quedarse sin cenar. pero nos dejarías sin un clavo.
-no, 50 no puedo; pagué por la serie 60 cuc. a 15 cada uno le gano por lo menos 15: lo de dos semanas.
-¿lo que vendes en dos semanas?
-no, lo que como en dos semanas.
me rompió la madre. supongo que se dio cuenta porque me quedé callado sin saber ni poder decirle nada por un par de minutos.
-si mi papá estuviera aquí, que es quien lo quiere, te daría los 100 cuc por toda la serie o más; no porque creyera que lo vale, o a lo mejor sí, sino por solidaridad contigo y tu familia. pero yo no los tengo; ni siquiera los 15 por cada uno.
-bueno, como dicen ustedes en méxico: “ahí pa’ la otra, carnal”. aquí a nadie le interesan los afiches de martí; si así fuera, yo tendría varios en papel couché a 10 cuc cada uno como tengo los del ché y los de fidel. ésa serie tiene 40 ó 50 años que la hicieron, ya no hay más. la próxima vez que vengas a la habana trae a tu papá; nomás no se tarden mucho.
su ironía era la puntilla del tour de force donde una vez más yo salía vencido. sonrió, me tendió su mano; yo, igual, le tendí la mía, y nos despedimos.
no encontré una sola tienda más donde me dijeran que tenían algún afiche de martí... mucho menos, teatro completo de piñera.

adiós a la habana / 2...

llegamos a “la roca” alrededor de las 7 de la noche; ya no era horario de “descargas”, pero igual nos las sirvieron. la señorita que nos atendió el primer día se acercó a nuestra mesa y nos preguntó cómo nos estaba yendo en la habana; respondimos que bien, muy a gusto, y se retiró a atender sus mesas (a nosotros ésa vez nos atendió un joven). gabo estaba en el baño; mientras tanto, tin y adis me estuvieron echando carrilla diciendo que la señorita mesera se había acercado sobre todo para platicar conmigo. no hice caso de su chunga, llegó gabo y nos comimos nuestras “descargas”.
de camino al hotel me di cuenta de que eran las 8.10 de la noche; quizás hubiéramos alcanzado a llegar al teatro el público para ver noche de reyes. pero viendo a adis, que venía durmiéndose prácticamente de pie, desistí de la intención de proponérselo siquiera. y sí: al llegar a la habitación se dio un baño y cayó rendido de inmediato. en telesur, las noticias más importantes eran la muerte del jefe militar de las farc y la reunión del g20. apagué el televisor y me puse a hojear las conjunto que había comprado: función ritual, comercial y política del arte: un nuevo concepto, augusto boal... autonomía creativa del actor, reinaldo maia... novísima dramaturgia costarricense, adolfo albornoz farías... dramaturgia fronteriza: una experiencia de ruptura, rocío galicia... dentro: la masculinidad en los límites del teatro y el body art, elton bruno soares de siqueira... una vida de creación y lucha: elogio a luis valdez, vivian martínez tabares... refundar un acto de fe, raquel carrió... por una teatralidad compleja, que nos reconozca en todos los matices de una identidad inclusiva, miguel rubio... en la número 154-155, sección entreactos, página 131, una pequeña nota habla del montaje en méxico de las ropas nuevas del rey, donde el clásico cuento de hans christian andersen es llevado a la escena a partir de una dramaturgia de la escritora peruana sara joffré por bruno ruiz: “el elenco está integrado –se lee en la nota– por verónica albarrán, elsy jiménez, jennifer lópez lucero, raúl uribe, natalia licea, paulina sabugal, jessica cortés y elisa flores”...
cuando desperté, el reloj del teléfono móvil estaba a escasos minutos de echar a andar la alarma para ponerme de pie, la desactivé y me metí al baño a darme una ducha. apenas nos alcanzó el tiempo para asearnos, bajar a desayunar, hacer las maletas y aguardar en el lobby; no habíamos esperado ni media hora cuando la guagua que nos llevaría de regreso al aeropuerto por parte de la agencia llegó a la puerta del hotel. intercambiamos direcciones de correo, besos y abrazos con rené pita (quedó que me enviaría una copia digitalizada de electra garrigó; en 2012, piñera cumple cien años de haber nacido y traigo dándome vueltas en la cabeza la idea de montar su electra... o aire frío).
de camino al aeropuerto el conductor de la guagua nos preguntó si habíamos ido a la plaza de la revolución; como le dijimos que de noche y sólo “de pasadita”, nos llevó para tomarnos unas fotos con los emblemáticos rostros del ché y camilo a nuestras espaldas y frente a la harto significativa estatua de martí. en el aeropuerto, el trámite fue lento y casi desesperante; de no haber sido por la relativa amabilidad de los trabajadores y las trabajadoras que nos atendieron, aquello se hubiera vuelto una de quejas de no parar. tenía 27.5 cuc en efectivo porque antes de ir a “la roca” el día anterior, saqué del banco vía visa 20 cuc (20.6 dólares) de los 40 que conservaba de mi papá y que, sumados a los 17.5 que llevaba antes de comer, pero menos los 9 que nos gastamos en las “descargas” y otro que nos despachamos en una botella de agua potable para la noche, restaban los 27.5. el impuesto de salida costaba 25 cuc, pagar el de adis (el mío ya lo había pagado borba teatro) nos dejó las finanzas familiares en 2.5 cuc que nos alcanzaron para comprarnos, adis y yo, sendas maltas dentro del mismo aeropuerto; a razón de 1.2 cuc cada una, regresamos a méxico con dos pequeñas monedas de 5 centavos de cuc.
pasan ya las diez de la noche del martes 22 de noviembre; llevo poco más de una semana desvelándome escribiendo y revisando esta larga, larguísima, crónica sobre nuestra estancia en la habana, y siento como si ello hubiese significado, por un lado, algo así como un acto de exorcismo y, por otro, algo parecido a lamerme las heridas. en mi cabeza se ha alojado la noción de que el pueblo cubano está jodido y la revolución está siendo cambiada por un plato de lentejas decantándose, por la vía del modelo chino, a un “socialismo” sin democracia donde, además, primarán las malabaristas justificaciones del regreso a la propiedad privada de los medios de producción y de cambio.
sin embargo, tengo la certeza de que si cuba está jodida, méxico está más jodido todavía. puedo estar equivocado, pero me atrevería a asegurar que lo peor de cuba no es, ni con mucho, lo peor de méxico, y que lo mejor de méxico está muy lejos de ser lo mejor de cuba. que eso sea así, a pesar del escenario de crisis propiciada por 50 años de un criminal bloqueo económico, fuertes sequías e inclementes huracanes, un partido que en lugar de significarse como la vanguardia proletaria que está obligado a ser en la lucha permanente de clases se ha plegado a un aparato estatal burocrático y por definición burgués, y el cada vez más inocultable desmantelamiento de la seguridad social y la educación gratuitas y de calidad, es indicativo de que la revolución tuvo alcances sin precedentes que el modelo neoliberal capitalista (valga la redundancia) jamás tendrá y, por lo tanto, es una exigencia del pueblo cubano y de los pueblos solidarios con éste, articularnos en la defensa de la revolución (y no en el mantenimiento ni en las claudicantes justificaciones de indignantes privilegios para quienes mal gobiernan desde las llamadas izquierdas) y, sobre todo, la lucha por la autodeterminación y la soberanía de decidir nuestro propio destino.
regreso de cuba con el lado izquierdo del pecho doliéndome de tristeza y desilusión; roto, quizás. pero no vencido ni, mucho menos, convencido de que la lucha socialista es una aventura de la que hay que bajarse, renunciar y renegar en aras de un “sálvese-quien-pueda” acorde con la doctrina del “que-cada-quien-se-rasque-con-sus-propias-uñas”. el problema, creo yo, es que los socialismos que construimos no coinciden con los socialismos que soñamos y, cuando los hacemos coincidir (y creo que el pueblo de cuba llegó a lograrlo), dejamos de velar por ellos y permitimos que se nos desbaraten en las manos; porque no nos revolucionamos a nosotras y a nosotros mismos en lo más íntimo, ni tampoco revolucionamos nuestros discursos y nuestros quehaceres, ni mucho menos revolucionamos nuestra relación con la naturaleza: perpetuamos la sordera, el desprecio y la crueldad; simplificamos nuestra palabra y nuestro pensamiento en discursos totalizantes y solapamos lo que hay de totalitario en nuestras acciones; consumimos indiscriminada e irresponsablemente los recursos con que cuenta el planeta, nuestra casa... en fin, no revolucionamos a nuestras revoluciones; si acaso, como en méxico, las institucionalizamos o, como en cuba, las estatizamos.
pero, además, y con esto me despido, otra cosa me punza en el pensamiento a mi regreso de cuba: la sospecha, quizás porque me aferro a ser un iluso, de que detrás de la cortina que el gobierno cubano tiende alrededor de las y los turistas extranjeros existen procesos donde la revolución sucede, se discute, se construye y se defiende todos los días. el turismo, así como ocurre en cuba (que responde a las mismas lógicas consumistas y mercantilistas del turismo en méxico y en el resto del mundo capitalista), si bien es generador de divisas que en tiempos de crisis no pueden desdeñarse, es también la incubación de mezquindad, oportunismo, individualismo y una falta absoluta de solidaridad. ¿qué hay detrás de esa cortina de información que las autoridades de la isla tienden ante la mirada y la escucha de quienes llegamos de fuera?, ¿no sería mejor que la cortina se descorriera y que, con todo y sus contradicciones, supiéramos cómo construye y defiende su revolución el pueblo cubano día a día? lo peor de cuba, quiero creerlo, necesito creerlo, está en esa práctica turística de expresión capitalista, que lo mismo ofrece jineteras y jineteros en los paquetes de las agencias, que te vende souvenirs de una “revolución” que sólo existe en el romanticismo, melodramático y moralista, de una burguesía que busca curarse en salud de sus complicidades de todos los días para con un modelo de explotación de la naturaleza y de las y los seres humanos a todas luces criminal. un turismo así, en un país con una revolución que constantemente ve amenazada la autodeterminación de su pueblo, no puede ser, pues, de (sólo) diversión, descanso, juego y satisfacción de todos los placeres posibles e imposibles; sino, más que ningún otro, de trabajo solidario, participación comunitaria, intercambio de experiencias de lucha y resistencia y tejido de redes sociales cuya fractalidad tienda a reproducir modelos honestos y equitativos y no paradigmas criminales e injustos. otro turismo, donde el placer lo produzca la compartida satisfacción de construir un mundo nuevo y mejor y no la egoísta sensación de que nos lo estamos acabando en el modus operandi del derroche y el desecho, debe ser posible en cuba. no sólo porque se puede; sino porque se debe. y urge.

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